Se cumplen 38 años de la llegada de Felipe González a La Moncloa
Ningún presidente del Gobierno de España ha permanecido más tiempo en el cargo que el socialista Felipe González.
Pocas personalidades han determinado más la historia reciente de nuestro país que el expresidente del Gobierno Felipe González Márquez. Sobre el sevillano se han escrito verdaderos ríos de tinta, hecho lógico si consideramos que dirigió al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) durante más de dos décadas. Este miércoles se han cumplido 38 años de su llegada a la Moncloa, un 2 de diciembre de 1982, hito que marcaría el inicio de su periplo presidencial.
Dos días antes, el 30 de noviembre, González había declarado en su discurso de investidura que gobernaría España sobre tres pilares: “Paz, unidad y progreso; ese es el perfil del horizonte, de nuestro rumbo permanente”, explicaba el líder socialista. Así, confirmaba las directrices de lo que intentaría que fuera su Gobierno, al que había llegado imponiéndose en los comicios generales de aquel año con 202 de los 350 diputados del Congreso de los Diputados, una mayoría abrumadora.
Casi catorce años tardaría González en salir de la Moncloa, el mandato más longevo de un presidente del Gobierno en nuestro país. Pero el camino fue largo. González se crió en una modesta familia de Sevilla. Tras licenciarse en Derecho en la Universidad de esta ciudad, pasó rápidamente al activismo político luchando contra la dictadura desde la sombra. Representó como nadie la nueva hornada de políticos socialistas y, en el archiconocido Congreso de Suresnes de 1974, fue el gran vencedor, siendo elegido, con tan solo 32 años, secretario general de un renovadísimo PSOE.
Durante los siguientes años, convertiría a su formación en el gran rival de Unión de Centro Democrático (UCD) para dirigir un país que se estaba adecuando a una situación completamente nueva tras la caída del régimen franquista. En este sentido, desde el principio trató de entablar relaciones con el resto de partidos socialistas del ámbito europeo y, además, moderó el ideario socialista adaptándolo a las necesidades de una ciudanía que, si bien aguardaba esperanzada profundos cambios, aún era recelosa de las consecuencias que estos pudieran desencadenar.
Todo este proceso culminó con la desvinculación oficial del PSOE de la ideología marxista en 1979. En aquel momento se confirmaba lo que llevaba tiempo siendo una realidad de facto, el abrazo a la socialdemocracia. Una decisión calificada de traición por algunos, pero que a la postre resultó ser realmente pragmática a nivel electoral. En el camino, González había logrado la legalización de su partido dos años antes y se había consolidado como gran referente del socialismo español tras absorber después de aquel hito al Partido Socialista Popular, encabezado por el carismático Enrique Tierno Galván.
Auge y caída
Su arrolladora personalidad e impoluta imagen hacían presagiar que su llegada a la presidencia del gobierno era cuestión de tiempo. Y así fue. Como se ha mencionado, en las elecciones generales de 1982, por mayoría absoluta, González llegaba a la Moncloa. A lo largo de sus años al frente del Gobierno español, su gestión permitió el refuerzo de la educación y la sanidad públicas, la modernización económica del país y, sobre todo, la reinserción del país en la comunidad internacional.
Bajo su mandato, España ingresó, entre otras grandes instituciones, en la OTAN (aunque inicialmente el propio González se había mostrado contrario a esta disposición) y en la Comunidad Europea. Del mismo modo, recuperó el papel preponderante de España en América Latina. De esta manera, a principios de los años noventa, el presidente socialista había alcanzado el pico de su popularidad, acrecentada si cabe aún más por las olimpiadas de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla celebradas ambas en 1992.
Pero no todo es oro lo que reluce. En su último mandato, la recesión económica le hizo perder parte del apoyo electoral en las elecciones de 1993. Para mantenerse en el poder, se vio obligado a pactar con partidos nacionalistas. A partir de aquí, la sucesión de polémicas vinculadas al PSOE que trascendieron a la opinión pública marcaron el inicio de su decadencia. Roldán, Banesto, Filesa, Lasa y Zabala, Alfonso Guerra… reveses de muy diversa naturaleza se sucedían.
La puntilla llegó con los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), un grupo parapolicial enfocado a la lucha contra Euskadi Ta Askatasuna (ETA) a través de la llamada “guerra sucia”. La presunta vinculación del PSOE con esta organización, que supondría un caso de terrorismo de estado, continúa envuelta en una densa capa de ambigüedad pese a la infinidad de investigaciones periodísticas publicadas al respecto.
Lo que es seguro es que este cúmulo de situaciones sepultaron a los socialistas en los comicios que tuvieron lugar entre 1994 y 1996 a todos los niveles en nuestro país. El gran rival político de González, José María Aznar ponía fin a más de una década de hegemonía socialista en España. Sin embargo, difícilmente se olvidará el periodo que comenzó un día como hoy hace 38 años y en el que González fue el indiscutible protagonista. La España de 2020 no se entiende sin su contribución.
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