
Patio de columnas
José Francisco Roldán
Descubrir electores

Cuando se acerca una consulta electoral para votar a los que serán nuestros representantes de Las Cortes Generales Españolas, donde surgirá el nuevo gobierno, hay quien sospecha que se están jugando algo sucio, a pesar de que muchas triquiñuelas pasan desapercibidas. Los partidos políticos tratarán de convencer a los españoles con derecho a voto con su propaganda y relación de hechos realizados hasta el momento de tomarse una decisión soberana, como es introducir las papeletas en dos urnas.
Generalmente, es el gobierno en funciones quien tiene más elementos para cotejarse, pues ha dictado normas afectando derechos de quienes tienen la potestad de elegir. Votar en España es un derecho, aunque siempre habrá quién lo considere una obligación moral para respaldar las opciones que se ponen en el muestrario de las ideas y, especialmente, de las acciones, que deberían mostrar congruencia. Para muchos votantes los programas electorales no son más que contratos falsificados y no tienen más remedio que optar sabiendo sobre su débil fiabilidad.
Hay estados donde el voto es obligatorio; no hacerlo puede traer problemas al elector, que no lo ha sido. Las encuestas y estudios sobre la previsión del voto en España tratan de hacer sus cálculos partiendo de la cantidad de ciudadanos en condiciones de hacerlo. Cada partido valora presunciones comparando cifras y datos. No es malo recordar que la emigración voluntaria o forzosa aleja a potenciales votantes de su derecho. Hay naciones en el mundo que ocasionan una disminución de votantes opositores al gobierno mediante la coacción política, persecución o exilio forzoso.
Si un gobierno o facción política logra expulsar del país a varios miles de descontentos, sus votos desaparecerán. Hay ejemplos donde mirar. Imponer restricciones legales para votar garantiza restar papeletas incómodas. En otros lugares organizan sus consultas partiendo de un cuerpo electoral que debe ofrecerse a ello, de ese modo se reduce la cantidad para elegir representantes. En España se utilizó el voto censitario, que permitía votar a quienes reunían condiciones especiales, lo que mejoraba las expectativas de las minorías influyentes.
El voto universal masculino se reconoció en España a finales del siglo XIX; el femenino se pudo ejercer en las elecciones generales de 1933. Hay regímenes políticos poco proclives al voto y tratan de manosearlo para conseguir ponerlo de su parte. Otros lo ignoran absolutamente. A diferencia de las elecciones municipales, que amplía el derecho a todos los residentes, aunque no sean nacionales, en las generales se exige la condición de ser español, circunstancia reconocida a extranjeros que reúnen determinados requisitos. El procedimiento es largo y además, se ralentiza por la falta de recursos personales y materiales.
Hay decisiones gubernamentales que determinan un trato de favor para colectivos vinculados históricos con España, lo que se cuestiona en circunstancias especiales, ya que puede haber agravios. Hasta estos últimos tiempos nadie había reparado en el modo de aumentar ese número de potenciales electores para beneficio de alguna opción política tramitando urgentemente la nacionalidad española a los extranjeros. Se capta voluntades entre residentes extranjeros para conseguir mayor respaldo en las urnas municipales, lo que supone discriminar en perjuicio de españoles. Para cualquier observador es evidente que el gobierno en funciones, temeroso de no sumar suficientes votantes propios, decidió nacionalizar con mucha prisa a descendientes de exiliados españoles vinculados a sus postulados ideológicos.
Ha aparecido en prensa la iniciativa oficial para captar votos de brigadistas, que lucharon en nuestra guerra civil de 1936, llamados por la Internacional Comunista. Se incluye en la generosa oferta de obtener la nacionalidad española a sus miles de descendientes. Se trataría de sumar votos afines para rellenar urnas el próximo 23 de julio. Se trata, por tanto, de crear votantes, invertir en nuevos nichos electorales o extraer votos con rapidez. Como nuestros antiguos navegantes, pero con inusitada prisa, parece que pretenden descubrir más electores.
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