28 de marzo de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Probidad

La casa de Ciudad Real en la que un anciano disparó a un asaltante.
La casa de Ciudad Real en la que un anciano disparó a un asaltante.

Para un porcentaje significativo de la población la palabra probidad es desconocida, pero no por eso dejar de ser muy importante. Se trata de una característica de las personas probas y honradas, sinónimo de integridad, honorabilidad, rectitud y moralidad, situando a quienes no la practican en el deshonor.

No corren buenos tiempos para la probidad moral y material, como dirían algunas leyes, empeñadas en tratar de corregir desviaciones que nuestros referentes sociales se empeñan en recorrer. Soportamos en estos días una crisis muy grave que nos hace dudar de la eficacia en un sistema legal, porque son demasiados ejemplos que resumen el paradigma del deshonor sin contestación, es más, en numerosas ocasiones, atacar a la probidad supone un plus para escalar puestos de relevancia social.

Los hay que se acogen a esos estereotipos del colmo haciéndonos imaginar a los conejos disparando contra las escopetas. Cuando el sentido común se solapa con discursos aceptados, que no tienen nada que ver con la honorabilidad, las consecuencias accionan gravemente alarmas afónicas con poca sensibilidad. Los delincuentes de siempre, como esos que se enfundan cualquier tipo de guante, se han apoderado de la influencia para quebrantar limpiamente leyes y principios, que imaginábamos sagrados o perfectamente pertrechados para exigir un reproche penal.

Son demasiadas coincidencias que determinan el colapso de lo correcto aportando fortalezas al despreciable deshonor. No se posible entender que la prisión preventiva se aplique del mismo modo a los autores de un asesinato por el ensañamiento con el que mataron a un chico indefenso, y a un vecino, veterano de la vida, protegiendo su casa, injustamente allanada por un delincuente peligroso.

Las normas legales y su aplicación no deben ser la conclusión gélida de una operación matemática. La sensibilidad debe ser graduada en diversas secuencias que nos permitan valorar variables subjetivas para calcular adecuadamente el resultado. El mensaje puede resultar pernicioso para quienes consideran una cuestión de honor la defensa de su familia y bienes, sobre todo cuando un desconocido osa invadir los sagrados terrenos de la intimidad.

Nadie pretende justificar una supuesta justicia particular ni la respuesta criminal desproporcionada, se trata del secular debate sobre la legítima defensa, esa controversia inminente entre probidad y deshonor. No debería suplantarse el respeto a derechos fundamentales con la simplista evaluación de un final contrastado porque, en algunos casos, que deberían ser más, pierde el agresor frente a la acción defensiva de su víctima.

Muere el asaltante, por cierto, muy peligroso, y aplicamos al causante, que era su víctima, la presunción de ser un criminal. Es justo considerarle, en principio, afectado por la presunción de haber actuado en su legítima defensa, al menos en el momento de tomar la decisión de ingresarlo en prisión. Un ciudadano que ha defendido su casa, como su vida, en situación de crisis traumática gravísima, al menos esas son las variables a estudiar, merece un trato distinto al que se hubiera aplicado si lo hubieran matado a él.

Partimos del final contrastado para explicar deficientemente el principio y desarrollo de una secuencia trágica. Un refrán castizo dice: A cojón visto, macho seguro. Inexorablemente, valorar la conclusión del incidente para meter al autor entre rejas sin más consideraciones puede venir a cuento. Queda para los siguientes momentos procesales oportunos estudiar todos los detalles y explicaciones que podrían justificar el comportamiento de una persona amenazada en su vivienda particular protegiendo su vida, aunque esté equivocado, y eso habrá que verlo.

Si un asaltante supiera que está poniendo en riesgo su existencia, valoraría detenidamente la opción de entrar a robar, sobre todo si hay gente dentro de una casa. Para la mayoría proba no hay más conducta que una defensa decidida. Esperamos más noticias del suceso, que los medios de comunicación difundirán para determinar si el autor de los disparos actuó con congruencia, oportunidad y proporcionalidad para aceptar circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, como es la legítima defensa o el miedo insuperable.

Es difícil imaginar los condicionantes de una invasión violenta en casa. Y mientras discutimos la desproporcionada medida que significa ingresar a este hombre en prisión preventiva, continuamos conociendo crímenes execrables perpetrados en cualquier calle española, donde los vecinos exigen, desesperadamente, protección y respuestas más eficaces para enfrentarse a quienes no son personas probas.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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