25 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Duelo de egos

Duelo entre espadachines.
Duelo entre espadachines.

La competencia suele incentivar la iniciativa. Los indolentes son una rémora para cualquier colectivo, porque frenan o ralentizan las ganas y el tiempo. Podrían llamarse cobardes restando. Los que se pasan la vida sumando para prosperar o ganar inyectan energía al presente, que suele atropellarlo un futuro inmediato. Quienes no aportan ideas denostan la competitividad tratando de impedir iniciativas para domesticar comportamientos e imponer modos de pensar y vivir. Suelen vender esa falsa coartada de la justicia social o igualdad, que no tiene nada que ver con los derechos.

Hasta en una guardería se reta a los demás para afianzar cada rol. El temperamento y la educación van forjando la personalidad, de manera que nos metemos en un laberinto social para compararnos. No es complicado comprender las razones por las que un niño quiere imponer su criterio aprovechando la fuerza o desparpajo marcando pautas basadas en su capacidad para infringir daño. En esos escenarios surgen los líderes, como tantos sumisos, que aguantarán imposiciones de los más aguerridos o malandrines.

Cuando el gallo domina un corral no hay problemas, sin embargo, al aparecer un competidor, que discute su liderazgo, el ambiente se enrarece exigiéndose medidas fulminantes. No hay más que contemplar nuestras vivencias para comprobar que luchar por la influencia o el poder suponen un contratiempo en las organizaciones. Durante mucho tiempo la disparidad de criterios era solventada con armas. La ley del que sobrevive se ha impuesto siempre.

Los avances sociales y sus normas legales han ido suavizando procedimientos para que los perdedores no terminen bajo tierra. Pero ultimar la capacidad del oponente, admita o no su derrota, podría considerarse el modo habitual de acabar con los duelos modernos. En algunos sistemas políticos, que algunos llaman democracias de nuevo cuño, no hay más que meter en prisión al que se opone para impedir que pueda contestar o poner en peligro la influencia dominante. En algunos regímenes democráticos es normal encauzar los prestigios ajenos hasta las cloacas más oscuras.

En cualquier colectivo, por pequeño que sea, incluso en el más reducido ámbito familiar, mancillar el honor puede proporcionar beneficios incontestables. Desenmascarar a los filibusteros, aunque parezca una venganza, no es más que airear el ambiente fétido de la injusticia, pero abrazándose a la verdad y, especialmente, a la presunción de inocencia, que para eso se construyó la legalidad. Los duelos al amanecer, que fueron prohibidos, servían para solventar disputas que la ley no podía. Habrá quien hubiera deseado vivir esos tiempos para saldar cuentas.

Los recursos actuales no consiguen limpiar adecuadamente mucha honra; tampoco los tribunales y autoridades, en demasiados casos, logran solucionar injustas competencias por incapacidad o limitaciones normativas. Hemos contemplado o sostenido duelos de egos toda la vida. Los prudentes, esa inmensa mayoría de gente silenciosa y maleable, escogen bando llevados por conductas o explicaciones que se derraman en la contienda pública. La historia nos ha dejado innumerables ejemplos.

Entre las grandes estrellas del cine, esos enfrentamientos han dejado escritos episodios inigualables. No hace mucho se recordaba el combate abierto entre Jorge Negrete y Mario Moreno Cantinflas, que resolvió una cirrosis hepática. El deporte, como el espectáculo, sirven en bandeja una enorme panoplia de confrontaciones, aderezadas con testosterona, o no, que regalada demasiada carnaza con la que rellenar espacios informativos y tertulias de toda condición. Y en la política más actual, como antes, esos duelos absurdos, que no tienen horario ni espacio, se reproducen inconteniblemente para restar y perder.

Intentar destruir de cualquier modo al oponente, incluso interno, no hace más que derrumbar proyectos sociales. La lucha fratricida, que tan malos ejemplos suele dar, daña ilusiones. En esta industria política, donde todo se considera válido, no hay más interés que amasar poder y recursos.  El camino correcto debería ser sumar para ganar, pero los futuros y expectativas, demasiadas veces, se desangran como consecuencia de ese duelo de egos.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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