25 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

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Gabriel Araceli

"Memoria histórica" ante la muerte de Antonio Machado (I)

Lo dejó escrito Max Aub en su "Manual de Historia de la Literatura Española": "Si Unamuno es un modo de sentir y Ortega es un modo de pensar, Antonio Machado es un modo de ser" y es una buena definición, porque a la hora de calificar al gran Antonio Machado y recordar que murió tal día como hoy del año 1939, amigos y adversarios coinciden: "Don Antonio es una buena persona, Antonio Machado fue un hombre bueno".
 
La Guerra Civil estaba ya practicamente acabada (tan sólo 38 días después se hizo público el último parte firmado por Franco: "La guerra ha terminado") cuando Machado, acompañado de su madre y algunos miembros de la familia, traspasó los Pirineos en busca del exilio. Aunque ya era un hombre muerto. Muerto de pena por el dolor que le había causado el enfrentamiento a muerte de las Dos Españas. Se cuenta que el último impacto que le partió el alma fue cuando, por error o intencionadamente, el ya comunista Alberti le comunicó que el admirado Don Miguel de Unamuno había sido asesinado por los Nacionales sublevados el 18 de julio. Según su propia madre aquella noticia le causó tal dolor que durante tres días permaneció encerrado en el triste cuarto que ya habitaba en Colliure (Francia) sin comer, sin querer hablar con nadie y llorando como un niño.

La vida de Antonio Machado está escrita. Él mismo se encargó de escribirla en su "Autobiografía", como puede comprobarse en estas lineas que reproduzco: "Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo. Mi vida está hecha más de resignación que de rebeldía; pero de cuando en cuando siento impulsos batalladores que coinciden con optimismos momentáneos de los cuales me arrepiento y sonrojo a poco indefectiblemente. Soy más autoinspectivo que observador y comprendo la injusticia de señalar en el vecino lo que noto en mí mismo. Mi pensamiento está generalmente ocupado por lo que llama Kant conflictos de las ideas trascendentales y busco en la poesía un alivio a esta ingrata faena. En el fondo soy creyente en una realidad espiritual opuesta al mundo sensible.”

Sin embargo, hay una faceta de la vida de Antonio Machado de la que se ha escrito poco o se ha manipulado mucho: su vida política, sus relaciones con los Gobiernos de la Monarquía que le tocó vivir, sus relaciones con la República y su "viacrucis" durante la Guerra Civil... y esa es la que yo sintetizo en dos escritos salidos de su pluma. Las palabras que pronuncia en 1931 cuando Ortega, Marañón y Pérez de Ayala acuden a Segovia para ofrecerle al poeta la Presidencia de Honor de la "Agrupación al Servicio de la República" y ya ha sucedido lo de la quema de iglesias y conventos: "La revolución no es volverse loco y levantar barricadas; es algo menos violento, pero más grave. Rota la continuidad evolutiva de nuestra historia, sólo cabe saltar hacia el mañana. Para ello se requiere el concurso de mentalidades creadoras, porque si no la revolución es una catástrofe. Saludo a estos tres hombres como verdaderos revolucionarios, como hombres de orden, de un orden nuevo".

Era el comienzo del camino republicano ("Caminante son tus huellas,/ el camino y nada más;/ Caminante no hay camino,/ se hace camino al andar."). Un camino lleno de luces y sombras que le irían arrastrando, como el péndulo, de una orilla a otra, aunque su gran personaje y su verdadera pasión fue siempre el pueblo y España. Pero aquel difícil camino le condujo, y no siempre a su gusto, de Madrid a Valencia, de Valencia a Barcelona y de Barcelona al exilio y a la muerte.

Poco conocido es el soneto que un día, entusiasmado por el inicio "rojo" victorioso de la batalla del Ebro, le dedicó al general Líster que con su V Ejército Comunista había sido el primero en cruzar el río:

A LÍSTER, JEFE EN LOS EJÉRCITOS DEL EBRO

 

Tu carta -oh noble corazón en vela,
español indomable, puño fuerte-,
tu carta, heroico Líster, me consuela,
de esta, que pesa en mí, carne de muerte.

Fragores en tu carta me han llegado
de lucha santa sobre el campo ibero;
también mi corazón ha despertado
entre olores de pólvora y romero.

Donde anuncia marina caracola
que llega el Ebro, y en la peña fría
donde brota esa rúbrica española,

de monte a mar, esta palabra mía:
"Si mi pluma valiera tu pistola
de capitán, contento moriría".

Al final, vivió lo que muchos años antes había escrito: "Españolito que vienes/ al mundo te guarde Dios./ Una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón."

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