20 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

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Felicísimo Valbuena

Ángel Benito o cómo acertar con el sentido de la vida

Ángel Benito /jjbenitez.com
Ángel Benito /jjbenitez.com

Hay quienes piensan que el sentido de la vida acertado es el de quien sigue durante sus pocos o muchos años la misma dirección. ¿Cuántas veces hemos oído hablar de los hombres y mujeres “de una pieza”?.  ¿O de quienes son “consecuentes”?.

¿De qué le sirve a alguien ser consecuente manteniéndose en el error?

Hay personas que atraen por la fuerza del ejemplo. Y eso está muy bien… muchas veces. Pero no siempre. Don Miguel de Unamuno escribió una novela, San Manuel Bueno, mártir, cuyo argumento copió Graham Green en su novela El poder y la gloria, sobre un sacerdote que, después de perder su fe, siguió junto a sus feligreses al considerar que necesitaban que él siguiese manteniendo la esperanza de los pueblos en los que vivían.

Pues bien, los dos sacerdotes, el de la comarca de Sanabria y el del México del tiempo de la Guerra de los Cristeros, en los años veinte del pasado siglo, no encontraron el sentido de sus vidas en mantener la fe de una religión en la que no creían sino en mantener la esperanza de sus feligreses.

Son dos cosas muy distintas. Hay otros sacerdotes que siguen encontrando el sentido de su vida en dedicarse a la Religión toda su vida. Y lo hacen auténticamente.

Durante las dos semanas que han transcurrido desde el fallecimiento de Ángel Benito, he estado reflexionando precisamente sobre qué sentido de la vida pudo tener él. Y me he reafirmado en lo que llevo pensando desde hace mucho tiempo: El sentido de la vida no es uniforme, lineal, recto.

No tiene una determinación ya fijada por la familia o por otras personas. Si esto fuera así, sería tanto como decir que nuestras vidas son flechas cuyos arcos impulsan otras manos.

Creo que el sentido de la vida de Ángel Benito ha sido participar en consolidar proyectos que podían tener un gran futuro. Primero, el Instituto de Periodismo de Navarra; después, la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense.

Y no es disparatado que nos preguntemos cómo pudo adquirir ese sentido. Creo que bien pudo ser cuando estudió a fondo la vida y obra del pintor Daniel Vázquez Díaz.

En esa voluminosa obra, de cerca de 600 páginas, Benito presentó las pinturas de Vázquez Díaz en La Rábida. Y más que dedicarse a la crítica de Arte, como cualquiera podría suponer, Benito debió de fijarse en lo que históricamente significaban: la puesta en marcha de un gran proyecto como era el Descubrimiento de América, con todo lo que trajo después.

¿Cómo se pasa de ser un estudioso de Vázquez Díaz (1971) a Decano de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense (1981)?

Ángel Benito debió de interpretar muy bien el ambiente de la Transición política española. Los personajes que aparecían en los cuadros de Vázquez Díaz alcanzaron el  sentido de sus vidas mediante la construcción de un Imperio. En la España de la Transición, las personas que querían participar en los cambios lo hicieron a través de la movilidad en los intrincados estratos de una organización moderna. Benito podría haberse dedicado a la Política. Sin embargo, escogió la organización universitaria para conseguir el sentido de su vida.

Tanto la Política como la estructura universitaria están saturadas de símbolos de éxito y poder, pero también de fracaso, retiro prematuro, alienación y corrupción. Vance Packard, que publicó varios libros sobre las organizaciones, sostenía que el ejecutivo busca poder. Eugene E. Jennings, que también escribió varias obras sobre el mismo asunto, afirmaba que el ejecutivo busca, en primer lugar, la satisfacción del trabajo bien hecho. Y que debían esforzarse mucho para mantener su salud mental. Me inclino por Jennings.

Benito sabía muy bien que, si un buen profesor consigue ser funcionario, seguirá 30 o 40 años siendo un profesor excelente. Y al revés, sucederá lo mismo. Los alumnos de varias generaciones tendrán que cargar con un mal profesor. Por tanto, lo que más le preocupaba era atraer a profesores que aportaran valor a la Facultad. Él hablaba con cientos de profesores, pero teniendo presente qué capacidad tenía cada uno para consolidar el proyecto. Animaba una y otra vez a quienes él consideraba personas con potencial y ganas.

Ángel Benito daba mucha importancia a las habilidades de negociación de las personas de su confianza. Estaba convencido de que ser un decano con habilidades políticas ahorraba mucho tiempo y esfuerzos. La Facultad parecía un conjunto de minifacultades: Departamentos de filólogos, sociólogos, psicólogos, historiadores, economistas, abogados y Especialidades en Periodismo, Imagen Visual y Auditiva, y Publicidad.

A todos debía conocer y tratar sus problemas. Y todo esto, en medio de la sobrecarga de interrupciones, situaciones inesperadas, cambios sorprendentes y una larga lista de variables. Por eso, Jennings consideraba indispensable que los ejecutivos mantuviesen la salud mental.

Al final, Benito desarrolló una serie de rutinas victoriosas. Es decir, de normas para encauzar las acciones en una organización compleja. En una expresión más breve: Fue un Decano eficiente. No era un decano dedicado a designar a alguien para que le cuidase la Facultad mientras él se dedicaba a sus planes particulares.

Años más tarde, la Facultad eligió a otro Decano que tenía algunas características que coincidían con las de Benito. Javier Davara estuvo entregado a la Facultad durante casi una década. No le movía el dinero y tuvo unas habilidades políticas excepcionales. Muchos tardamos en darnos cuenta de dos cosas: que su aparente desinterés por el conocimiento era una táctica política más y que administraba el poder en beneficio de todos.

O dicho de otra manera, que buscaba la eutaxia o buen orden social.

Si esto fue así, Benito dio forma a una corriente.

“Eutaxia”, según Gustavo Bueno,  al que hay que acudir cuando los asuntos se ponen interesantes, afirma que ha de ser entendida en su contexto formalmente político, y no en un contexto ético, moral o religioso (“buen orden” como orden social, santo, justo, etc., según los criterios). “Buen orden” dice en el contexto político, sobre todo, buen ordenamiento, en donde “bueno” significa capaz (en potencia o virtud) para mantenerse en el curso del tiempo. En este sentido, la eutaxia encuentra su mejor medida, si se trata como magnitud, en la duración. Cabe pensar en un sistema político dotado de un alto grado de eutaxia pero fundamentalmente injusto desde el punto de vista moral, si es que los súbditos se han identificado con el régimen, porque se les ha administrado algún “opio del pueblo” o por otros motivos. Bueno define la eutaxia como un conjunto de relaciones entre el sistema de planes y programas vigente en una sociedad política en un momento dado y el proceso efectivo real según el cual tal sociedad se desenvuelve.

Es decir, tener sentido de la realidad es indispensable en el responsable de una institución, de una empresa, de un partido político. Benito lo supo tener.

Y creo que debo poner fin a esta reflexión porque seguir desbordaría los límites de espacio de El Cierre Digital me ha ofrecido.

Desde aquí deseo a Marisa Ciriza, su mujer, que el recuerdo de Ángel le ayude a sobrellevar lo cambios dolorosos que siempre son inseparables de los asuntos humanos.

 

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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