30 de noviembre de 2023
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

El paripé

/ Congreso de los diputados.

No son pocos los que manifiestan su hartazgo ante tanta escenificación fantasiosa protagonizada por altos representantes del gobierno en funciones, como tanto vividor sectario, empeñado en distinguirse del resto de los españoles con un enfermizo complejo de superioridad. Es absolutamente lamentable el espectáculo patrio con el que se hacen representaciones en el extranjero, donde el cuento no cuela con la misma facilidad, quizás porque fuera de nuestras fronteras falta esta legión de adeptos pesebristas dorándole la píldora a quien les da de comer tan generosamente. Contra ese ridículo repertorio de sainetes, muchos espectadores informados reclamar cordura y responsabilidad a personas que, como han hecho demasiadas veces, no la demuestran.

La maldita propaganda es el recurso más socorrido para seguir tomando el pelo a quienes no se dejan engatusar, pero no se puede obviar la existencia de un buen número de ciudadanos abducidos por las trolas oficiales vociferando que cualquier evidencia completamente contrastada no es cierta. Es curioso ver explicaciones de ciudadanos concurriendo a determinados actos políticos mostrando una empanada mental escandalosa.

Llama mucho la atención cuando se observa a personas en una concentración a favor del colectivo LGTB con una bufanda palestina mezclando el tocino con la velocidad. O forofos de cualquier líder carismático hispano negando sin tapujos la existencia de presos por delitos sexuales que han visto reducida su pena por la absurda ley que tanta inquina genera. Todo lo que hacen los nuestros está bien, aunque se trate de barbaridades, pero cualquier acto ejecutado por un contrario merece la reprobación más entusiasta con pancartas y gritos acompasando los epítetos que les dicten.

Para mantener a esa caterva de ignorantes en la falacia más cruel, es fundamental aparentar con eficacia; de ese modo mantendrán una clá numerosa aplaudiendo sin descanso la representación que toque. Hay que simular un acuerdo, que para demasiados no es más que un paripé, incluso con una nefasta calidad interpretativa, que los acólitos se esmeran en resaltar aderezando de lisonjas histriónicas calamidades de toda condición.

Los medios de comunicación, especialmente los adheridos al club de quienes ponen la mano esperando la generosa dádiva institucional, no hacen otra cosa que reproducir y divulgar con denuedo una serie de engañifas, bien orquestadas, para un público entregado. Saben que hay una población descreída y cabreada, que no tiene recursos eficaces para enfrentarse a esos abusos de poder, porque cuentan con los resortes institucionales necesarios para enmudecer la disidencia. El elenco de multiplica acogiendo a personajes influyentes, que aseguran la firmeza de una legalidad adornada con una supuesta transparencia, adecuadamente tapada con la opacidad propia de una perversión. Y se alarga el entramado dilatando decisiones improrrogables, sin el menor respeto a los órganos que deberían interpretar los roles que marcan las leyes.

El guión, emborronado de morcillas inconexas va deambulando por una serie interminables de mentiras, que hace feliz a un público pendiente de un desenlace incierto, aunque sobre el escenario no saben muy bien cómo culminar la historia. Hay demasiados apuntadores bajo la concha del escenario dictando las frases que deben expresar los protagonistas, pero enturbian el diálogo intercalando palabrejas y ocurrencias que no pasan desapercibidas para atentos espectadores, ajenos a los remilgos de tantos fieles seguidores de esa compañía de malos actores.

Los tramoyistas se equivocan al mover los utensilios de esa apariencia desastrosa, pero no importa, siempre encuentran la comprensión de quienes han apostado por ellos, aunque no tengan ni pajolera idea de lo que es su función. Demasiados incompetentes en el teatro social, donde los errores suponen graves perjuicios para derechos y libertades. La tragicomedia busca su final, mientras contemplamos una puesta en escena absurda, sin calidad y carente de talento representando graves problemas sociales, pero que siga el paripé.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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