Nueva Rumasa a escasos días de conocer la sentencia de juicio de los pagarés
La empresa que empezó a gestar Ruiz-Mateos desde la cárcel de Frankfurt y puso a Teresa Rivero como presidenta.
El juicio por la presunta estafa de los pagarés de Nueva Rumasa, la empresa fundada por José María Ruiz-Mateos Jiménez de Tejada, concluyó el pasado 20 de mayo y fue visto para sentencia. Para los hijos varones del empresario —Álvaro, Zoilo, José María, Pablo, Francisco y Alfonso— se pide una pena de 16 años de prisión para cada uno por presuntos delitos de estafa, blanqueo de capitales y alzamiento de bienes con la empresa Nueva Rumasa. Según las investigaciones de la Audiencia Nacional, habrían recibido más de 90 millones de euros por parte de más de 1.000 inversores que suscribieron los pagarés.
La justicia todavía tiene que deliberar cuál será la pena para los hijos del empresario, que en la última sesión del juicio pusieron a disposición de los inversores de pagarés, al parecer, la parte económica que les pudiera corresponder como herederos de la revalorización del justiprecio de Rumasa, empresa expropiada en el año 1983. Lo hicieron a pesar de que, según afirma Jesús Urdiciáin —amigo y asesor del patriarca Ruiz-Mateos—, “a la mujer y a los hijos de Ruiz-Mateos no les toca nada” de la posible indemnización que debería recibir el empresario gaditano.
Según explicó el asesor a elcierredigital.com, cuando se expropió Rumasa, el Estado español debería haber indemnizado a Ruiz-Mateos en los tres meses siguientes a la expropiación, tal y como se recogía en la ley. Algo que no se hizo y que Ruiz-Mateos reclamó hasta su muerte. Después de ella, ha seguido los deseos del empresario Jesús Urdiciáin, encargado de gestionar la Fundación de la Asistencia Social Guanaba, a la cual iría a parar, supuestamente, el dinero de la indemnización. Una cantidad que podría ascender a “265.936.497.584,98 euros”.
“Si hubiera recibido la indemnización se habrían evitado múltiples problemas”
Ruiz-Mateos luchó durante más de 30 años por conseguir una indemnización por la expropiación. Y, según llegó a contarle a Urdiciáin a través de un escrito, afirmaba que, de haberla recibido en su día, los pagarés de Nueva Rumasa no habrían existido.
“Si el Gobierno de España hubiese cumplido con lo que la Ley le obliga, es decir, haberme pagado la indemnización que, en justicia, me correspondía, y que me sigue correspondiendo, se habrían evitado múltiples problemas y no hubiésemos llegado a los extremos que hoy en día vengo dirimiendo. Y por lo mismo, las empresas de Nueva Rumasa habrían dispuesto de la liquidez que les faltó en su momento, cuya carencia dio al traste con todas ellas, causando el desastre empresarial que sobrevino”, explicaba el empresario en el escrito al que ha tenido acceso elcierredigital.com.
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Y continuaba: “Sin embargo, esta falta de pago por parte del Gobierno de España, junto con la postura hipócrita de la banca española al rescindir las posibilidades de liquidez del sistema financiero, me obligaron a tener que acudir al mercado financiero privado, mediante la emisión de ‘pagarés’”.
Para Ruiz-Mateos, la situación en la que acabó Nueva Rumasa fue la “más calamitosa” a la que se tuvo que enfrentar “desde la fatídica expropiación de Rumasa ocurrida el 23 de febrero del año 1983”.
Así se gestó Nueva Rumasa
De hecho, Nueva Rumasa comenzó a fraguarse justo después de la expropiación de Rumasa. Corría el año 1984 y José María Ruiz-Mateos se encontraba en la prisión alemana de Frankfurt. La primera de hasta doce prisiones en las que el patriarca estuvo.
Allí, en Alemania, en una misiva escrita entre rejas, Ruiz Mateos animaba a sus hijos a levantar un nuevo holding. Y comenzaron y lo hicieron a partir del negocio del vino, como había hecho en su día el abuelo, don Zoilo, que llegó a ser alcalde de Rota (Cádiz), y en cuyo honor Ruiz Mateos abrió en febrero de 2005 un Museo Histórico en esta localidad y a quien quería beatificar al coste que fuera.
Nueva Rumasa se creó oficialmente el primero de abril de 1986. Al frente de todo, según el Registro Mercantil, se encontraba Teresa Rivero flanqueada por sus hijos, cogiendo al margen de los registros oficiales el mando y el testigo dejado por el empresario de Rota. En estos inicios, Nueva Rumasa era presidida por Teresa Rivero y como vicepresidente figuraba el mayor de los mayores del matrimonio, Zoilo. Desembolsaron un capital social de 661.113 euros y José María Ruiz-Mateos y Jiménez de Tejada solo constaba como accionista de Nueva Rumasa.
Pero para arrancarles a los hijos del empresario jerezano cómo comenzó todo y cómo se desarrolló la historia de esta segunda etapa, había que sacarles las palabras con sacacorchos. Estaban quemados de su etapa anterior, de lo que sufrieron y soportaron. Por eso, de las cifras, ni hablaron. Argumentaron que, tras la expropiación, no les cabía más estrategia de comunicación que el silencio y la prudencia. Sólo confirmaron que eran propietarios de alguna nueva empresa cuando la noticia trascendía por alguna razón ajena a sus deseos. Si no es así, callaban. Ora et labora. «La otra vez, por la boca murió el pez», acudía al refrán Rocío Ruiz-Mateos, la encargada mediática de la familia.
Volviendo a empezar
En este viaje los Ruiz-Mateos no tenían una gran sede empresarial, como la tuvieron con Rumasa en las famosas Torres Jerez que todavía coronan la madrileña Plaza de Colón. Lo que sí que mantuvieron fue el anagrama de la abeja, que presidía las fachadas de más del centenar de empresas entre gestionadas y adquiridas. Sus adquisiciones eran múltiples y diversas. Lo principal de la familia era comprar. Se convirtieron en especialistas en el reflote de empresas en apuros. La Nueva Rumasa parecía tener vocación negociante de séptimo de caballería. Cada ejercicio cerraba con una media de más de 10 incorporaciones al nuevo grupo. Negocios que iban desde la compra de una bodega en el Penedés (Cavas Hill), que se dice que adquirieron por unos cinco millones de euros, hasta la venta de Caves Montesquius (vendida por 9,7 millones). Fue en 1997 cuando los Ruiz Mateos volvieron a la zona catalana del cava después de haber sido desposeídos de Freixenet (una de las grandes firmas expropiadas), marca que fue a parar a manos del empresario Josep Ferrer i Sala, patriarca de otra importante saga familiar, que por tan sólo 350.000 pesetas se quedó con la bodega cuando su valor era por entonces de 15.000 millones.
Pero el lanzamiento familiar, su Renacimiento —nombre que lleva el brandy más caro del mundo que lanzaron en la Navidad de 2004 al mercado, al precio de 240 euros la botella—, fue anterior a su incursión en el negocio del cava y se asentó sobre sectores tan diversos como las viñas (con las empresas Sandeman y Grupo Garvey, sociedad que les perteneció y recompraron en 1996, cuando la firma jerezana pasaba por una profunda crisis); el negocio de los huevos (con Dhul y las granjas vallisoletanas Hibramer); los chocolates (Trapa y Elgorriaga); los helados (Flash y Neiss); los dulces y turrones (Imperial); los caramelos (los riojanos de Aldusa); las cervezas (la asturiana Águila Negra); los azulejos (Trevi); las industrias conserveras (Hijos de Nieto Sáinz); las fábricas de muebles (Claucama); las aseguradoras (Unión Condal e Iberia); sociedades inmobiliarias (Que te pego Leche y Velázquez); o medios de comunicación como la emisora Radio Libertad, por citar algunos de los más diversos campos sectoriales. También las hubo referidas al sector hotelero (Hotasa, con hoteles por toda la geografía española), al negocio de la confección de camisas a medida (Jarrater), a los servicios de pedagogía y ocio para niños (Todo Niños), etc.
Los vinos de los Ruiz Mateos
Y, sobre todo, siempre al lado de los Ruiz Mateos, no podía faltar el vino, hasta siete denominaciones de origen (Rioja, Toro, Ribera del Duero, Rueda, Penedés, Oporto, La Mancha). Así, en La Rioja poseían las bodegas Campo Burgo y Marqués de Campo Nuble; en Toro, las de Valdeví y Marqués de Olivara; en Oporto, la bodega Dlava; en el Penedés, Cavas y Vinos Hill. Y en Argentina tuvieron las bodegas Graffigna. Por eso, para que todo funcionara dentro de un mismo engranaje, Nueva Rumasa adquirió en el 2004 la distribuidora de vinos y licores Los Conejos, la primera empresa de este sector en España, con un fuerte poder de venta en la hostelería y restauración y con unos ingresos de más de 65 millones de euros.
Ingeniería financiera
Y para introducirse en todos ellos, Zoilo y sus hermanos, que como buenos economistas y consultores manejaban muy bien la llamada ingeniería financiera, crearon una multitud de empresas instrumentales, donde figuran presuntos intermediarios como Ardevins, Inversiones Ruiz- Mateos, Berlax, Ferre, etc., así hasta un sinfín de pequeñas empresas a las que salvaron de la suspensión de pagos.
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Y aunque el negocio inmobiliario no es lo que más les preocupaba, sí que se introdujeron en la especulación del ladrillo para aprovechar el boom inmobiliario que vivía España. Primero de la mano de la quebrada Jotsa, antes propiedad de la familia García Obregón, de la que consiguieron su cartera de clientes, y, más tarde, constituyendo la empresa constructora Velázquez Internacional, con la que pretendían llegar a ser lo que en su día fue la constructora Hispano Alemana para la vieja Rumasa. Sin embargo, esta compañía arrastró serios problemas que obligaron a los Ruiz Mateos a esconderse detrás de supuestos intermediarios. Hay que significar que en la calle Velázquez, de Madrid, se encontraba también la sede del partido político “Agrupación Ruiz Mateos”.
Pero no todo el monte es oro, y los hijos de Ruiz Mateos mantenían un lastre empresarial debido al no saneamiento de las empresas de la Fundación General Mediterránea, un grupo de cien empresas ligadas a la obra del Opus Dei, que José María Ruiz Mateos debería haber "saneado o liquidado ordenadamente" por orden directa de la Obra que creó el santo José María Escrivá de Balaguer. Los miles de personas que en su día confiaron en él sus ahorros, luego le denunciaron ante los Tribunales de Justicia por apropiación indebida y constituyeron la “Asociación de Damnificados de Ruiz-Mateos”.
Estos avatares judiciales y extraempresariales hicieron que la familia jerezana se uniera más y que esa idea de unión familiar, de clan, de la que siempre hablaban y hablaban, la trasladaran a sus negocios. Es lo que, en términos empresariales, se suele denominar sinergias: huevos vallisoletanos de Hibramer viajaban a Granada para hacer flanes Dhul; y el brandy Espléndido de Garvey se utilizaba para relleno en chocolates Trapa. La unión hace la fuerza. Hasta que se rompió.
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