25 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

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Sergio Martín Guardado

Castells o la universidad abandonada

El ministro Manuel Castells.
El ministro Manuel Castells.

La pasada semana el ausente ministro Castells, que no desaparecido, ya que cualquier español puede constatar que sigue cobrando su voluminosa nómina mensualmente, comparecía en la Comisión de Ciencia, Innovación y Universidades del Congreso de los Diputados. En ella, soltó aquella fábula que solo él se cree: la del problemita y la diversión. El problemita era que los estudiantes, que habían salido pitando hacia sus lugares de origen, ahora no podían disponer de sus apuntes y materiales, ya que estaban en sus residencias de estudio, porque en España, según Castells y en palabras que atribuía a otro ministro, Grande-Marlaska: “No se mueve nadie”. Según él, la motivación del viaje era la diversión.

¿Diversión? Quienes ejercemos la docencia universitaria y la investigación sabemos, con certeza, que no lo han hecho por diversión. El viaje más bien era una cuestión de necesidad y, si se me permite, de miedo, que de pura diversión. ¿Es diversión ir a casa porque tus padres se encuentran enfermos? ¿Es diversión huir de Madrid por el temor al contagio? Le recuerdo que es probable que tuvieran miedo, ¿qué había cambiado? Si su Gobierno se empeñó y desempeñó en negar el peligro semanas antes… ¿Es de recibo irte a casa porque el abuelo o la abuela se están muriendo? En definitiva, el móvil del viaje era la necesidad de ayudar a la familia, no se que jolgorio ve usted en una crisis sanitaria que, a pesar de ser negada y renegada por el Gobierno, ya creaba miedo entre el estudiantado, que dejaba de ir a clase y yo se lo puedo constatar porque fui testigo de ello, como muchos docentes. Por tanto, empecemos por el respeto y abandonemos la soberbia.

El ministro Castells.

Usted está tan alejado de dar soluciones como aquellos que le criticaban por llevar camiseta y no camisa, una cosa tan absurda como negar su brillantez y capacidades intelectuales como gran sociólogo que es. Esa es la falta de abnegación de la clase política española y, especialmente, del Gobierno. Pero le diré algo: es ahora ministro y no un intelectual que pueda renegarse, como la mayoría, a criticar y reflexionar para no ser escuchado, ahora es político. Usted siempre fue amigo de decantarse, en sus tiempos de universitario y no de maestro de la propaganda, por la utopía frente a la realidad. Baje a la tierra, ministro Castells. Debe tomar decisiones y no esconderse tras la autonomía de las Comunidades y de las Universidades, porque autonomía en ningún caso puede significar abandono. Parece que su cartera sigue tan vacía como el primer día.

El suyo, tomando palabras que usted mismo dejó por escrito, es un Gobierno de izquierda tradicional, demasiado tradicional y antigua, “que moviliza, que genera simpatía entre la población (cada vez menos), pero no consigue resultados concretos en medio de una crisis (día a día más grave) que exige soluciones”. Recuerde que no puede reducir el futuro de las universidades a la enseñanza online o la enseñanza híbrida, a caballo entre lo presencial y lo virtual, porque eso no es normalidad, es más de su “nueva normalidad”. ¿Cree usted que la Universidad de Salamanca sobreviviría 800 más sin su enseñanza primaria, la presencial? La universidad virtual es una de esas utopías que, como su “sociedad red” es “más manipulable y monitorizable”. Le recuerdo que usted dijo también que “la función de las instituciones es liberar el poder innovador de las personas” y, en esa línea, soy de esa mayoría incomprendida por su Gobierno que defiende que el pensamiento crítico y su pleno desarrollo exige la presencialidad como regla general y no como excepción. No olvide aquello de que a pesar de estar en un momento en que “las tecnologías potencian la libertad, es a la par el tiempo en el que se pretenden colocar mayores controles”; porque el difícil control de internet no supone, sin embargo, dificultad para vigilar el mensaje. Porque en internet, “la información es poder y la comunicación contrapoder”. Todo esto lo ha dicho usted, ¡que hipocresía señor Castells!

