'Venganza maragata': Rosalía Iglesias entra en prisión entre advertencias de Bárcenas
Rosalía Iglesias ha agotado hasta el final su plazo para ingresar en prisión tras ser condenada a 12 años.
Rosalía Iglesias, la mujer del extesorero del PP Luis Bárcenas, ingresó a la 17.15 horas de este domingo en la cárcel de mujeres de Alcalá (Madrid) para cumplir los casi 13 años de cárcel que le ha impuesto el Supremo tras revisar la sentencia del Caso Gürtel que dictó la Audiencia Nacional en 2018.
Apurando el plazo de diez días que le dio la Audiencia Nacional para entrar en la cárcel después de que el Alto Tribunal ratificara a grandes rasgos la sentencia, Rosalía Iglesias ingresa en prisión dos años y siete meses después que su marido, quien recientemente ha pedido el traslado de la prisión de Soto del Real a la de Alcalá Meco para estar cerca de su esposa.
Nada más entrar en la cárcel los funcionarios le tomaron las huellas y le hicieron fotos, además de anotar sus datos en el libro de ingresos con un número asignado de interno, de acuerdo con el protocolo establecido
Rosalía Iglesias ya cuenta con esta identificación, pues en mayo del 2018, tras ser condenada por la Audiencia, ingresó en la prisión madrileña de Soto, si bien apenas estuvo unas horas ya que abonó la fianza de 200.000 euros que le impuso el tribunal para eludir la cárcel. Fue su hijo Willy Bárcenas quién se encargó de pagar la fianza.
De la AP de Vestrynge al PP de Bárcenas
Dicen los que conocen bien que Luis Bárcenas siente adoración por su esposa y que si algo no perdonará nunca es que cualquier problema judicial o política pueda afectarle a ella o a su hijo en común, Guillermo. Rosalía Iglesias Villar nació en Astorga (León), el 28 de marzo de 1959 en el seno de una familia de clase media trabajadora de cinco hermanas. Rosalía siempre destacó por su belleza, conocida por sus vecinos como ‘la guapa de Iglesias’. Su padre camionero montó una empresa de transportes y su madre era ama de casa. Una de sus hermanas, María Luisa, montó una joyería en la capital maragata junto a su marido José Manuel Santos, pero no quiere ni oír hablar de los escándalos en los que se ha visto involucrada su hermana.
Rosalía salió de Astorga con rumbo a Madrid y pronto comenzó a trabajar en Alianza Popular a las órdenes de Jorge Verstrynge, en la época en la que aún se perfilaba como sucesor de Manuel Fraga al frente del centroderecha español. “Es muy buena gente, trabajadora y rápida”, contaba el propio Vestrynge a Vanity Fair. Fue en 1983 cuando la leonesa entró a trabajar en AP. Muchos creen que fue una selección del propio Verstrynge, pero él afirmaba que llegó la formación conservadora de manos del tesorero Ángel Sanchís. Lo cierto es que cuando Vestrynge abandonó Alianza Popular en 1986 lo hizo también Rosalía.
Para esa época ya había conocido a su hoy marido Luis Bárcenas. Dicen que no fue un amor a primera vista y que a Luis le costó mucho conquistar a su hoy esposa. Por entonces Bárcenas estaba casado y tenía un hijo, Ignacio, que hoy triunfa como jugador de póker. Tras su unión con Luis Bárcenas, Rosalía pasó a un segundo plano. De su unión nacería, en 1989, unos meses después de su boda, Guillermo ‘Willy’ Bárcenas, conocido líder de la banda musical Taburete.
El matrimonio se casó en separación de bienes. Tras dejar el PP y cobrar durante dos años el desempleo, trabajó como contable en una empresa de transportes. Fue entre 1992 y 1996. Ese año vuelve a inscribirse, esta vez a perpetuidad, en el INEM.
La máxima de Rosalía es desde entonces pasar desapercibida. Madre de un artista de éxito y esposa de un político encarcelado, si algo ha llevado mal es que su portal en el número 34 de la calle Príncipe de Vergara, en pleno barrio de Salamanca de Madrid, se haya convertido en uno de los lugares de los lugares favoritos de la prensa desde que en 2009 su vida cambiara para siempre.
A pesar de que su ritmo de vida fue lujoso con viajes y buena ropa es de esas personas que consigue pasar desapercibida allí donde va. Los que la conocen la consideran una mujer de carácter firme, aunque a primera vista parezca frágil. De hecho, su amigo Raúl del Pozo la denomina como ‘la brava Rosalía’.
Cuando se supo que tenía un patrimonio de 11 millones de euros a pesar de no haber trabajados desde 1996 y se empezó la investigación sobre su marido, Rosalía Iglesias empezó a intuir que su plácido mundo se desmoronaba. Llegó a tener las cuentas bloqueadas e intuir la sombre de la cárcel tras la condena de la Audiencia Nacional. Se libró después de que su hijo Willy Bárcenas depositara una fianza de 200.000 euros.
“Todo lo que hace mi marido me parece bien. Tengo una confianza total y absoluta en él. Yo firmaba los documentos que fuera y me iba. No soy tonta. Si mi marido me pide que firme unos documentos no me voy a poner a mirar qué son”, se justificó en los Tribunales al más puro estilo de la Infanta Cristina o la que fue su íntima amiga Ana Mato.
El falso sacerdote
El momento más esperpéntico de todos cuantos ha tenido que vivir Rosalía Iglesias tuvo lugar cuando el 23 de octubre de 2013 Enrique Olivares García, un hombre vestido de sacerdote, con una traje negro, un alzacuellos blanco y ocho antecedentes policiales y otras dos identidades ficticias (decía llamarse Jesús Sánchez y Juan Manuel Muñoz) llamaba a la puerta de los Bárcenas en la madrileña calle Príncipe de Vergara 34 y decía ser el cura de Soto del Real y que venía a hacer una entrevista a la familia sobre la petición de libertad provisional del extesorero del PP.
Olivares iba armado con un revólver tipo British Bulldog con el número 18 troquelado en varias de sus piezas con capacidad para cinco cartuchos dentro de un maletín. Olivares sería acusado de tenencia ilícita de armas, amenazas, lesiones, allanamiento de morada y detención ilegal. Llevaba además diez cartuchos de fogueo, uno de ellos con una bola de acero adherida en la punta. Al detenido también se le encontró encima un rollo de precinto de color marrón, un paquete de bridas, una brida "ya utilizada al parecer para Guillermo Bárcenas", un par de guantes de tela de color negro, un artículo del periódico El Mundo fechado el miércoles 23 de octubre, un bote de pegamento marca superglu 3 y un bote de crema limpiadora de artículos de plata, según recoge el atestado realizado por la Policía tras el suceso.
Rosalía Iglesias también explicó los hechos en su declaración que "sobre las quince horas y cuarenta y cinco minutos del día de hoy cuando la dicente terminaba de tomar una infusión la persona que la ayuda en las labores del hogar le manifiesta que hay un sacerdote abajo que viene del Obispado el cual le ha llamado a través del telefonillo de la puerta de entrada al edificio, manifestándole la dicente que le abra y recoja lo que viene a entregarles". Pero una vez que el hombre llega a la puerta del domicilio "en la que estaba esperando Victoria le comunica que no quería entregar nada, que solamente venía a hablar con la señora de la casa por hablar de un tema que le ha mandado el Obispado sobre un tema de Instituciones Penitenciarias que tenía relación con su marido por el tema de su puesta en libertad". Una vez que el hombre estaba dentro sentado pidió reunir a todos los convivientes, "preguntándole a su hijo Guillermo por los estudios que realizaba y otros datos personales de los que el sacerdote parecía tener muchos conocimientos, tales como su estancia en Nueva York y otros similares".
Sigue Rosalía contando el momento crucial cuando "sacó una pistola oscura con la cual les encanoñó a todos, manifestándoles que se había acabado el teatro, que le dieran toda la información y material que tenían en su casa para derrocar al Gobierno y que si no se lo daban les iba a matar a todos". Transcurrida más de media hora "e insistiendo para que les diese los discos duros, grabaciones y papeles que su marido tenía en el domicilio, les obligó a los tres en fila india a dirigirse al despacho, encañonándolos en todo momento con el arma que portaba, que les iba diciendo que la tenía amartillada y solamente era apretar el gatillo". Una vez en el despacho "el sacerdote les vuelve a amenazar de muerte para que le digan donde tenía los papeles, discos duros y grabaciones escondidas, todo ello con una cara descompuesta de ira y amenazante por lo que en ese instante percibió que esa persona les iba a matar".
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