
Patio de columnas
José Francisco Roldán
El albero político

En pocos lugares del mundo sería oportuno recurrir al lenguaje taurino para tratar de comprender determinados comportamientos. En el ámbito político se puede admitir todo tipo de similitudes con lo que se puede observar en un ruedo. El albero es un lugar privilegiado sobre el que muchos sabios han sido capaces de definir virtudes y desgracias, que han significado lo mejor y peor de la condición humana.
Podríamos imaginar una contienda electoral sobre el recinto redondo de una plaza de toros. Los primeros espadas, asistidos por sus respectivas cuadrillas, se desenvuelven con dispar capacidad haciendo frente a los cuernos astifinos de una problemática social henchida de drama y tragedia. En esa contienda ideológica, o pura técnica, es imprescindible tener valor y responsabilidad, esa que solamente pueden tener los seres cabales, esos que deberían anteponer los fundamentos del bien colectivo a su egoísmo traidor.
Entre los asientos, los espectadores contemplan el modo de lidiar de sus figuras. Para algunos, seguidores acérrimos del maestro elegido, no importa si actúa correctamente o trampea con los instrumentos de tal suerte. Desde otros tendidos, predispuestos en coral, nada será correcto, por muy bien que lo pueda hacer. La mayoría, experta o no en tauromaquia, observará con atención el variado protocolo de lances, que los diestros dibujan sobre la arena.
No faltan turistas y los que no saben nada al respecto, pero se dejan llevar por las muestras de desacuerdo o adhesión regaladas a su alrededor. Hay toreros, soberbios como nadie, que ignoran la respuesta del respetable, porque tienen muy claro lo que desean conseguir para beneficio de su carrera profesional. Siempre habrá una cla dispuesta para alabar hasta el descaro cualquier maniobra, por simple que parezca, enalteciéndola como el esplendor de un arte inconmensurable.
Los críticos, esos que no se ponen delante del toro, pero conocen la teoría publicada por Cossío, someten a la consideración general sus opiniones más sinceras, aunque los hay que reciben el consabido sobre para desviar el objetivo de sus reproches o alabanzas. Los toreros políticos tienen la tentación de engañar al respetable esquivando la entrada del astado social simulando riesgo y arte, pero no son pocos los que denuncian su tramposa manera de acercarse al lomo cuando los cuernos han dejado de peligrar.
Pases falsificados, naturales que no lo son, sin cruzarse por delante, asomando la punta de la muleta para evitar riesgos, desorientar al astado para justificar su inoperancia, desangrándolo para que no tenga capacidad de respuesta, en fin, todo tipo de triquiñuelas que algunos perciben después de haber pagado su entrada, algunas muy caras, para ver una lidia limpia y de calidad. Es lógico imaginar a los críticos sobornados ensalzando un simple muletazo con la derecha para justificar esa torería del estafador. Tampoco deberíamos atender las algaradas injustas de esas comparsas afeando todo para reafirmar una solvencia, que no lo es. El ruedo ibérico, que tanto arte y riesgo regala, puede estar en manos de timadores oportunistas, que negocian los carteles en las ferias importantes proporcionando toros sencillos y de poca peligrosidad dejando a los que no tienen padrino los más peliagudos.
El último arrastre pone las cosas en su sitio. El respetable muestra su preferencia y opinión como si estuviera votando. Los maestros, tras desplantes y torear con mayor o menor compromiso, reciben la ovación, los pitos o esa lluvia de almohadillas, que supone el desprecio total. Hay quienes sienten el fracaso con rigor y deciden mejorar en la siguiente corrida. Las cuadrillas conspiran para recuperar el buen tono en una lidia posterior. Otros ni sienten ni padecen; les da igual, tienen muy claro que han de mantener el primer puesto del escalafón a toda costa.
Más sobornos, más miembros en la cla y fieles seguidores repartidos por la plaza. Hay que mentir sin remilgos, reproducir críticas y comentarios insistiendo sobre el agasajo sin freno a la figura inigualable, el mejor torero de la historia, el paladín del arte, ídolo de masas, torero moderno, ajeno a lo ancestral, progresismo sin igual en este albero político.
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