19 de abril de 2024
|
Buscar
FIN DE SEMANA

Murió de un disparo en la cabeza tras ser acorralado por Guillermo González Calderoni, un policía acusado de corrupción

La vida de Pablo Acosta, “El Zorro de Ojinaga”, el narco que dominó la frontera entre México y EE.UU.

Pablo Acosta, considerado como uno de los narcos más importantes del siglo XX
Pablo Acosta, considerado como uno de los narcos más importantes del siglo XX
Pablo Acosta Villarreal, más conocido como “El Zorro de Ojinaga”, fue uno de los narcotraficantes con más poder y control sobre el negocio de la droga en la frontera entre México y Estados Unidos. Acosta nació el 26 de enero de 1937 en la ciudad de Ojinaga, en el estado mexicano de Chihuahua y con los años se convertiría en uno de los capos del tráfico de narcóticos más singulares hasta su muerte, 50 años después.

En el apogeo de su poder llegó a mover 60 toneladas de cocaína por año que distribuía entre los colombianos, además de las incalculables cantidades de marihuana y heroína, que eran la parte fundamental de su negocio.

Mediante un entramado de protección con las agencias policiales federales y estatales mexicanas, así como con el ejército mexicano, Acosta pudo garantizar la seguridad de cinco toneladas de cocaína que se transportaban en aviones turbopropulsores cada mes desde Colombia a Ojinaga, a veces aterrizando en el aeropuerto municipal y otras en pistas de tierra situadas en ranchos río arriba de Ojinaga.

Para lavar el dinero, El Zorro se valía de cadenas de lujosos restaurantes y hoteles. Si bien al principio solo manejaba marihuana y heroína, Acosta Villarreal se involucró cada vez más en el comercio de cocaína cerca del final de su vida, estableciendo contactos con colombianos que querían dar el paso para traficar con cocaína a Estados Unidos usando las mismas rutas que Texas Acosta Villarreal estaba utilizando para enviar marihuana y heroína desde el otro lado de la frontera, en Chihuahua.

Pablo_Acosta_2

Pablo Acosta fue un refefente en el mundo del narcotráfico

Su padre, Cornelo Acosta, fue un humilde campesino dedicado al contrabando de hierbas medicinales para mantener a su familia. En 1958 fue asesinado en el interior de una cantina por una vieja rencilla familiar y su muerte coincidió con los inicios de su hijo Pablo en el negocio de la heroína.

El poder de "El Zorro de Ojinaga"

“El Zorro de Ojinaga” continuó forjando su nombre en el mundo del narcotráfico, pero en el camino fue detenido y enviado a una prisión de Pecos (Texas), tras ser sorprendido por policías estadounidenses mientras traficaba. Acosta fue juzgado y sentenciado a ocho años de cárcel, pero salió en libertad después de cumplir sólo cinco.

Regresó a su pueblo natal, donde se enteró que el negocio en aquella zona estaba controlado por un narco llamado Pedro Avilés, más conocido como “El León de la Sierra”, famoso por sus crueles ajustes de cuentas con quienes le disputaban el control del territorio o le traicionaban.

Para “El León de la Sierra” trabajaba Manuel Carrasco, quien a su vez contrató a Pablo Acosta. La buena suerte de Pablo apareció en 1976, cuando Carrasco asesinó a Heraclio Rodríguez Áviles, sobrino de “El León de la Sierra”, tras una discusión en una cantina. Se dice que cuando Pedro se enteró, le puso precio a la cabeza del asesino, y sin pensarlo dos veces, Carrasco huyó de México. Fue entonces cuando El Zorro se hizo con el control del narcotráfico en Ojinaga y ya en el año 1980, Acosta contaba con toda una base de operaciones establecida en Chihuahua.

Pablo_Acosta_3

Pablo Acosta era considerado como una especie de "Robin Hood"

Este capo de Ojinaga apadrinó al legendario Amado Carrillo, “El Señor de los Cielos”, apodado así por su flota privada de grandes aviones mediante los cuales enviaba cocaína. Fue su mentor y socio comercial y, tras su muerte, Amado heredaría el negocio del narco y del crimen organizado. Acosta hizo de Amado Carrillo su favorito, su protegido, y durante más de diez años trabajo a su lado, primero como su asistente y después como segundo en jerarquía.

Calderoni, el hombre que truncó la vida de Acosta

La suerte de El Zorro de Ojinaga se truncó cuando Guillermo González Calderoni se cruzó en su camino. Por aquel entonces Calderoni era el comandante de la policía federal mexicana y años después sería acusado de proteger a narcotraficantes de diversas organizaciones.  Con órdenes de sacar a Pablo Acosta, Calderoni atrapó y mató al narcotraficante Ojinaga en la remota aldea de Santa Elena, en el río Bravo.

Sus intentos de capturar a Acosta durante un período de cinco meses no tuvieron éxito hasta que descubrió el escondite del río y pudo lanzar una incursión volando un equipo de asalto a través de Texas con una escolta del FBI. En el lugar, entre el estruendoso zumbido las hélices de los helicópteros se escuchó la voz de Calderoni: "Ríndete Pablo. Ya no hay escapatoria". Acosta supo entonces que no había vuelta atrás y, según dicen, empuñó una pistola calibre 38 contra su sien y se suicidó, tras gritar “¡Chinga a tu madre, Calderoni, de aquí no me llevas vivo! ¡Tendrás que venir por mí!”.

Una de las hipótesis en esta historia es que González Calderoni asesinó a Pablo Acosta por encargo de otro narcotraficante mediante el pago de otro millón de dólares. De hecho, existe un memorándum del FBI, fechado en diciembre de 1986, donde se indica que González “estaba sucio”, y que algunos agentes estadounidenses lo sabían. Aun así, el FBI cooperó con él en el asalto a la guarida de Pablo Acosta Villarreal, en Santa Elena, en abril de 1987.

Guillermo_Gonzalez_Calderoni

Decían que el agente Guillermo González Calderoni era un corrupto

Calderoni más tarde desertó a los Estados Unidos y proporcionó al FBI información sobre corrupción de drogas dentro del gobierno mexicano. Alegó que el hermano del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari estaba brindando protección oficial al cartel de drogas de la Costa del Golfo con sede en Matamoros, México.

Con el camino libre, Amado Carrilo asumió el control del grupo de narcos que operaba en Chihuahua, que más tarde se convertiría en el Cártel de Juárez. La muerte de Acosta fue una leyenda igual que su vida.

COMPARTIR: