16 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

Los vecinos de los barrios de Batán y Hortaleza se encuentran asustados tras ser víctimas de los menores que se escapan de los centros de acogida

Los menas atemorizan Madrid: Asaltan violentamente a otros menores como a personas mayores sembrando el pánico

Los menas salen a la calle sin ningún inconveniente y la gente intenta evitarlos.
Los menas salen a la calle sin ningún inconveniente y la gente intenta evitarlos.
Los menores tutelados han estado causando preocupación entre los ciudadanos de Madrid, quienes se han visto atacados por estos chicos que pertenecen a centros y albergues en los cuales las condiciones no son mejores que las que soportan en la calle. Algunos menas ya se preparan en la calle para enfrentamientos con todo aquel que se defienda durante un asalto y la única solución que han encontrado los ayuntamientos ha sido ampliar la presencia policial y reforzar la seguridad.

La situación de roce entre los menas y los ciudadanos españoles empieza a rozar límites que amenazan la integridad física. Algunos de estos jóvenes llegados al país están optando por el camino de la agresión y el robo puesto que no tienen nada que perder.

En casos más recientes, los habitantes de Batán han tenido que cambiar sus rutinas, no por la cuarentena o al miedo al coronavirus, sino por el miedo a los menas, que, al parecer, ahora atacan con más frecuencias por la zona.

Albergue Richard Schirrmann.

Algunos vecinos de Batán solían correr y realizar otras actividades deportivas durante la noche, ahora deben hacerlo durante el día, coincidiendo con las horas en las que los menores tutelados del albergue juvenil Richard Schirrmann comen, porque es la única manera en la que tendrán certeza de que estarán a salvo.

Violencia y agresión

Los vecinos no tienen reparo en admitir que tienen miedo, se muestran sorprendidos de que lo que ocurre en Hortaleza esté ocurriendo también en Batán. Los actos vandálicos suceden con frecuencia y algunos afirman que nunca antes se habían sentido como ahora. La situación no tiene precedentes.

Tal y como ocurrió en Hortaleza, la situación en el centro fue incapaz de recluir a los jóvenes, quienes ante la desesperación decidieron saltarse las vallas y la cuarentena para tomar las calles. La primera semana de junio fueron detenidos nueve menores tutelados por apedrear a los vecinos después de haber robado la cartera a uno de ellos. Al parecer, uno de los vecinos intentó detener el robo y eso inició la lapidación. El episodio tuvo lugar en el paseo del Robledal, a las nueve de la noche.

Doscientos manifestantes se agruparon para protestar ante el albergue Richard Schirrmann.

Los episodios de las pedradas han originado una estrategia particular que utilizan estos menores en reiteradas ocasiones. En los laterales de la pasarela del paseo de la Venta apilan montones de piedras de tamaño considerable. Además de las piedras guardan otros tipos de armas como palos y otros objetos contundentes. Todo esto con el objetivo de estar preparados por si se les planta cara.

Algunos otros vecinos han tenido heridas de mayor gravedad. Uno de los que decidió plantar cara recibió un botellazo en la cabeza que requirió de doce grapas, una mujer a la que iban a robarle el móvil recibió varias patadas, una señora mayor que paseaba con sus tres nietos acabó en el suelo cuando los menas decidieron robarle la cartera, también amenazas de gravedad a un menor al que robaron 150 euros que llevaba encima el día de su cumpleaños. La Policía Nacional está al tanto de estos delitos.

Los delitos aumentan de categoría

Otras personas confiesan a los medios que la situación escala de manera rápida. Antes los menas se conformaban con los hurtos en la calle y los episodios de violencia ocasional, ahora se organizan en crímenes de mayor categoría.

Algunos menores empiezan a perpetrar atracos a los negocios locales. Un restaurante que acababa de abrir después de haber finalizado la cuarentena fue atacado. Afortunadamente el dinero había sido retirado de la caja unos días antes y los menores se conformaron con llevarse una veintena de botellas y un molinillo de café. Los chicos habían tapado sus rostros con gorras, sabían que el negocio tenía cámaras de vigilancia.

Los menas empiezan a recurrir a los robos con violencia y agresiones.

Como ese, algunos otros atracos se han dado de manera reiterada, a veces al mismo negocio. La situación ha provocado que los vecinos sopesen la situación y hayan decidido que su seguridad es primero y que la situación no puede continuar así. De esta manera doscientos vecinos se manifestaron delante del albergue para pedir soluciones, recuperar el uso histórico del centro y también la tranquilidad del vecindario.

La solución a la que se ha llegado desde el ayuntamiento ha sido aumentar la presencia policial en Batán, Alto de Extremadura y Lago, de la misma manera que en el interior de la zona verde. Durante la próxima semana se solicitará una reunión de la Delegación del Gobierno para intentar que entre todas las administraciones se pueda aunar fuerzas con el Cuerpo Municipal y el Nacional. Las nuevas medidas de seguridad serán debatidas en los distritos de Moncloa-Aravaca y Latina.

