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INVESTIGACIÓN

Desaparición de Malén Ortiz: 'Se debería haber aprovechado los momentos de cordura'

El criminólogo Eduardo Navasquillo analiza la investigación y al involucrado en el caso de la joven palmesana

Las autoridades han finalizado la búsqueda de posibles pistas sobre la desaparecida Malén Ortiz en una finca de la zona de Porrasa (Magaluf), cercana al lugar en el que se vio por última vez, hace más de nueve años, a la adolescente de 15 años. La búsqueda —que se hizo excavando en la finca y registrándola con perros— volvía a realizarse debido a nueva información que fue proporcionada a las autoridades. Información que encajaba, ya que hace nueve años ya se investigó a un sospechoso que frecuentaba el lugar.

El sospechoso, según ha informado recientemente Caso Abierto, era un hombre cordobés de unos 65 años con problemas mentales —presumiblemente un trastorno de doble personalidad— que ya había sido denunciado por acoso un año antes de la desaparición de Malén. Fuentes del caso explicaban a elcierredigital.com que “decidió trasladarse a Málaga y terminó ingresado en una residencia psiquiátrica. En caso de seguir en esta residencia, sería imposible interrogarle ahora dada su condición”.

Aunque en su momento fue interrogado como posible sospechoso, la falta de coherencia en su testimonio evidenciaba problemas mentales y dejaba sin pruebas sólidas que demostraran su presunta culpabilidad.

Elcierredigital.com ha contactado con el criminólogo Eduardo Navasquillo, que afirma que en estos casos, cuando un sospechoso da este tipo de declaraciones, “lo lógico es volver a hablar con el psiquiatra o con quien le atiende e intentar sacarle la información en otro momento. Este tipo de personas no están siempre en una situación de delirio. Hay momentos en los que tienen perfecta cordura, así que habría que haber aprovechado los momentos en los que esta persona estaba más estabilizada mentalmente”.

La finca y posibilidades de un crimen

Según el criminólogo —que también es profesor de un curso de Investigación de Personas Desaparecidas en el LISA Institute—, “cabría la posibilidad” de que el sospechoso, en el caso de tener esta patología anteriormente mencionada, hubiera podido cometer un crimen. “Son personas que tan pronto están bien como mal. Además, se trata de un varón, que podría tener unas características físicas que le permitieran secuestrar a la niña. Y si tiene cualquier tipo de patología, normalmente este tipo de gente lo que hace es tomar medidas para hacer desaparecer el cadáver en el entorno —en el caso de que lo hubiera—, seguramente cerca. Puede encajar que lo hiciera en una finca en la que él tuviera el control o que la conociera, pasara por ahí o la frecuentara”, declara.

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Malén Ortiz. | El Cierre Digital

Navasquillo afirma que, en cualquier caso, en este tipo de desapariciones “nunca se descarta nada” y sostiene que en este tipo de investigaciones se utiliza la denominada “teoría de los círculos concéntricos”. “Esto quiere decir que en el centro de todo, en el núcleo, se investiga primero a la familia más directa (padres, madres, hermanos, etc.). Luego hay un segundo círculo concéntrico, donde está otra parte de la familia (primos, tíos, tías…) y los amigos más directos, con los que sales un fin de semana, quedas… Y por último hay un tercer círculo en el que se investiga a personas con las que hay menor relación. Gente que los desaparecidos conocen del trabajo, del gimnasio, de una academia o cualquier tipo de actividad de tipo social”, explica.

En el caso de la desaparición de Malén Ortiz, al menos los dos primeros círculos fueron investigados, ya que su padre, Alejandro Ortiz —después de que la joven cargase contra él en la red social Ask.fm—, llegó a ser investigado, al igual que se llevó a perros especializados en olores de cadáveres a casa de su novio, Daniel Alba.

Si embargo, el sospechoso que resuena últimamente no pertenecería a ninguno de estos círculos. Tal y como explica el criminólogo, es lo que se denominaría “un acto de oportunidad”. “Es decir, encontró a la niña en unas circunstancias concretas y podría haber aprovechado la acción no para producir su desaparición, sino para provocar cualquier otra acción de tipo violento, como un abuso sexual o una violación. Si luego se le fue de las manos y la chica falleció, tomaría las medidas necesarias para hacer desaparecer el cadáver”, teoriza Navasquillos sobre este hipotético caso.

El criminólogo explica que en el caso de que Malén hubiese fallecido el día de su desaparición, nueve años después sería complicado acreditar al autor de su muerte. “Es complejo determinar en este caso si pudiera ser ese hombre directamente. Sí quizá para descartarlo, pero no para acusarlo”, explica, y añade que la situación psicológica del individuo, unida a su edad actual, harían más complejo aún conocer en la actualidad la realidad de lo sucedido.

“Las primeras 36 o 48 horas tras la desaparición son vitales”

El 2 de diciembre de 2013 Malén Zoe Ortiz Rodríguez, de 15 años, pasaba a engrosar el trágico listado de menores desaparecidas en España. Eran las tres y media de la tarde cuando una cámara de seguridad de los viveros de Sa Porrassa, en Magaluf (Mallorca), la grababa montando en su monopatín verde. Se dirigía a casa de su novio, Daniel Alba, para comer con él, ya que su padre, Alejandro, y su hermano, Bruno —con quienes convivía—, no se encontraban en casa a aquella hora. Es su última imagen.

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Malén Ortiz. | El Cierre Digital

Malén vivía con su padre, Alejandro Ortiz, un pequeño empresario a cuya casa se trasladó en 2012, después de que un juez concediese la custodia de ambos hermanos al padre, tras denunciar el supuesto abandono de la madre, Natalia Rodríguez, que se fue a trabajar a Tailandia. A principios de 2013, Malén se desahogaba en la red social Ask.fm: “Mi vida no es de color rosa, tengo una situación familiar muy difícil”. Por estos hechos, la Guardia Civil consideró en el primer momento una desaparición voluntaria, que descartó tras ver las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad de un vivero.

La última imagen que se conserva de la niña fue grabada en la fachada de los viveros, hasta salir de pantalla, justo donde comienza un camino semipeatonal que desdobla la carretera a Cala Figuera, en el pico oeste de la bahía de Palma, hasta cruzarse de nuevo con la carretera y la calle Tudó, recorrido que siempre hacía para llegar a casa de su novio, en Son Ferrer. 

Según Eduardo Navasquillo, las desapariciones como esta no son muy comunes y “en un porcentaje muy elevado se solventa”. “En la inmensa mayoría de los casos la gente retorna a su casa y muchas desapariciones voluntarias son gente que se ha extraviado”, explica.

Sin embargo, aunque el caso de Malén Ortiz se trató en un primer lugar como una desaparición voluntaria, no se tardó en pensar que la naturaleza de su desaparición era otra. “En una desaparición de este tipo las 48 o 36 primeras horas son vitales. Cuando va pasando un tiempo y no se encuentran pistas fiables, es cuando se empieza a complicar todo y existe menos probabilidad de solucionar el caso. Tiene que ser una acción rapidísima con los menores”, sostiene Eduardo Navasquillo, que confirma que “los casos no se cierran, pero cuando no hay evidencias de pruebas se quedan en un punto muerto y hay que esperar a ver si alguien hace alguna llamada con algún tipo de información o surgen nuevas pistas”.

Precisamente, esto último ha sido el detonante para que, nueve años después de su desaparición, se vuelva a retomar la búsqueda de pistas sobre Malén Ortiz y se consideren nuevas teorías sobre qué pudo haberle pasado a la adolescente aquel día de diciembre de hace ya más de nueve años.

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