19 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Embudos

Una persona lúcida descubrió el embudo a finales del siglo XIX para introducir líquidos con velocidad y eficacia dentro de recipientes con abertura reducida.

Salvando mucha distancia y sentido, podríamos buscar semejanza con el procedimiento para seleccionar personas según su condición o capacidad. Nos pasamos la vida superando retos con arreglo a los distintos modos de pensar o hacer. Las exigencias imponen pasar por el tamiz de la competencia. Los enemigos de la meritocracia, que viven del cuento o esfuerzo ajeno, admiten el tamizado ideológico como modo de lograr ventajas. Una vez en el poder, no dudan en colocar embudos para asegurarlo.

Los mayores recordamos aquellas reválidas de cuarto y sexto de bachiller, cribas académicas para derivar estudiantes hacia el mercado laboral. Muchos son los llamados y pocos los elegidos, lema en las oposiciones para administraciones públicas o selección en empresas privadas. Hay quien tiene la osadía de decir que las oposiciones más complicadas están vedadas a las familias sin recursos económicos. Habrá que preguntar a muchos profesionales cualificados cómo estudiaron y trabajaron para lograr entrar por el largo y angosto tramo final del embudo.

El embudo social al que aluden quienes distinguen entre ricos y pobres no tiene mucho que ver con el amplio catálogo de méritos y sacrificios que se hacen para lograr labrarse un futuro exitoso. Los gandules suelen conseguir sueldo con otros medios menos edificantes. Los sinvergüenzas suelen cometer delitos. Y ahí están las acepciones de tramposo, enredador y mentiroso, vinculadas al concepto de embudo. La mayoría de los ciudadanos han padecido alguna vez las consecuencias de relacionarse con semejantes personajes.

Sin embargo, en el elenco político, donde hay gran cantidad de gente honrada, los peores asumen el papel protagonista con excelentes interpretaciones. Un buen número de ellos ha sabido sortear el estrechamiento con habilidad para llegar al angosto hueco de los elegidos aplastando a cualquiera. Estamos contemplando una tragedia social sin paliativos, donde esa parte que denominan clase media trabajadora está dejando de ser trabajadora y clase media a costa de intentar mantener el empleo y pagar una serie de abusos de todo tipo sin herramientas eficaces.

Las voces hipotecadas explican noticias al servicio absoluto de los que nos llevan en esta deriva penosa solapando realidades con propaganda infecta. Nos quieren aplicar la ley del embudo, que cambia, absolutamente, el sentido de la definición conocida. Esos tramposos, mentirosos y enredadores, ante los graves problemas que atenazan a nuestra sociedad, toman posiciones en la parte más amplia, donde nada aprieta, es más, sacan provecho injusto y se benefician con descaro, olvidando su obligación moral y legal de ser ejemplares.

Esa clase social privilegiada, que supone el referente ideológico y político de muchos ciudadanos, algunos abducidos por una devoción desmesurada, se suben los sueldos por encima del resto sin ningún recato, y acaparan prebendas y recursos para sortear con soltura cualquier contratiempo financiero. Algunos bienintencionados, que se oponen, deben asumir el resultado de las sucesivas operaciones matemáticas parlamentarias, aunque, en ocasiones puntuales, se suman a las ventajas desproporcionadas, que abochornan a conciencias éticamente normales.

Una parlamentaria, hace tiempo, aunque las redes suelen repetirlo, denunciaba desde el estrado cómo sus señorías cobraban dos mil euros mensuales para sufragar desplazamiento, alojamiento y manutención; por cierto, las cafeterías de las cámaras tienen ofertas. Esas dietas no se declaran en el IRPF, porque pagan gastos para vivir en Madrid. Nadie se ha detenido a explicar por qué cobran alojamiento los diputados y senadores que tienen su domicilio habitual en la capital de España. Tampoco se ha preguntado demasiado, y contestado, si nuestros parlamentarios cobraron los dos mil euros mensuales por viajar, dormir y comer en Madrid durante los meses en que Las Cortes Españolas estuvieron cerradas. Eso sí es otro de los embudos.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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