18 de abril de 2024
|
Buscar
FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Lo primero ha de ser antes

Barrio del Raval.
Barrio del Raval. / Uno de los más peligrosos de Barcelona.

A pesar de esa minoría recalcitrante, que sigue fervorosamente las directrices de sus líderes carismáticos, hipotecada por lazos sentimentales o financieros, los demás, que son muchos, aunque callen, reconocen que el orden de prelación de los problemas nos exige atenderlos con urgencia y dedicación. Para cualquier partido político que detente el poder, como para los que lo pretenden, el bienestar de los ciudadanos, su progreso, debería ser el objetivo fundamental.

Cualquier otra maniobra de entretenimiento para esconder necesidades imperiosas no hará más que dejar en evidencia las conductas interesadas, que suelen llevarnos a situaciones graves e injustas. No hay nada más prioritario que atender a la gente en sus dificultades, y no debe entenderse como el recurso a regalar dinero, que disuade a bastantes sobre la obligación de trabajar; por eso, cuando se insiste en enseñar a pescar para no tener que regalar los peces se pretende potenciar la iniciativa de los poderes públicos para impedir construir una sociedad que se conforme con la vagancia improductiva.

La gran mayoría de los ciudadanos anhela tener un trabajo remunerado para decidir sobre su modo de vivir libremente. Tampoco es aceptable la retribución abusiva con la que algunos negreros modernos pretenden ganar más de lo que se podría considerar ponderado. La contraprestación entre trabajo y salario debe estar sujeta a los deberes y derechos reconocidos por las leyes nacidas de un sistema democrático moderno, como se considera al modelo europeo. Los otros modos de entender la democracia no hacen más que empobrecer a muchos y beneficiar a las élites que mandan.

Y garantizar el respeto a los derechos de sus ciudadanos significa que esos dirigentes políticos deben alcanzar los mayores niveles de seguridad para que puedan desenvolverse sin dificultades en su entorno social. No hay progreso si la vida, integridad o propiedad no se protegen con firmeza. Unas calles que no se pueden disfrutar por la delincuencia, como espacios y edificios atenazados por la amenaza criminal no permiten el adecuado desenvolvimiento pacífico de unos ciudadanos, que se esconden. Los negocios empobrecidos no hacen más que irradiar paro, desgracia y desesperación. En eso deberían concentrarse los responsables políticos, porque está en juego el futuro colectivo. La inflación, paro, deuda pública, perdida de calidad de vida, irritación social, enaltecimiento de lo despreciable, comprensión hacia los intransigentes sectarios y esa indolencia frente a la delincuencia más perversa, no hacen más que deteriorar el nivel de bienestar, que tanto ha costado alcanzar en nuestras ciudades.

Cuando los peores ponen el punto de mira en los comerciantes y emprendedores, la correcta evolución social está en grave peligro. El colmo es comprobar que, esos referentes de la creación de empleo y prosperidad, son penosamente señalados por quienes deben crear las condiciones más favorables. No se entiende que las consecuencias de la pandemia y la guerra deban soportarlas los pequeños negocios, que se están arruinando. Es muy importante mostrar responsabilidad y competencia para tomar decisiones políticas para contener una evidente destrucción de empleo y permitir el progreso de emprendedores empeñados en seguir luchando a toda costa.

Desgraciadamente, la casta política engorda mientras el resto de los ciudadanos enflaquecen. Hay que ahorrar en el consumo de luz, pero el derroche oficial no tiene límites. No se ven gestos de austeridad entre los referentes sociales, que deberían liderar el esfuerzo colectivo. Se muestran despreciables al considerar prioritario quitarse la corbata o manipular la interpretación de noticias sobre el sable de Bolívar. Y los que deberían retribuir con ejemplaridad a los autores de delitos muy graves entran en componendas para que las víctimas, deseosas de esquivar los shows de su desgracia, se conformen con que los violadores hagan cursos de sexualidad. Es preocupante ese modo de gestionar las condenas para reducir el procedimiento. No hay justificación ética y legal para quienes no desean reconocer que lo primero ha de ser antes.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

COMPARTIR: