28 de septiembre de 2023
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FIN DE SEMANA
Patio de columnas

Patio de columnas

José Francisco Roldán

Avergonzados y acongojados

/ El político Carles Puigdemont.

Imaginábamos un colmo cumplido, pero algunos de nuestros representantes políticos superan los niveles máximos del descaro para involucrarnos en otra felonía. Hay quien considera una estruendosa afrenta a las leyes lo que otros pretenden justificar tergiversando las expresiones de cordura. Es complicado comprender tanta ingeniería social mediante esa propaganda infecta, orientada a desviar las atenciones ciudadanas adecentando lo que no es posible aceptar como correcto.

No se trata de inventarse conductas indecorosas o desmesuradamente ofensivas, sino traspasar los ribazos normativos para incumplir absolutamente las leyes. Es imposible adecentar una malvada estrategia política, porque tantas artimañas no deberían colar en un escenario adornado de legalidad incontestable. Aún así, porque están imbuidos de una soberbia cimentada en el respaldo electoral, quienes manejan el poder ejecutivo, controlan el legislativo y dominan el jurisdiccional, se empeñan en sortear las dobleces del entramado constitucional para inventar o retorcer, sin empaque, determinadas normas.

No es cambiar de opinión, pues la hemeroteca serviría para descalificar definitivamente a líderes políticos mentirosos y estafadores, sino alterar las reglas de juego democrático asaltando sus fundamentos. Pero los manipuladores, que son muchos y buenos, están empeñados en alterar el estado de las cosas haciéndonos ver que estamos equivocados, es más, ofendemos gravemente a los que pretender construir nuestro mejor futuro proporcionándonos instrumentos eficaces para alcanzar la concordia y lograr la cohesión social.

Y todos los que no respalden esos modos de arreglar las interferencias ideológicas y territoriales no merecen el respeto de los progresistas, auténticos paladines de la decencia y libertad; dicho de otro modo, esos que preconizan el antiguo concepto llamado democracia de nuevo cuño, que no es otra cosa que imponer sus reglas quienes actúan con el mayor grado de sectarismo conocido en España desde la transición.

Semejante maquinaria intransigente, perfeccionada para descalificar con esmero cualquier opinión opuesta, está derramando su influencia en demasiados espacios sociales, donde muchos ciudadanos, además de avergonzados, muestran su acongojamiento por las consecuencias que infectan los ataques bien pergeñados contra su libertad.

Un representante destacado del gobierno en funciones se ha desplazado a Bruselas para entrevistarse, acarameladamente, con un separatista reclamado judicial, acogido en una parte de la Unión Europea desde hace cinco años. Nadie puede entender cómo un prófugo de la justicia española ha podido conseguir el asilo dentro del espacio judicial europeo. Es muy complicado aceptar que Bélgica aplique normas legales para impedir la extradición de un español a un estado miembro de la unión política que comparten.

Estamos avergonzados de esta Unión Europea, que se comporta como un enjambre de tragaldabas, repletos de privilegios, malmetiendo en la vida social de sus estados, cuando debería emplearse a fondo en respaldar y colaborar para lograr objetivos, que sí permiten construir futuro. Favorecer la competencia externa en detrimento de los ciudadanos de la zona euro no hace más que poner en duda el concepto de unión. Y acogiendo reclamados judiciales no hacen más que poner en duda la competencia de los tribunales españoles, Tribunal Supremo en este caso.

Nuestra vicepresidenta en funciones, por desgracia, con el descaro propio de los indecentes, se planta en el Parlamento Europeo para rendir pleitesía a un prófugo español, con perdón. Esa conducta, que avergüenza a buena parte de los españoles, irradia el temor de una perversa manipulación política para saltarse los mandatos constitucionales facilitando, si pueden lograrlo, una amnistía y el empujón definitivo para conseguir una irracional reivindicación, casposamente injusta e ilegal, de los independentistas catalanes, que muestran su desprecio a España en cada gesto o manifestación. La ofensa es palmaria, el daño incontestable, la perversión inapelable; por eso una buena cantidad de españoles están avergonzados y acongojados.

El Cierre Digital no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta sección que se hacen a título particular.

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