18 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

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Paco de Domingo

El corredor de la suerte

Podríamos establecer alguna controversia sobre si es lo mismo morir que perder la vida debido a que la segunda propuesta parece que nos remitiría a nuestra extinción debido a un extravío fortuito por un descuido, en tanto que la primera resulta a primera vista como un hecho inexorable al que estamos condenados de por vida.

Quien sí habrá tenido tiempo suficiente para validar esta disyuntiva es Pablo Ibar, el ciudadano hispano-norteamericano que lleva veinticinco malditos años de sus cuarenta y seis benditos ´abriles´ pringado en un proceloso proceso judicial abierto contra él por un ¿delito de sangre? cometido contra tres ciudadanos en USA.

De los últimos cinco lustrosos lustros dieciséis años los ha disfrutado en lo que llaman corredor de la muerte, una suerte de estancia, que no sabemos si se encuentra más cerca de Pinto que de Valdemoro, a la americana pero sin chaqueta de vestir, ataviado con el mono naranja y esposado a una condena que en su caso sí vale la pena.

En el último capítulo de su azarosa existencia un jurado compuesto por ocho mujeres y cuatro hombres ha establecido en la tómbola de su veredicto que el premio que le corresponde es una tira de años en el trullo; concretamente todos aquellos que le resten por delante, pudiendo, eso sí, mirar hacia atrás con toda la ira que le venga en gana.

Gracias a la benevolencia de uno de sus miembros se ha visto exonerado de la pesada e irreversible carga de la incompatibilidad con la vida. La falta de unanimidad de los ´docenados´ le ha brindado la posibilidad de seguir castigando a los contribuyentes del estado de Florida, quienes gracias a sus tasas continuarán sufragando su vitalidad pasándole una pensión de manutención con derecho a alojamiento en el pertinente establecimiento penitenciario.

No hay enemigo pequeño ni minorías que no puedan impulsar un ápice de sensatez a la hora de cuestionarse la insumisión contra un sistema mostrándose disidentes con las cuestionables normas que facilitan la privación del bien más preciado a sistemas presunta y ampulosamente democráticos.

Es posible que la sufrida familia del condenado se haya encomendado a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, patrona de los Corredores de Seguros, como única póliza de vida para evitar el retorno al corredor de la muerte, cuyo agrio sabor bien conoce habiéndolo paladeado durante dieciséis largos años de incertidumbre.

Pablo Ibar lleva luchando casi la mitad de su sufrida vida por la supervivencia, justo al contrario que su tío el morrosko de Cestona, portero de discoteca “Pentágono” (Burgos) después del cuadrilátero, quien se sometió a su propio juicio, o a la ausencia de este, propiciando su noqueo precipitándose al vacío el año de los JJ.OO. en Barcelona estableciendo su récord en caída libre.

Su cuerpo de abogados intentará despojarle del pringoso cetro del encarcelamiento del suyo. Ahora que vuelve a estar en boca de la actualidad puede salivar con las aguijonadas mieles del corredor de la suerte.

¡A por todas!

Paco de Domingo

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