28 de marzo de 2024
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FIN DE SEMANA

Su infancia, sus romances, sus hermanos y sus padrinos en España

La oscura vida familiar de Isabel Preysler: La celebrity que piensa casarse por cuarta vez con el escritor Vargas Llosa

Isabel Preysler con Mario Vargas Llosa en su última visita a Perú
Isabel Preysler con Mario Vargas Llosa en su última visita a Perú
Isabel Preysler ya tiene vía libre para casarse por cuarta vez, si así lo desea, lo que no sería de extrañar. Su actual compañero sentimental, el escritor peruano y Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, ha finalizado todos los trámites burocráticos que acreditan su soltería. “Podríamos casarnos en cualquier momento. Mario ya es soltero. Todos los papeles están en regla, incluso el último que faltaba de Perú”, ha declarado recientemente la viuda de Boyer a su revista de cabecera ¡Hola!

Día 8 de noviembre. Arequipa, la conocida como ciudad blanca de Perú, vive entre la locura y el desenfreno. Allí, un 28 de marzo de 1936, hace 82 años nació el escritor Mario Vargas Llosa, pero ahora la villa se ha revolucionado con la llegada de su posible futura mujer, la filipina Isabel Preysler. La pareja, que estudia formalizar ante registro su compromiso matrimonial, acudía al histórico Monasterio de Santa Catalina, que data del siglo XVI.  La ex mujer de Julio Iglesias lograba acaparar todos los flashes, como también lo logró hace muchos años junto al cantante o al lado del aristócrata Carlos Falco, por no citar al todo poderoso ex ministro socialista Miguel Boyer. La filipina consiguió que los más de mil asistentes congregados a lo largo de este histórico espacio Patrimonio de la Humanidad olvidasen a los escritores Shalman Rushdie o Helen Fielding, autora del Diario de Bridget Jones, a la periodista cubana Yoani Sánchez y solo se fijaran en ella y en su vestido negro estampado.

Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa (Archivo)

Los rumores de la cuarta boda de Isabel Preysler suenan con mucha fuerza, después de que la pareja apareciera en las portadas de varias revistas sin ataduras y listos para un nuevo compromiso. Mario Vargas Llosa ya es un hombre divorciado. El escritor y su exmujer Patricia Llosa han validado ya en Perú su divorcio de 50 años de matrimonio y tras firmar una sentencia de divorcio en un juzgado madrileño. Este divorcio, cuyos trámites comenzaron en 2017, abre la puerta al cuarto matrimonio de Preysler, “una mujer de maridos, no de romances”, como ella misma se define. Además, Isabel también ha logrado resolver otro gran problema que le acechaba: la herencia de su exmarido Miguel Boyer, el último, repartida por fin entre sus herederos.

Por eso, no sería de extrañar que la boda con el escritor se celebre muy pronto, con exclusiva millonaria añadida. “Siempre me he casado por iniciativa de ellos", ha dicho recientemente la filipina.

Una familia conservadora con problemas

Filipinas. Una tierra que durante más de tres siglos perteneció a la Corona Española desde que en 1521 el almirante Fernando de Magallanes llegara a ella en su expedición de circunnavegación del globo terráqueo. Cincuenta años más tarde se fundaba la ciudad de Manila, por parte del enviado del Virreinato de Nueva España, el gobernador Miguel López de Legazpi, conocido como “El Adelantado”. Allí en esta capital, nació Isabel Preysler Arrastia un 18 de febrero de 1951, en el seno de una familia media, relativamente acomodada, con servicio doméstico a su disposición, de costumbres convencionales, que se movía en círculos muy cerrados de signo claramente católico, en el que todos se conocían y no se admitían fácilmente nuevos miembros.  

El padre de Isabel trabajaba en una compañía de exportación e importación, que le obligaba a trasladarse con relativa frecuencia a Hong Kong, llegando ser después director ejecutivo de Philippine Air Lines (PAL) y miembro de la junta directiva del Banco Español de Manila. Pero en el seno de la familia Preysler, unos hermanos salieron mejor parados que otros en su vida, alguno de ellos con bastantes problemas con la droga. Y eso a pesar de que su madre, desde muy pequeños, les transmitió los principios religiosos católicos, ya que Beatriz Arrastia era una mujer muy devota y estricta en el cumplimiento de las normas religiosas, que había aprendido en su infancia. Por eso a Isabelita, la tercera de sus hermanos, sus padres la matricularon desde pequeñita en el elitista colegio de Nuestra Señora de la Asunción, de Manila, donde las chicas vestían riguroso uniforme y la disciplina era la marca de la casa.

