El primer escándalo de Isabel Pantoja en Marbella: Construyó una escollera
El primer escándalo urbanístico de Isabel Pantoja Martín en Marbella no data de su relación amorosa con el exalcalde.
Según un documento oficial que obra en poder de elcierredigital.com, la demarcación de Costas de Andalucía, dependiente del Ministerio de Obras Públicas, abrió un expediente sancionador a la cantante el 25 de marzo de 1992 por la colocación de unas “escolleras”, una especie de muros con escalera para bajar fácilmente al mar, en una zona de dominio público en la playa de las Cañas, en Marbella. Isabel Pantoja pasaba por entonces largas temporadas de descanso junto a Encarna Sánchez en la casa que tenía la locutora en la Urbanización Marbesa, en la finca nº 443, de la calle Tenerife.
Según la investigación que abrió el Ministerio de Obras Públicas, para Isabel Pantoja no había Ley que se le resistiera por entonces, y así contrató a una brigada de obreros –eso sí, pagada por el dinero de Encarna Sánchez– para levantar unos muros de obra pegados a la casa de la locutora de radio que daba al mar, sin permiso ni autorización, por lo que fue expedientada.
El expediente sancionador iba dirigido personalmente contra Isabel Pantoja, como obra en poder de elcierredigital.com, y fue silenciado finalmente y metido en un cajón para el resto de su vida administrativa gracias a la mediación de Encarna Sánchez con el entonces consejero de Obras Públicas de la Junta de Andalucía, Jaime Montaner.
Además, Encarna Sánchez mantenía una buena amistad con el entonces alcalde de Marbella, Jesús Gil y Gil, que casualmente era contertulio de su programa de radio en la cadena Cope.
En las cartas enviadas a Encarna Sánchez por los administradores de su patrimonio, éstos ya le advertían de las irregularidades que iba cometiendo Isabel Pantoja en Marbella. Sin embargo, Encarna lo permitía dado el enorme cariño que por entonces le profesaba. Así, en uno de las misivas que obra en nuestro poder con fecha de 30 de abril de 1993 – el año de mayor intensidad en la relación entre la cantante y la locutora- se señala textualmente: “Estimada Sra. Encarna: Adjunto le envío copia de la carta recibida del M.O.P.T., insistiendo en saber los datos del propietario de la finca, Marbesa nº 443. Ruego me de instrucciones sobre el tema, ya que incluso han estado personalmente en nuestras oficinas”.
La factura de la empresa de Roca que hizo trabajos en La Gaviota.
Se trataba de justificar el titular de esta finca, ya que aunque figuraba registralmente a nombre de Encarna Sánchez quien de verdad la disfrutaba era Isabel Pantoja, tanto que el expediente sancionador del Ministerio de Obras Públicas se abrió contra la cantante y no contra Encarna Sánchez. Esta sanción, con el número 9/92-Mar-2, contra la cantante constituía el primer expediente abierto en su densa historia de presuntas irregularidades urbanísticas en Marbella, luego ampliada en la operación Malaya. El instructor del expediente fue Félix Sánchez Maldonado y el secretario José Antonio Lupianez Pérez, ambos funcionarios del Ministerio de Obras Públicas.
Estos funcionarios públicos remitieron un oficio a Isabel Pantoja, como si ella fuera la propietaria real de esta finca de la urbanización Marbesa, en el que le ordenaban “la paralización de las obras, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 103.1 de la Ley de Costas, por tratarse de una obra ilegal en curso de ejecución. Para el supuesto de no atenderse dicha medida cautelar, se procederá a la suspensión del suministro de energía eléctrica, agua, gas y telefonía y al precinto y retirada de materiales y maquinaria. Todo ello sin perjuicio de la restitución y reposición que procediera por los daños causados, incluso por vía de apremio, y de traslado, en su caso, a la Autoridad Judicial”.
Finalmente todo quedó en nada gracias a la intervención de Encarna Sánchez, que por entonces, dado su gran poder mediático, contaba con grandes amistades en las altas esferas de la política y de los organismos públicos. Pero la contestación de los abogados de Encarna Sánchez, a los que dispuso para defender a Isabel Pantoja, fue la siguiente: “Lo único que se ha hecho en esta zona de playa, es reponer unos metros de escollera, que siempre había existido, y que fueron arrastrados por el mar durante los últimos temporales de levante, que hemos sufrido este último invierno”.
Sólo unos meses después Encarna Sánchez compraba otra parcela para hacer un chalet a medida y disfrute de Isabel Pantoja, se trataba de “La Gaviota”, también inmersa en graves irregularidades administrativas y que fue adquirida por Encarna por 20 millones de pesetas (120.000 euros) de la época.
La sombra del trato de favor, por parte del ya fallecido ex alcalde Jesús Gil y Gil, planeaba sobre este lujoso chalé al que Isabel Pantoja no profesaba un cariño especial. Quizá fuera porque la elección del mobiliario había sido obra y gracia de la propia Encarna Sánchez, decantándose por un dormitorio de color azul para ella y otro, de color rosa, para Isabel. Allí, en la primavera de 1995, se celebró una gran fiesta de apertura, con la presencia incluida de Julián Muñoz.
Encarna Sánchez contaba con no tener problema alguno en la nueva mansión que levantaba para su querida Isabel en Marbella, ya que el que fuera presidente del Atlético de Madrid juró a la locutora de la cadena COPE que, mientras él viviera, no los habría. Y así fue, aunque el inmueble presentaba dos supuestas y graves irregularidades, como se comprobó judicialmente más tarde. Por un lado, un exceso de construcción y, por otro, la invasión de una parte importante de la zona común de playa que linda con la lujosa mansión –hoy ocupada por Antonio Banderas– en su parte trasera y por la que se puede acceder directamente al mar. Tanto Jesús Gil como Encarna Sánchez (versus Isabel Pantoja) se creían intocables por aquellos años, pero la comunidad de vecinos reclamó vía judicial. En esta historia hay una clave más: ¿por cuánto se compró “La Gaviota” y en cuánto se escrituró? ¿Y por qué Gil y Gil obligó luego a venderla a Antonio Banderas? Las respuestas las tuvo en su día la única y legítima heredera de Encarna Sánchez, Pilar Cebrián, cuyo nombre artístico era Clara Suñer, la silenciosa.
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