28 de marzo de 2024
|
Buscar
FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

Julio Merino

El primer artículo de Pío Baroja en la Prensa de Madrid

Hoy me complace reproducir para "El Cierre Digital" el primer artículo que Pio Baroja (Don PÍO) escribió en la Prensa de Madrid y que tuve la suerte de encontrar en la Hemeroteca Municipal hace 60 años. Fue en la “Revista Nueva”, segundo número, 1899 (en las “Obras completas” aparecería indebidamente con el título de “Nihil”). Era la etapa anarquista de Baroja, cuando se unió con “Azorín” y Maeztu en el “Grupo de los Tres”. El artículo, con el titulo que le puso el propia Baroja, es este:

SIN IDEAL

Había encendido una hoguera con hierbas secas, y, acurrucado, envuelto en una capa harapienta, calentaba su cuerpo enflaquecido… Era un viejo pálido y triste, extenuado y decrépito; su mirada fría parecía no ver lo que miraba; su boca sonreía con amarga tristeza, y toda su persona respiraba tristeza, toda su persona respiraba decaimiento y ruina. Una inmensa angustia se leía en su rostro; sus ojos contemplaban pensativamente las llamas; luego, el humo que subía y subía; después sus pupilas se clavaban en el cielo negro, animadas de una incomprensible ansiedad.

Dos embozados se acercaron al hombre; uno de ellos tenía el pelo blanco y el paso vacilante; el otro demostraba en sus ademanes su juventud y su vigor.

    ¿Qué bulto es éste? —preguntó el viejo—. ¿Es un perro?

    Es igual. Soy yo —contestó el hombre acurrucado.

EL VIEJO.— ¿Y tú quién eres?

UNO.— Soy Uno.

EL VIEJO.— ¿No tienes otro nombre?

UNO.— Cada cual me llama como quiere; unos, Hambre; otros, Miseria; también hay quien me llama Canalla.

EL JOVEN.— ¿Qué haces aquí a estas horas?

UNO.— Descanso. Pero si os molesta mi presencia, me iré.

EL VIEJO.— No; puedes quedarte. Hace frío. ¿Por qué no te recoges?

UNO.— ¿A dónde?

EL VIEJO.— A tu hogar.

UNO.— No tengo hogar.

EL JOVEN.— Trabaja, y lo tendrás.

UNO.— ¡Trabajar! ¡Mirad mis brazos! No tienen más que piel y huesos; mis músculos están atrofiados y mis manos deformadas. No tengo fuerza. Aunque la tuviera, tampoco trabajaría. ¿Para qué?

EL JOVEN.— Para alimentar a tu familia; ¿es que no la tienes?

UNO.— Como si no la tuviera. Mi mujer ha muerto. Mis hijas están ahí. (Señalando el castillo.)

¡Eran hermosas! Mis hijos están también ahí. Son fuertes y defienden la fortaleza de las acometidas de nosotros los miserables y los desesperados.

EL VIEJO.— ¿Protestas? ¿No sabes que es un crimen?

UNO.— No protesto. Me resigno.

EL JOVEN.— Esa resignación forzada es peor que la protesta misma.

UNO.— A pesar de eso, me resigno.

EL VIEJO.— (Después de una pausa.) ¿Es que no crees en Dios?

UNO.— Creo hasta donde puedo. Antes más que ahora; pero desde que éstos (Señalando al joven.) me convencieron de que el cielo estaba vacío, huyeron mis creencias. Ya no siento a Dios por ninguna parte.

EL JOVEN.— Sí, es verdad. Te hemos arrancado ilusiones. ¿Pero no te hemos dado, en cambio, nuevos entusiasmos? ¡La Humanidad! ¿No crees en la Humanidad?

UNO.— ¿En cuál? ¿En la vuestra? ¿O en la de ese rebaño de hombres que os sirven como bestias de carga?

EL VIEJO.— ¿Y en la Patria? ¿Serás tan miserable para no creer en ella?

UNO.— ¡La Patria! Sí. Es el altar ante el cual sacrificáis nuestros hijos para lavar vuestras deshonras.

EL JOVEN.— ¿No tienes fe en la Ciencia?

UNO.— Fe, no. Creo lo que he visto. La Ciencia es un conocimiento. Un conocimiento no es una fe. Lo que yo anhelo es un ideal.

EL JOVEN.— Vivir. La vida por la vida. Ahí tienes un entusiasmo nuevo.

UNO.— Vivir por vivir. ¡Qué pobre, qué pobre idea! Una gota de agua en el cauce de un río seco.

EL JOVEN.— Pues entonces, ¿qué ansías? ¿Cuáles son tus deseos? Tus ambiciones son más grandes que el Universo. ¿Esperabas que la ciencia y la vida te dieran nueva fuerza, nueva juventud, nuevo vigor?

UNO.— No. No esperaba nada de eso. A lo que aspiro es a un ideal. Ya veis. Los del castillo necesitáis comer, nosotros os proporcionamos alimentos; necesitáis vestidos, nosotros os tejemos ricas y hermosas telas; necesitáis entreteneros, os damos histriones; necesitáis satisfacer vuestra sensualidad, os damos mujeres; necesitáis guardar vuestros territorios, os damos soldados. Y a cambio de esto, ¿qué os pedimos a vosotros, los inteligentes; a vosotros, los elegidos? Una ilusión para adormecernos, una esperanza para consolarnos; un ideal nada más.

EL VIEJO.— (Al JOVEN). Nos puede ser útil la inteligencia de este hombre. (A UNO.) Oye, Uno. Ven con nosotros. Ya no te engañaremos con fingidas promesas. Tendrás a nuestro lado paz, tranquilidad, sosiego…

UNO.— No, no. Un ideal es lo que necesito.

EL JOVEN.— Ven. Vivirás con nosotros la vida activa, enérgica, llena de emociones. Te confundirás en el infernal torbellino de la ciudad, como esa hoja que cae del árbol, con la hojarasca que danza frenéticamente en el aire.

UNO.— (Mirando al fuego.) ¡Un ideal! ¡Un ideal!

EL VIEJO.— Saborearás la calma de la vida de aldea, de esa vida de costumbres dulces y sencillas.

Podrás gozar del silencio del templo; de los perfumes del incienso que salen a bocanadas de los incensarios de plata; de las reposadas notas del órgano que, como voces de Dios Todopoderoso, se esparcen por los ámbitos de la ancha nave de la iglesia.

UNO.— ¡Un ideal! ¡Un ideal!

EL JOVEN.— Tendrás los mismos derechos, las mismas preeminencias…

UNO.— (Levantándose.) No quiero derechos, ni preeminencias, ni placeres. Quiero un ideal adonde dirigir mis ojos turbios por la tristeza; un ideal en donde pueda descansar mi alma herida y fatigada por las impurezas de la vida. ¿Lo tenéis? No… Pues dejadme. Dejadme, que mejor que contemplar vuestros lujos y vuestros  esplendores, quiero rumiar el pasto amargo de mis pensamientos y fijar la mirada en ese cielo negro, no tan negro como mis ideas…

EL VIEJO.— Está loco. Hay que dejarle.

EL JOVEN.— Hay que dejarle, sí. Está loco. (Se van.)

UNO.— (Se arrodilla.) ¡Oh sombras! ¡Fuerzas desconocidas! ¿No hay un ideal para una pobre alma sedienta como la mía?

Por la transcripción Julio Moreno

                                                                      

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

COMPARTIR: