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Un hombre mayor con gafas y corbata naranja, junto a un lazo negro de luto.
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Muere Julio Merino, el gran periodista de 'Pueblo' y el 'otro yo' de José María García

El periodista e historiador cordobés Julio Merino ha fallecido a los 84 años víctima de una insufiencia respiratoria

La vida, a veces, es muy cruel. Demasiado. Enterrar a dos grandes amigos en menos de 24 horas es más que duro. Produce un enorme desconsuelo y amargura. Por no decir una gran tristeza.

Si ayer era el consultor Fernando Pinedo, hoy es el periodista cordobés Julio Merino González, que ha fallecido a los 84 años víctima de una insuficiencia respiratoria.

Qué pena, otra noche más de suma tristeza. La de escribir de madrugada un obituario de un ser querido ante un aparato adusto e impasible como un ordenador. Todavía no había podido estar en soledad, ni aparcar la pena anterior, ni secar mis lágrimas y otro mazazo sacude mi alma. Muere Julio Merino. 

Se me va otro gran amigo, mi maestro en el periodismo de trinchera, mi confidente de penas y alegrías, mi asesor en la dura batalla mediática diaria, la persona que me ha ayudado sin fisuras en mis libros y enelcierredigital.com. El periodista que siempre me ha alentado a seguir con fuerza y valor en este mundo, a veces “muy canalla”, del periodismo.

Julio me enseñó a luchar contra los cipayos del poder, contra los vendidos al Ibex 35, llámese Iberdrola o Telefónica, por citar algunos; a no caer en el sufragado por capital mexicano o venezolano; en definitiva, a luchar contra el periodismo en el que ni Julio ni yo creíamos. El que en vez de enorgullecer esta profesión, a la que amamos, la dilapida. Y desgraciadamente con el beneplácito de muchos.

Merino me enseñó a sobrevivir y a ser, quizá, “un pancho villa” en ese periodismo adverso a la chequera fácil y al egoísmo personal.

Sé que la vida es nacer y morir. Pero a veces estas coincidencias luctuosas te producen un gran desasosiego personal. Te llevan a una intranquilidad emocional. A una pena interior que ni la escritura sobre el amigo que se va te la puede quitar.

Dos grandes amigos se han ido en 24 horas. Qué duro. Te quedas huérfano, en un mundo donde solo se premia la maquinita de rigor, no la persona. Donde solo cuenta el interés personal, y no valen para nada los valores humanos.

Lo que sí es de respetar es que el escritor, periodista y académico cordobés Julio Merino se nos ha ido esta pasada madrugada con las botas puesta. Escribiendo. Como yo a él en esta madrugada lúgubre.

Su enfermedad pulmonar (Merino era un fumador nato) no le alejó en ningún momento de su pasión, la de leer y escribir, algo que hizo hasta unas pocas horas antes de morir.

Un hombre mayor con gafas y barba blanca está sentado frente a un micrófono y sostiene un libro abierto, con un fondo rojo y texto que dice
Julio Merino. | Cedida

Julio se ha ido con 84 años, cumpliría 85 el próximo día 5 de abril. Solo hace una semana que fui a visitarlo a su Córdoba natal. Me había echado una gran bronca porque estas navidades no había ido a verlo. Quizá quería despedirse de mí. 

Al encontrármelo postrado en la cama, fui yo él que he eché una bronca. “Qué haces así Julio, tú debes estar escribiendo, con tu vinito o tu cubata”, le dije.  

Al día siguiente volví a verlo. Me dijo: “Tu visita me ha empujado a seguir viviendo”. Le regalé una botella de vino de La Rioja. Julio, de siempre, se bebía una copita de vino en la comida y un cubata (de ginebra y cocacola sin hielo) por las tardes, antes de escribir y pensar.

Pero ese día ya lo encontré tocado moralmente. Tras hablar de la actualidad y del futuro de elcierredigital.com, se sinceró conmigo: “Juan Luis, ya no tengo ganas de vivir. Se me han agotado las fuerzas. Nada merece la pena ya”.

Era algo drástico. Una reflexión que curiosamente un mes antes me había expresado en una entrevista  el padre Bartolomé Rizo, el mítico cura madrileño de Puente de Vallecas, el cura obrero, el sacerdote que puso en órbita las misas flamencas allá por 1970 ante el temor de la cúspide de la Iglesia Católica.

“Mire usted, yo no estoy educado para este mundo egoísta y sin valores. Yo tengo otros principios, me educaron para amar y respetar al prójimo. Este no es mi mundo. En este, quizá, el que sobra soy yo. Y lo que pido a San Pedro es que me lleve pronto junto a él”.

Quizá Julio Merino ya esté allí, junto a San Pedro. O en otro lugar, donde haya jamón y vino.

Julio Merino: Una vida dedicada al periodismo

Merino nació en Nueva Carteya (Córdoba). A los 14 años inició sus estudios de Magisterio y pronto ejerció como maestro interino. En 1959 ya se trasladó a Madrid para ampliar estudios y hacerse con el título de Licenciado en Pedagogía.

Lo que no consiguió, porque abandonó los estudios tras dos cursos comunes que había entonces en la carrera de Filosofía y Letras. En 1960 abandonó Filosofía e inició la carrera de Periodismo en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, donde tras un brillante expediente terminó en 1964 como número 1 de la “Promoción Tokio”.

Entre 1965 y 1973 fue profesor de la Escuela Oficial de las asignaturas Historia del Periodismo, Agencia de Noticias, y Estilo Periodístico. En 1966 consiguió el Premio Nacional Juan Valera, por una biografía que hizo del escritor de Cabra, de quien más tarde escribiría varias obras más.

En 1967 obtuvo el Premio Nacional de la Crítica Cinematográfica por sus artículos sobre la película “¿Quién teme a Virginia Wolf?”, por su novedad y descubrimiento psicológico de la obra que interpretaban Richard Burton y Elizabeth Taylor. Más tarde, en 1973, consiguió el Premio Nacional de Teatro por su obra “La tragedia de Séneca” y un segundo puesto en el “Premio Lope de Vega” por “Los demonios del rey Carlos, el hechizado”.

Durante la dictadura franquista, llegó a ejercer como redactor del diario Arriba, fue redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa. En 1978, adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ser su director.

En diciembre de 1979  fue nombrado director del Diari de Barcelona, uno de los periódicos históricos de Cataluña. Fue la persona que entrevistó a Josep Tarradellas cuando regresó del exilio  a tomar posesión de la presidencia de la Generalitat en la Transición española.

Siempre me habló maravillas de Tarradellas: “Mira, Juan Luis, ese sí era un hombre de Estado y sabía lo que era España", me decía. Sin embargo, no hablaba igual de Jordi Pujol, al que no valoraba.

Luego sería  fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue también director.

Yo conocí a Julio Merino en 1996, tras la muerte de Encarna Sánchez. Por aquellas fechas me habían apartado de la lucha diaria. Por hacer un periodismo social, de investigación, junto a la mítica locutora almeriense. Quizá todavía no perdonaban que Encarna, y quien esto suscribe, destapáramos las cloacas del Ministerio de Interior, con Rafael Vera en la época socialista de Felipe González.

Dos personas posando juntas en un ambiente interior elegante.
Julio Merino y Juan Luis Galiacho. | El Cierre Digital

Y Merino me rescató del ostracismo radiofónico. Y me llevó junto a él para empezar a trabajar en “Supergarcía”, como responsable de investigación con José María García en la Cope.

Merino era, sin duda, el ‘otro’ yo del gran García.  Se conocían muy bien desde los tiempos del diario Pueblo, con Emilio Romero de director y Merino de subdirector.

Así pues, tras la muerte de Encarna Sánchez comencé a trabajar con ellos. Merino confió en mí. Quería una persona joven, con ganas, con independencia, que lograra meterse en el mundo corrupto del deporte, llámese futbol o baloncesto.

Y la primera investigación fue destapar todos los tejemanejes del entonces todopoderoso secretario general de la Liga de Fútbol Profesional, Jesús Samper.

Merino me envió a Huelva, donde conseguí sacar varias propiedades que Samper tenía allí, como también otros negocios. La investigación con “Supergarcía” le costó el puesto de mandamás de la Liga. Entonces la gente sí dimitía por vergüenza.

Y desde ese día fuimos elaborando muchas más investigaciones. Como los negocios oscuros del expresidente del Real Madrid Lorenzo Sanz y su intento de gran pelotazo urbanístico en el barrio madrileño de Alvarado, junto a Cuatro Caminos. Algo que logramos parar. Y así, un caso tras otro.

Después Merino y García se fueron a Onda Cero. Y allí me fui con ellos. Merino me quería. Hasta que un 7 de abril de 2002 todo acabó. García dejó el programa tras nuestras investigaciones sobre la famosa y sospechosa nueva Ciudad Deportiva del Real Madrid. Florentino Pérez, César Alierta y José María Azar formaban un triunvirato demasiado peligroso y poderoso. Y Merino no calculó bien.

Siempre se lo dije a Julio: “Con lo gran estratega que eres, en esta ocasión te has equivocado. Nos han sacado a campo descubierto y nos han acribillado”.

Estoy seguro de que hubiéramos resistido y ganado la batalla a este triunvirato solo con nuestra información. Pero claro, si Merino, tras el primer zarpazo, nos hubiera retirado a las trincheras esperando un momento propicio. Y sacar a la luz los negocios de Florentino y su Ciudad Deportiva cuando hubiera habido un despiste del todopoderoso.

En esta ocasión, Merino, un gran admirador de Napoleón, no calculó bien al rival. Quizá porque Julio era una persona valiente, sin complejos.

Por ejemplo, tuvo el valor de cortar de raíz los viajes de periodistas estrella que se iban a retransmitir los partidos de fútbol en Roll Royce y con chófer privado; o el de quitar los teléfonos de la redacción a algunos periodistas que los utilizaban para llamar a líneas eróticas.

Un hombre mayor con gafas y barba junto a una pintura clásica de un jinete con capa roja sobre un caballo, con un paisaje montañoso de fondo.
Julio Merino en un montaje con Napoleón. | El Cierre Digital

Merino tuvo que vivir muchos años con la señal que le tatuaron por haber participado indirectamente en el Golpe de 23F desde sus medios de El imparcial y luego El Heraldo Español.

No sé si lo hizo o no. Nunca me lo confesó abiertamente. Siempre me dijo: “Juan Luis, no quiero escribir de política en elcierredigital.com, porque no quiero mancharte. Tú eres libre y Julio Merino solo es una mancha".

Julio era también un gran historiador. Desde 1975 es miembro de la Real Academia de Córdoba. Tenía grandes libros en su hemeroteca y siempre nos ayudó en elcierredigital.com a destripar sagas históricas, como la de los Borbones y muchas más.

Julio tenía cataplines, tenía coraje. Y era capaz de subir a los despachos de las plantas nobles de la cadena Cope o de Onda Cero y enfrentarse a los directivos cara a cara. Pero tras dejar García el micrófono, se acabó todo.

Los últimos años de Merino en Córdoba

Tras ello, Julio abandonó Madrid y se fue a vivir los últimos años en su Córdoba natal. Quería reencontrarse con su juventud. Allí tenía un amor perdido de sus años estudiantiles, en los que se graduó en Magisterio en la Escuela Normal de Córdoba. Su exnovia le ayudó en su vuelta.

Pero en estos últimos años en los que ha vivido en Córdoba, Julio ha tenido un 'ángel de la guardia’, la poetisa Pilar Redondo, que le ha cuidado como nadie. Yo, y todos los que hemos querido de verdad a Julio, te lo agradecemos de corazón y públicamente. Le pese a quien le pese te decimos: Gracias, Pilar.

En mi reciente visita a Córdoba le intenté animar: “Julio te tienes que levantar y tienes que escribirme la historia del diario Pueblo, la que tú viviste. La verdadera. La de la redacción y las noches locas”. Me han dicho que sí me ha dejado escritas cosas, pero ya la publicaremos cuando pase un tiempo de su muerte.

Por ahora, solo les diré que Merino era el único que osaba a pasar al despacho de Emilio Romero cuando estaba en rojo el semáforo. Y es que el entonces director de Pueblo puso semáforos rojos y verdes a la puerta de su despacho para permitir el paso o no.

Y una vez Merino se coló. Y allí, en el suelo, estaban Emilio Romero y Carmen Sevilla. "Y en otra ocasión ‘don Emilio’ estaba con Sara Lezana", me confesó Julio. Pero eso ya lo contaré otro día, porque Merino lo narra mejor que yo en sus cuartillas.

A él le gustaba escribir a bolígrafo en un papel. Y luego dictarlo. En su Córdoba natal, Merino escribió muchos libros, más de cien tiene publicados. E hizo una colección de sus Obras Completas, con 15 tomos.

En su última etapa vital su máxima ilusión era llegar al estreno de su obra “Napoleón: Los últimos días en Santa Elena”, que se va a representar en Nueva Cartaya, su pueblo, el próximo 1 de febrero. Se va a interpretar en la Casa de la Cultura, por la asociación teatral “Sierri Pedraza Bobis".

Merino ya había dejado unas palabras escritas por si no podía acudir a la cita y se las había entregado a su sobrino Juan Antonio, el organizador de este acto teatral. 

Dos personas posan juntas frente a una pintura en un entorno interior.
Julio Merino y Pilar Redondo, columnistas de El Cierre Digital. | Cedida

Desgraciadamente Merino no estará, pero sí los amigos que le queríamos, los que le admirábamos. Allí estaremos, querido amigo y maestro. Solo quiero agradecerte públicamente lo que me has enseñado.

Fuiste mi maestro en este periodismo de trinchera. El de estar todos los días al quite informativo. El de estar permanentemente en alerta. Tanto, que Julio era capaz de llamarte y sacarte de la cama a las cuatro de la madrugada, sus horas de reflexionar tras sus programas radiofónicos deportivos nocturnos. Ahora le demandarían por eso.

Tanto era tu profesionalidad, que ha muerto con las botas puestas. Seguías escribiendo tu columna, 'El retrovisor', para el diario La Razón, donde tu amigo, el presidente Mauricio Casal, al que conocías de tu etapa en Barcelona, siempre te defendió y ayudó. Y eso a pesar de que alguien te la quiso aniquilar.

Tu marcha me hace reflexionar. Me hace pensar en qué hacer. No sabes ya con quien compartir tu tristeza. Contar tus proyectos, porque eres un ser temeroso ante un prójimo del que, muchas veces, solo esperas lo peor.

Merino me decía: "el que resiste gana". Pero ya cada vez tenemos menos fuerzas. Y muertes como la tuya me hacen dudar de que vale seguir en esta batalla mediática. Si no hay ideales, si no hay moral, si no hay ética, qué más da todo. Ya nadie se exige a sí mismo, ni lo más mínimo.

Pero quizá haya que resistir. Y, precisamente, por personas como Julio Merino haya que seguir.

Julio era de reflexionar, de descubrir la otra cara. De escribir. Hoy ya nadie escribe. Ni los directores de medios, que han abandonado su 'carta del director' por un simple video o Tik Tok. Es decir, lo fácil. Pero ya lo decía Merino, se olvidan de que “las palabras vuelan y lo escrito queda”.

Un grupo de personas posando juntas en un evento, algunas sosteniendo libros, con una pintura grande en la pared detrás de ellas.
Julio Merino junto a amigos en la presentación de uno de sus libros. | Cedida

Hoy, querido Julio, me toca a mí devolverte lo mucho que has hecho por todos nosotros. Este es solo un pequeño homenaje póstumo a tu figura, a la de un gran periodista que luchó por el bien de la información en España.

A un hombre que, con tu sabiduría de la vida, nos ayudaste a ser cada día más grandes en el periodismo. Era mi deber despedirte como te merecías, para que allá donde estés sepan quién eres y aportes todos tus excelsos conocimientos periodísticos, históricos y literarios.

Para quienes te hemos conocido, se nos va una magnífica persona, irrepetible y fiel en la amistad. Un periodista que impulsaba el respeto de quienes te seguíamos, algo que hoy se ha perdido. 

Desgraciadamente, ya no te veré más. Ni me aconsejarás más en esta vida. No sé cuándo nos veremos de nuevo. Pero te aseguro, querido Julio, que tu recuerdo perdurará siempre imborrable en mi memoria y en mi corazón.

Darte de nuevo las gracias por todo lo que has hecho en vida por mí y elcierredigital.com, donde escribiste con cariño tus últimos años. Tu entereza personal —que has demostrado hasta en tu muerte— será la luz que nos iluminará en el arduo y futuro camino.

Y por ti, querido y admirado Julio, "Siempre adelante, ni un paso atrás ni para coger impulso".

Descansa en paz, Maestro y gran amigo.

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