Un fenómeno con antecedentes

Hace pocos meses la situación de coronavirus había traído la desesperación a los ciudadanos, no solo por la cuarentena y los efectos que esta causa, sino también por los efectos que causa en otras personas, los menas del centro de Hortaleza en este caso.

Los menores del centro tutelado de Hortaleza, un barrio al noroeste de la capital, se saltan a diario el confinamiento y aunque ya han recibido las advertencias de la Policía, siempre que pueden intentan escapar.

La Policía Nacional explicó en su momento que, en el centro Primera Acogida de Hortaleza, el control no estaba logrado del todo. Los menores son astutos y conocen la zona muy bien, se las ingeniaban, y aun se las ingenian, para salir sin ser detectados por la Policía, sin embargo, eran incapaces de burlar las cámaras de móvil de los ciudadanos indignados que les grababan cada vez que los divisaban quebrantando aquel decreto ley 460/20, cuya amenaza aun parece estar presente.

Normalmente se establecen controles inicialmente en la puerta delantera, pero entonces los jóvenes deciden escapar por la puerta de atrás, no hay suficientes agentes como para rodear el recinto y el esfuerzo por evitar que los menas campen a sus anchas es insuficiente.

El comportamiento de estos jóvenes fuera y dentro del recinto no es exactamente modélico, muchos vecinos de la zona de Hortaleza han recibido insultos e improperios de estos jóvenes en sus escapadas y están en la mira de las autoridades como sospechosos de robos a casetas de feria en las cercanías, instaladas en el parque Alfredo Kraus. Muchos de los trabajadores creen que los responsables han sido estos menores fugados y revisan las casetas y puestos de comida todos los días debido a la frecuencia con la que estos menores se saltan la cuarentena, hasta ahora se las atribuye la rotura de varias casetas y el robo de una caja registradora de una hamburguesería móvil, amén de haber forzado un compartimento que almacenaba diferentes aparatos electrónicos.

Los problemas de disciplina que presentan estos menores son claros. Hace unos meses, mientras los ciudadanos se asomaban a los balcones para realizar los aplausos en favor de los profesionales sanitarios que se encontraban luchando contra el coronavirus, estos menores pitaban, silbaban e intentaban boicotear los aplausos, lo que incluso a día de hoy genera el rechazo de miles de usuarios de redes sociales en internet, quienes no dudan en señalar semejante conducta como reprochable.

¿Qué hay detrás de la conducta de los menas?

Muchos ciudadanos, a pesar de temer por su bienestar físico, entienden que las circunstancias en la que estos jóvenes han llegado al país no son las mejores y por ello su carácter no tiene una justificación, pero si que facilita la comprensión.

Algunos escapan en busca de sus padres y esto sigue siendo un hábito incluso después de que fue declarada la cuarentena, otros sencillamente se han enganchado a sustancias que no pueden consumir dentro de las paredes de la residencia de menores y para ello escapan del mismo, con el único fin de satisfacer su adicción. Es normal que algunos de los menas que se tutelan en estos centros inhalen pegamento con frecuencia. Vacían los botes en bolsas de plástico y las calientan frotándolas contra sus pantalones para inhalar los vapores, algo que es conocido entre estos niños como “bolsear”.

Los jóvenes escapan con frecuencia de los centros.

En el caso de los centros como el de Hortaleza las cosas para estos jóvenes no mejoran y las condiciones en las que viven en muchas ocasiones son deficientes. Las comunidades no parecen preocuparse por las necesidades de estos chicos.

La sensación de abandono, pobreza y desatención es latente en cuanto atraviesas la vieja puerta. Las ventanas no cierran y muchas persianas ni suben, ni bajan. El personal que trabaja con los chicos se muestra cariñoso y entregado bajo unos uniformes viejos y raídos más propios de una película de miedo que de un centro de protección de menores.

Las trabajadoras sociales se dejan la piel para atender a todos los chavales luchando por tratar de conocerlos sin dar a basto en su labor, absolutamente vocacional, porque no hay sueldo que pague trabajar en tan precarias condiciones, pues ni siquiera su seguridad está garantizada quedando siempre expuestos a los arrebatos de los menores impulsivos que presentan trastorno del comportamiento y que nada tienen que perder cuando se amotinan frustrados por no conseguir algo deseado.

En el centro no solo hay inmigrantes. Hay también niños españoles en situación abandono por múltiples razones. Cuando se convive en una familia, los hijos salen de casa y vuelven a la hora pactada con sus padres y siempre que sea posible deben ir acompañados por adultos, para que a medida que se van acercando la mayoría de edad, nuestros menores tienen más libertad y autonomía, pero aun así en cualquier familia que se precie de serlo, el menor consensua y pacta sus actividades y sus horarios en función de lo que más beneficie a su desarrollo y no solamente en base a su interés o divertimento. Los adultos velan por los intereses de sus hijos.

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