29 de marzo de 2024
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Vergüenza ajena II

Una buena parte de ciudadanos despierta escuchando las noticias que aparecen en medios informativos distintos y distantes ideológicamente. Esperan mantener esa posibilidad. Hay agoreros que nos anuncian, porque temen más de lo que comprueban, una sistemática ocupación para unificar los mensajes que mejor puedan servir a los dictados totalitarios. Para la mayoría, por el momento, supone una complicada estrategia política, siempre y cuando los sectarios intransigentes no tengan en sus manos los resortes del poder económico en una sociedad que sigue apostando por grandes cuotas de libertad.

No podríamos decir lo mismo en algunas partes de España, donde la complicidad entre la influencia política y quienes sustentan la capacidad de expresar ideas con su dinero está perturbando gravemente el ejercicio de las libertades. Y si esa influencia indirecta no consigue enmudecer a una parte de los medios de comunicación, la extorsión descarada será ejercida sin miramientos. No debemos dejar a un lado la subvención pura y dura, los contratos discrecionales asignando pagos por la publicidad institucional o de empresas controladas por eso que podríamos denominar sin remilgos una organización cuasi criminal.

Atacar la libertad de expresión, aunque ya van habiendo sus dudas, no ha dejado de ser una ilegalidad. Para ejemplo, el silencio interesado de algunos periódicos catalanes sobre la despreciable relación contractual entre el Fútbol Club Barcelona y las empresas del antiguo vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros y su hijo, pendiente de investigar lo que se califica como corrupción entre particulares, es decir, si algunos árbitros ayudaron al equipo barcelonés para que no perdiera partidos.

Los oponentes mediáticos han sacado una serie de datos objetivos, referidos a un periodo temporal determinado, en los que se aprecia una ventajosa racha favorable a los intereses culés. Sus defensores intercalan argumentos que justifican una época en la que el equipo barría a los oponentes con su juego y eficacia, que nada tenía que ver con una inventada ayuda arbitral. Nada que objetar a la adhesión inquebrantable, aunque, en algunos casos, podría asociarse a una tremenda falta de criterio, parecido al adoctrinamiento, que suele convertir a seres racionales en defectuosamente reflexivos y huérfanos de formación, lo que hace muy sencillo manipular sus entendederas.

El Boletín Oficial del Estado sigue vomitando despropósitos con una incontinencia demencial. Cualquier ley escandalosamente arbitraria, en pocos días, es solapada por otra sarta de barbaridades, que escandaliza a generaciones acostumbradas a cierta congruencia entre la realidad y el ejercicio legislativo. Una matemática parlamentaria, fortalecida por el interés tribal o personal, produce una serie de abusos inconmensurables, que están dañando gravemente la normalidad social.

A la reducción de penas para los condenados por delitos sexuales, además de quienes están saliendo antes de lo previsto por esa misma atrocidad legal, le siguen esperpentos normativos que dañan gravemente al orden parental y el control que suponíamos imprescindible sobre las conductas de los menores de edad. El gobierno sigue empeñado en considerar que los niños no son de sus padres, un vetusto pensamiento para desactivar uno de los pilares más poderosos de una sociedad, como es la familia.

Se trata, por lo que vemos, de destruir cualquier valor tradicional para recomponer sobre sus ruinas un modelo social alternativo, que descansa en mentes retorcidas empeñadas en imponernos su ideario irracional. Posicionar legalmente la defensa de cualquier animal por encima del ser humano, en especial cuando se trata de un ser no nacido, supone un descarado asalto a la inteligencia. Acudir a la eutanasia de un ser vivo, incluyendo a los humanos, no tiene nada que ver con el pensamiento humanista que hemos mamado desde hace mucho tiempo. Matar legalmente o perseguir a los no acepten sus normas sobre la vida, supone un símbolo de modernidad, como obcecarse en retorcer costumbres. Son ya muchos los que sienten vergüenza ajena.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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