Este Gobierno, el más intervencionista y recortador de libertades, es el menos social. Han dejado solos a los profesores, a los estudiantes y, en definitiva, a la comunidad universitaria. Pero eso sí, comunicación y postureo, por aquello del contrapoder. Pero hacer se ha hecho poco. Su política ante la crisis y, prácticamente durante todos estos meses, ha sido la de proclamar la necesidad de reducir los precios públicos, las mal llamadas tasas. ¿Cómo? De nuevo utopía sin previsión de ingresos públicos tangibles, pero qué narices va a hacer un Gobierno que prefiere estar en situación de anormalidad irreal que de dar soluciones reales. El Presidente centrado en mantener la silla, a toda costa, llevándose por delante todo, cueste lo que cueste y, ¿por qué no? También la universidad, qué mas da. ¿no? Si ustedes siguen cobrando. Su ministerio es un “ministerio cuota”, la cuota de Podemos. Un ministerio que no sirve para nada, un ministerio que abandona, que perjudica. Le recordaré que los presupuestos no salen, no porque se bloqueen, porque los presupuestos son ley y, como ley que son, ahí no vale el decretazo y la imposición, hay que pasar por el Parlamento, al que tanto miedo tienen como a negociar y dialogar. Abogan por las críticas constructivas sin entender que todo lo que no sea idéntico a lo que piensan es destructivo, con ese pensamiento, piense: ¡quizás los destructores son ustedes! No hay verdad absoluta en política.

Convertido en político

Hay que escuchar antes de hablar y no hablar sin escuchar, si es universitario debería saberlo, pero creo que ya se ha convertido en político, demasiado rápido, ¿verdad? Si no, ¿por qué proclamaba aquello de pactar la evaluación con los estudiantes? No se trataba de pactar sino meramente de escuchar, cosa que muchos hemos hecho. Y le puedo asegurar que la gran mayoría de los alumnos lo pueden constatar. Así que, menos soberbia y más empatía ministro. Más hecho y menos palabras, más acción y menos (falsa) comunicación. Abandonan a la España rural, que no vaciada sino abandonada, porque vacía no está. Han dejado solas a las universidades en esta política social, también a las Comunidades Autónomas, porque por mucho que se anuncien millones no llueven del cielo. Ya que les gusta coger partes de la Constitución, olvidando que es un sistema, recuerde aquello de la igualdad, valor superior del ordenamiento y principio que debe inspirar el quehacer diario del poder público. No vendan que van a dar becas a tutiplén y que van a eliminar las tasas, porque no es cierto. ¿Cómo se paga? Ante esto no tienen un plan. No hay plan “b”, pero tampoco “a”. El plan es la utopía. Las transferencias sin financiación no son descentralización, es escurrir el bulto. ¡Que venga Europa! ¿No? Además, no dependen de usted sino de las carteras de la señora Celaá y de la del señor Duque, que cada vez que hablan, suben el pan. General desconfianza e inseguridad, en lugar de ayudar perjudican.

No me mueve ningún fin político, sino que lo hacen el mismísimo y más puro sentido critico y el sentido común. Traslado las palabras que Cervantes regaló a Salamanca para el resto de las ciudades universitarias españolas, que son destino de miles y miles de estudiantes de todo el mundo; ciudades que, como la capital charra, están llenas de “gente moza, antojadiza, arrojada, libre, aficionada, gastadora, discreta, diabólica y de humor”. Esas ciudades que como Granada y muchas otras viven por y gracias a la universidad. Por eso, no basta con la universidad virtualizada y, así, desnormalizada, la universidad es naturalmente presencial. Sólo con la imprescindible presencialidad está garantizado al máximo el pensamiento libre, porque recuerde que “la libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos” y que sólo manteniendo una universidad presencial y, por tanto, real; sólo así puede acabarse con la España abandonada, manteniendo estas ciudades tan cercanas a lo rural. La universidad no acaba en Madrid o Barcelona y sus luchas inspiradas por la mala y más vieja política, que parece ser la suya.

Le recomiendo que aprenda del rector de la Universidad de Salamanca, uno de los primeros sino el primero en suspender las clases fuera de Madrid y, el primero, en bajarse el sueldo, no porque sea él, tampoco por sus palabras, sino por sus hechos y su humanidad. Aprendan sobre todo de esto último, acabar con la soberbia empieza así, con empatía, bajando del pedestal y la soberbia, si no ha olvidado que es universitario. Liderazgo, iniciativa y coordinación es lo que le hace falta ministro, para no seguir abandonando a nadie, porque sí: a las universidades las están dejando atrás. Mi universidad, como tantas otras, al contrario que ustedes, no han abandonado a nadie y mucho menos a sus estudiantes. Están haciendo más política social que el Gobierno, que vive en la utopía y no quiere afrontar la realidad. Si siguen abandonándonos, los españoles les abandonaremos a ustedes, tomen nota, usted y toda la clase política. Empiecen ya a parecerse a la ciudadanía, llegan tarde y si nos seguimos sintiendo abandonados, nos moveremos.

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