40 años del asesinato de Enrique Casas por ETA: Historia de su viuda Bárbara Dührkop
Bárbara Dührkop, viuda del senador Enrique Casas, habló en una entrevista para la revista "Interviú" sobre su pasado.
Bárbara Dührkop, viuda de Enrique Casas: "Me gustaría tener una charla de mujer a mujer, con cualquier viuda de H.B." Eran declaraciones a la revista Interviú y no cabía más generosidad en su deseo aunque nunca hubiera sido posible, ya que, la otra parte, en este caso Izaskun Ugarte, viuda de Mikel Goikoetxea, “Txapela” lo dijo alto y claro en 1984, en el funeral de su marido.
"Txapela" fue un etarra que, según informe del Ministerio de Interior, participó en 27 atentados mortales, siendo abatido por los Gal en 1984, en atentado producido en San Juan de Luz, donde estaba refugiado. "La lucha sigue, y alguien recogerá las armas aunque tú estés muerto”. Un rencor manifiesto en las palabras de la mujer del etarra Txapela.
Recuerdo a Bárbara serena, con la huella del dolor marcado en su mirada, captada en la fotografía de ese alquimista del reporterismo gráfico que es Jesús Ángel Miranda.
Fue un 23 de febrero de 1984, cuando Enrique Casas, senador socialista, fue asesinado por ETA en su casa, en San Sebastián. Llamaron a la puerta, que abrió él mismo y dos individuos le acribillaron con quince disparos. Eran miembros de ETA que pertenecían a los Comandos Autónomos Anticapitalistas. Aquel día, Bárbara Dührkop me contó que la muerte de su marido “fue el impulso” para meterse en política, encontrando en el Parlamento de Europa una especie de evasión que pudiera paliar su angustia. Eurodiputada por el PSOE, en Bruselas trabajaba en la Comisión de Educación, Juventud Cultura y Deporte.
Las palabras de Bárbara para Maite Arnaiz en 'Interviú'
“Cualquier hecho así te lleva a un análisis de lo que va a ser tu vida. Llegué a plantearme si iba a seguir, aunque yo no tengo visos de suicida, pero la muerte de mi marido me dejó en el punto cero, en el vacío más absoluto, con tres hijos, el mayor de cinco años y el pequeño de ocho meses”.
Su voz era doliente, pero firme, con la fuerza que le conferían tres poderosas razones que ya empezaban a buscar en su madre una respuesta a la dolorosa pregunta: “Por qué mataron a papá”. Y Bárbara hace un silencio que precede al triste recuerdo de aquel día todavía cercano: “No puedo olvidar la imagen de Enrique, en el suelo boca abajo y su cuerpo ensangrentado”.
Era profesora de lenguas y licenciada en Filosofía y Letras. Su excelente formación académica fue fundamental en que el odio no superase su dolor: “Yo creo que una parte de nuestra educación democrática tolerante es saber canalizar ese odio, porque es un sentimiento tan fuerte como el amor, con la diferencia de que el odio tiene una consecuencia de destrucción. Por eso hay que buscar ir contra las injusticias por la vía del diálogo. Aunque también digo que no comprendo a los que dicen que perdonan”.
Pregunté a Bárbara por su día a día en familia: “En casa hablamos mucho de papá, recordando cosas que él diría o haría porque pienso que tienen que tener un recuerdo vivo, sin que les haga llorar porque si no sería terrible. Pero los niños entran en preguntas que te dejan sin respuesta, como ésta que me hizo mi hijo Dani con ocho años: '¿Mamá por qué no se hace lo que quiera ETA? Así no matarán a ningún papá más'. Si algo me duele y sé que esto no tiene solución, es el pensar que mis hijos han perdido el derecho a tener padre y una vida familiar normal”.
Casualmente, Bárbara y sus niños vivían en el mismo barrio que Iñigo Iruín, abogado asesor de Herri Batasuna, y coincidían con los niños en el mismo parque, lo que para Bárbara suponía la triste desigualdad evidente: “Cuando veo a Íñigo Iruín con su hija, que tiene un año menos que el pequeño mío, no puedo dejar de pensar en la suerte que tiene cuando veo que empuja el columpio. Yo creo que eso tiene que hacer reflexionar y, a veces, todavía me hace llorar, no tanto por mí, porque he dado prueba de saber vivir así, pero los críos es terrible”.
Sobre esto, recuerdo una entrevista en televisión, en la que Esnaola le expresaba a Manuel Campo Vidal su sentimiento, precisamente, por los niños que, incluso, a veces presencian “cómo matan a sus padres”. Las palabras de Esnaola cobran más sentido, si cabe, en esta ocasión ya que los hijos de Enrique Casas presenciaron el asesinato de su padre. En alguna entrevista el mayor recuerda el grito de su padre cuando en medio del dolor con las balas en su cuerpo, fue capaz de llamarles "¡Cobardes!".
La misma portada de Interviú que recoge la entrevista a Bábara Dührkop, señala el cinismo de Jon Idígoras aseverando: “ETA no caerá en el error de matar a políticos.” No se puede ser más mezquino.
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