Marta Gayá, la discreta que ha estado al lado de Juan Carlos I más de 30 años
En 1992, en medio de una trama política, surgió el nombre de esta decoradora catalana unida al Rey Emérito desde los 80.
Marta Gayà siempre ha sido una mujer discreta, que ha intentado huir de la fama. El polo opuesto a Corinna Larsen. Nacida en Palma de Mallorca en 1948, la decoradora fue señalada ya en 1992 por las revistas Point de Vue y Oggi como “la compañera sentimental del rey Juan Carlos”. Pero, nunca, ni desde entonces, buscó ni reconocimiento público ni económico.
Cuando se destapó su affaire, ella dejó de ser la misma. Empezó a viajar con más asiduidad, y actuamente ya no pasa apenas tiempo en su casa de Mallorca, en C`an Barverà. Hoy vive a caballo entre Madrid y Suiza, donde al parecer tiene sus cuentas bancarias bien saneadas y millonarias. Muy lejos quedan ya sus años en los que como joven veinteañera se casó con Juan Mena, un ingeniero malagueño que trabajaba para su padre. El matrimonio duró cuatro años y no tuvieron hijos.
Un escándalo destapado por Época
Si ha habido una relación extramatrimonial de Don Juan Carlos que pueda considerarse profunda, sincera y larga, ésta ha sido la de Marta Gayá. Una amistad de amor y cariño que fue durante años toda una historia paralela a la del Rey con doña Sofía. El Rey, ahora Emérito, mantuvo durante años relaciones más o menos breves con otras mujeres, pero Marta Gayá siempre estuvo ahí. Fiel, callada y en un segundo plano. Cuando la necesitaba allí estaba. Protegida siempre por el príncipe georgiano ya fallecido Zourab Tchokotoua, el gran valedor de los secretos de don Juan Carlos y que daba refugio permanente a Marta en su mansión de Suiza.
Su amistad comenzó en 1974 en la discoteca del célebre Club de Mar, en Palma de Mallorca, al lado del pantalán donde don Juan de Borbón atracaba su celebre yate "Giraldilla". En esa discoteca, el entonces príncipe Juan Carlos ejercía de pincha discos, y bailaba encima de sus barras, ante el gesto complaciente de Marta, que vivía justo enfrente en un preciado ático. Ese fue el inicio de una larga amistad.
Marta comenzó así a frecuentar los sitios de moda de Mallorca. Siempre protegida por sus fieles y contados amigos, que nunca la dejaban sola. De día acudía al Sporting Club, un club de tenis a pocos metros del elitista Puerto Portals, y de noche, a la boite del Club de Mar, donde trabajó durante un año como relaciones públicas a las órdenes del conocido hombre de la noche Pepe Oliver.
Así entró en la corte mallorquina del Rey, formada y liderada por el príncipe georgiano Zourab Tchokotua y su mujer, Marieta Salas, cuyo padre donó el Palacio de Marivent a los Reyes como residencia veraniega. Junto a ellos, no faltaban el entonces playboy Juan Marqués, el arquitecto Luis García-Ruiz, y el empresario dueño entonces de la compañía aérea Spantax, Rudy Bay, y su mujer Marta Girod, hermana de Jeannine, la compañera sentimental del que fuera presidente del Real Madrid, Ramón Mendoza.
La mallorquina formaba así parte del núcleo duro de amistades que rodeaban en todas las ocasiones a don Juan Carlos en Mallorca. Una corte que desplegaba todo su poderío en verano y que hacía que el monarca viviese una vida "feliz", como él mismo reconoció en las conversaciones íntimas interceptadas por los propios servicios secretos españoles del entonces CESID. Una vida mucho más cercana a sus gustos, que la oficial que le rodeaba en Madrid junto a la reina Sofía.
Durante años, Marta y Juan Carlos disfrutaron de una relación que era un secreto a voces, para los que cubríamos por entonces el verano mallorquín. El Rey, recién entrado en la cincuentena, empezó a "perder la cabeza" rápidamente por ella: pasaban muchos fines de semana juntos, se iban a Gstaad y otros períodos no vacacionales también los disfrutaban.
