26 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Inventarios

"Cada nación estará haciendo cuentas para conocer las bajas ocasionadas en esta pandemia".

Cuando escarbamos en el terreno endurecido por tantas experiencias, sin poder evitarlo, entre determinados sentimientos, que excitan reproches puntuales, con resquemor, regresamos a los acontecimientos peores. A pesar de la resistencia consciente, el puñetero compromiso con no se sabe qué ni porqué nos impulsa a seguir enviando alaridos de impotencia hacia cualquier lugar que al menos no sea la absoluta nada. Algunos no pueden, y no deben, callar ante tamaña retahíla de estratagemas disfrazadas del boato falso, que esconden esa verdad incontestable que debería prevalecer, por mucho poder que represente el pensamiento autoritario de ideologías pertrechadas a base de clientelismo y soborno.

Hace más de cincuenta años vivíamos en la calle Onésimo Redondo -ahora Antonio Machado-, entre Pedro Coca y Ríos Rosas, en Albacete -ya no existe la casa-. Recuerdo a mi padre manipulando la calculadora, con rodillo de papel y manivela, anotando cifras con lápiz en unas enormes hojas cuadriculadas. La goma de borrar resolvía los descuadres frecuentes tras sumar horizontal y verticalmente. Le ayudaba en aquella engorrosa tarea de calcular el importe total de los artículos almacenados dentro del Economato de la Policía Armada después de hacer inventario. Muchas noches se alargaban cuando el plazo previsto para dar explicaciones a sus jefes iba reduciéndose. Es bueno arañar en la memoria para entender qué significaba hacer cuentas periódicas para conocer la realidad, resolver problemas, aclarar dudas y diseñar objetivos. En muchas ocasiones constatamos fallos y nos ponemos a buscar el modo de solucionarlos. El periodo para inventariar es determinado por quienes dirigen las organizaciones.

En estos días nuestras autoridades se muestran benefactoras y complacientes con los colectivos más castigados y muy comprometidos en la lucha trágica que están enfrentando. Observamos con cierta suspicacia lo que parece un blanqueamiento de conciencias e imagen. Se ha difundido con esmero la inauguración de monumentos, homenajes y actos de reconocimiento diversos cuando parece que recuperamos cierta normalidad, que ya no lo será. Podríamos considerar que es el momento procesal oportuno para realizar algunos inventarios. Cada nación estará haciendo cuentas para conocer las bajas ocasionadas en esta pandemia del diablo. Habrá que diferenciar entre contagiados, enfermos, en especial los crónicos, y muertos. En sus espacios geográficos y administrativos, sus responsables, habrán confeccionado el inventario de reproches, impericias y errores emanados de un tiempo especialmente doloroso, que merece la pena mantener en la memoria colectiva.

No estaría de más realizar el balance de fallecidos con arreglo a las normas que dictó en su momento la OMS, y que España esquivó reduciendo artificialmente su coste en vidas. Nadie parece entender esa especie de competición entre naciones comparando la macabra contabilidad, porque el contrincante no es otro que la muerte. Habrá que cuantificar trámites y gastos para recuperar esos millones de euros, que España abonó a determinados proveedores por materiales defectuosos, fruto de la improvisación y falta de control en una desordenada escalada de compras entre filibusteros, donde se embarcaron las regiones cuando el Estado colapsó, pues pareció haber olvidado completar el inventario de empresas españolas fabricantes y suministradoras de recursos sanitarios. No estaría de más relacionar a los señalados por el dedo de la fortuna, que sacaron ventajas en un provechoso negocio.

"El Estado pareció haber olvidado completar el inventario de empresas españolas fabricantes de recursos sanitarios".

Es tiempo de redactar el inventario de promesas incumplidas, que tanta frustración ha producido en muchos ciudadanos, como traiciones retorciendo argumentos para justificar lo injustificable y regalar desprecio a raudales. Algunos colectivos reclaman el cálculo de ingratitud hacia las víctimas del terrorismo, donde estaría clasificado un extenso repertorio de indignidades propiciando un relato falsificado. No debe olvidarse el inventario de autónomos abandonados, empresas cerradas y trabajadores olvidados engrosando las peticiones de empleo.

Hay que concretar inventarios en los que señalar maniobras para conservar el poder y argucias pergeñadas por los que pretenden conseguirlo. Por cierto, según parece, algunos servicios estatales buscan calculadoras con manivela. Debemos sumar y restar emociones, sobre todo cuando tratamos de cuantificar a los que mueren en el entorno cercano y afectivo; retahíla de ausencias en aumento, como las vivencias que atesoramos cada día para completar, cada uno como puede, sus propios inventarios.

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