Ese amor le llevó a descuidar las obligaciones familiares e, incluso, las oficiales. En un principio, sus encuentros eran protegidos con gran cautela, pero no duró mucho. La reina Sofía fue una las primeras personas en enterarse. Todo ocurrió en una cena con unos 200 comensales, en honor al multimillonario Aga Khan, ahora protector en Suiza de la infanta Cristina de Borbón. Allí llegaron puntuales el Rey, la Reina y sus invitados ilustres. Sin embargo, todavía pasados unos minutos había una mesa vacía.
Ya casi en los postres, se presentaron el escritor José Luis de Villalonga y Marta Gayà, así como el príncipe Tchokotua junto a su mujer, Marieta Salas. En lugar de enfadarse, el Rey se levantó de la silla y fue a saludarles efusivamente, gesto que denigró a la Reina. Fue una presentación relativamente pública de la relación de Juan Carlos I con Marta Gayà, pero también un golpe muy duro para doña Sofía.
La relación sentimental se estabilizó. Fue más seria de lo habitual. Una relación que por entonces hizo temblar seriamente la estabilidad del matrimonio real. Marta llevó aquello muy discretamente, a pesar de que era vox pópuli. De hecho, siempre intentó no dañar a doña Sofía. Los encuentros tenían lugar preferentemente en Mallorca, en Gstaad (Suiza) o en París, donde ella se instalaba en casa de José Luis de Vilallonga a la espera de ser llamada por el Rey. Pero para don Juan Carlos no había, por entonces, mesura alguna.
En un momento muy duro para la vida de Marta Gayà, tras presenciar in situ la muerte en un terrible accidente de tráfico de Rudy Bay y Marta Girod, el Rey no dudó en dejar sus obligaciones como monarca y acudir junto a ella a Suiza, donde Marta se había recluido con un estado de gran ansiedad en la finca del príncipe georgiano Zourab Tchokotua, el gran confidente de don Juan Carlos durante esos años.
Escándalo político con nombre de mujer
Todo ello provocó una pequeña y grave crisis política en 1992. Lo que hizo estallar la mecha era el relevo de Francisco Fernández Ordóñez, entonces Ministro de Justicia. El político padecía un cáncer en fase terminal y todo el mundo se preguntaba por qué el presidente del Gobierno, Felipe González, no lo relevaba. En una rueda de prensa, la Ministra-Portavoz Rosa Conde contestó a los requerimientos de los periodistas que no se podía sancionar el nuevo nombramiento porque el Rey se encontraba fuera de España.
A partir de ese momento, la prensa comenzó a investigar el destino del monarca. El Mundo habló del viaje a Suiza y recordó que unos meses antes, el historiador Juan Balansó habló en clave sobre el proyecto del Rey de escribir sus memorias con José Luis de Vilallonga achacándolo a alguna “gaya dama”. Sin duda, quien fue más allá, fue Jaime Campmany, el director de la revista Época. La publicación llevó a su portada una foto de Marta y tituló La dama del rumor. Una investigación firmada por el hoy director de elcierredigital.com, Juan Luis Galiacho, que levantó ampollas en los círculos políticos y económicos de entonces.
El escándalo estaba servido. Por primera vez en la historia de nuestra reciente democracia, la prensa rompía el gran tabú real desde la Transición. Hablar de la vida privada y sentimental del Rey. Hasta entonces, sólo Jaime Peñafiel, a través del micrófono de Encarna Sánchez en COPE, había hablado de la crisis del matrimonio regio. “El Rey está pasando por un período de crisis en su matrimonio que, si se le deja, esperemos que se pueda solucionar”, dijo en su momento. Sin embargo, el escándalo ya había estallado.
Don Juan Carlos, presionado por Sabino Fernández Campo, entonces Jefe de la Casa del Rey, regresó de Suiza el sábado 20 de junio por la mañana, despachó a Felipe González antes del mediodía y comió en privado con el presidente de Sudáfrica, Fredierik De Klerk, que estaba en Madrid de visita oficial. Por la noche ya estaba de nuevo en Suiza.
Dejó plantada a doña Sofía, entre lloros, en la celebración familiar del último aniversario de don Juan de Borbón, que cumplía 69 años ese 20 de junio, y que se celebró en el Club Financiero de la calle Génova de Madrid. La Reina, al día siguiente, sustituyó al monarca en la apertura de la Cumbre Iberoamericana. La desaparición pública del Rey desde el 15 al 23 de junio levantó por primera vez en España todo tipo de especulaciones sobre una supuesta relación extramatrimonial.
Juego de Tronos
Los servicios secretos españoles acusaron al exbanquero Mario Conde de la filtración. También en el caso de su también amiga Bárbara Rey estuvo, supuestamente, involucrado. Aunque ha quedado claro a día de hoy que el propio CESID (hoy CNI) hacía un seguimiento y grababa conversaciones relativas a las relaciones amorosas de don Juan Carlos.
Además de doña Sofía, el chivo expiatorio de la relación con Marta Gayà, fue Sabino Fernández Campo, que acabó siendo sustituido como jefe de la Casa Real por Fernando Almansa, acólito de Mario Conde. Después de ese verano tumultuoso, Marta Gayà dejó de aparecer en las primeras páginas de la prensa. La caída en desgracia del general Fernández Campo siempre estuvo rodeada de especulaciones. Según algunos medios, Pedro J. Ramírez, entonces director de El Mundo, confirmó a don Juan Carlos que fue él quien les filtró el nombre de Gayá para dar un escarmiento al Rey y que rectificase de una vez.
La familia de Sabino nunca perdonó el trato recibido. Mucho se ha hablado del papel de Mario Conde en este cambio en el staff de Zarzuela e, incluso, en la época corrió como un rumor según el cual el banquero, al saber que a Sabino le había otorgado el título de Conde de Latores, éste soltó: “La va al pelo. Conde-delator-es”.
Nunca se ha sabido la versión de Fernández Campo sobre lo sucedido. Desde 1993 se dedicó a dar conferencias y recibir premios, como también ser nombrado miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Siempre atento con los medios, evitaba cualquier tema espinoso. Cuando le preguntaban por sus memorias sonreía y decía: “¿Para qué? Lo que puedo contar no interesa y lo que interesa no lo puedo contar”.
A la muerte de Sabino, en 2009, Marta reapareció asistiendo a su entierro y huyendo de las cámaras del programa Aquí hay tomate. Desde entonces la relación de Marta y Juan Carlos mutó en una profunda amistad.
En el verano de 2017, el vídeo de un turista los descubrió en la iglesia de un pueblecito de Irlanda. Sin embargo, la obsesión de Gayá siempre ha sido la discreción. Ahora ya pasa poco tiempo en Madrid y mucho más en Suiza, donde tiene sus cuentas y negocios. Ya sabedora de que en Mallorca era carne de cañón de la prensa, en 2018 puso a la venta su bonito piso en la isla balear por 300 millones, una propiedad que había adquirido en 1998. Su última visita a la isla de sus amores fue por un motivo triste. El pasado mes de mayo acudió a enterrar a su madre. La visita fue lo más breve posible.
Marta Gayá, según sus conocidos, siempre ha intentado tener una vida propia y privada, más allá de su historia de amor con el exmonarca. No quiere pasar a la historia como su amante oficial. Algo complicado para una mujer que siempre ha seguido, como gran amiga personal de don Juan Carlos. Nunca dejó de seguir a su lado la evolución de su reinado y de sus avatares personales, ni siquiera cuando estuvo al lado de Corinna Larsen, lo que le producía celos a la exprincesa alemana. Lo acompañó desde lo más alto a la actual decadencia de su reinado emérito. Y ahora en su difícil jubilación.
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