 

Isabel Preysler (derecha) en el colegio / Archivo

Desde entonces, Isabel ya destacó por su sentido de la independencia y prefería realizar sus actividades en solitario. Cuentan que por aquellos años era muy delgada, presumida, le gustaba ponerse un vestido azul intenso, llevar el pelo largo trenzado, con las trenzas adornadas con lazos y que le gustaba ponerse zapatos de charol. Había heredado los rasgos físicos de su madre y su parecido con la abuela Teodorica: una simpatía contagiosa y un encanto indudable. Pero su currículo estudiantil era bastante mediocre. Aprobaba las asignaturas por los pelos. Lo peor que llevaba eran las matemáticas y la física. Aunque mostraba ciertas aptitudes para los idiomas, la historia y la geografía. Pero destacaba, sobre todo, en los trabajos manuales y en la asignatura de economía doméstica, su preferida. En realidad, en aquellos años en Filipinas la educación que recibían las niñas no estaba orientada para conducirlas a estudios superiores, salvo raras excepciones. La alta burguesía filipina, siempre muy conservadora y tradicional, entendía que la mujer debía interpretar el único papel de ser una buena esposa. Sus padres la orientaron de acuerdo con este objetivo, inculcándole la importancia de introducirse en los círculos de la alta sociedad de Filipinas. Muchas de estas enseñanzas las aprovecharía al máximo Isabel Preysler en su futuro.

Todas las amigas de entonces de Isabel cursaron los mismos estudios, es decir, los básicos. Sólo se preocupaban de cuidar su estética, no su ética. Ya a los quince años, Isabel era una chica tan atractiva que llamaba la atención por encima del resto de sus compañeras. Tanto que fue elegida reina de las fiestas de su barrio de San Lorenzo, en Manila. Atrás quedaban sus papeles interpretativos de niña buena en el colegio, donde representaba a la Virgen María. A partir de entonces Isabel comenzó a tomar conciencia del atractivo que poseía, del poder de seducción que ejercía sobre los demás. Sus compromisos religiosos se vieron relegados a un plano secundario y empezó a frecuentar las fiestas que se organizaban en las casas de “gente bien”.

Comenzaron a salirle numerosos pretendientes. Fueron varios los jóvenes que durante este periodo estuvieron flirteando con Isabel Preysler. Uno de ellos se llamaba Louie Ismael, que fue su primer novio serio. Este joven aristócrata le acompañó durante más de un año y medio, introduciéndola en los círculos más selectos de la capital filipina. Con él frecuentó el Casino Español, el Manila Polo, el Wack-Wack Club de Golf y el Yatch Club, los ambientes más chic. Isabel comenzó a descubrir un mundo de lujos al que ya no renunciaría jamás. Y aunque por entonces su padre ya había logrado un puesto como empleado en la banca, que luego complementó con la representación de algunas empresas, su salario no permitía que sus hijos disfrutaran de grandes caprichos. Los lujos no estaban fácilmente al alcance del bolsillo familiar. Cuentan que sólo gracias a su atracción física, Isabel logró conocer ambientes y personajes que nunca por su posición familiar hubiera podido llegar a disfrutar. Sus amigos afirman que sus encantos bien valían un esfuerzo. Así se introdujo en un mundo de lujos que contrastaba con la situación de pobreza que vivía Filipinas. Ese círculo de amistades, que le encandilaban, le abrió las puertas de la vida que siempre anheló, una vida regida por el poder y la ambición. Desde que terminó a duras penas su enseñanza elemental, tenía muy claro que en ningún momento seguiría estudiando.

Ya, con sólo 17 años, Isabel se codeaba con los integrantes de las grandes familias filipinas, que además le adulaban y cortejaban. Se había ganado la confianza y la simpatía de las personas que rodeaban a la presidenta Imelda Remedios Visitación Romuáldez, más conocida por Imelda Marcos, la entonces primera dama del país y esposa del dictador Ferdinand Marcos, que fue bautizada por sus compatriotas como la “mariposa de hierro” (The iron butterfly). De esta manera consiguió ser invitada a muchas de sus fiestas. Empezó a participar en los desfiles de modelos que organizaba la controvertida presidenta para supuestos fines benéficos. La ex primera dama de Filipinas era conocida por sus excesos, sus colecciones de joyas y los más de 1.500 pares de zapatos (de Ferragamo, Givenchy, Chanel, Christian Dior…) acumulados durante los años del mandato de su esposo, como también más tarde por su excelsa línea de moda. Estas extravagancias fueron después copiadas en parte por Isabel Preysler, formando algo vital en su vida, por ejemplo, sus copiosos armarios que han sido descritos de mil maneras por ex camareras y niñeras a su servicio, a las que siempre ha gustado dar incisivas órdenes.

En este ambiente de lujo y placer conoció a un atractivo play-boy, de nombre Juny Kalaw, quince años mayor que ella, e hijo de una de las familias más ricas de la capital. El maduro Juny Kalaw quedó prendado enseguida del encanto de aquella jovencita que lucía minifaldas por las pasarelas de los hoteles de cinco estrellas de Manila. Pronto empezó a salir con ella, dotándola de todo tipo de caprichos, provocando el desasosiego de sus padres que no veían con buenos ojos esta relación, que consideraban bastante frívola.

Su “huida” a Madrid

Para separar a Isabelita de este mundo de lujos y caprichos, que contradecía la rigidez moral de la influencia católica en su familia, decidieron mandar a la niña lo más lejos posible. Y pensaron que lo idóneo era Madrid, donde tenían familia. En principio, sólo se trataba de una temporada. Lo importante era que tuviera ocasión de reconducir su vida y no acabara como alguno de sus hermanos que había sido víctima de la droga en ese mundo loco de placeres mundanos. Por ejemplo, su hermano Carlos conocido, como Charlie junior, tenía la condición de toxicómano, con antecedentes policiales, estando fichado por la Brigada Antidroga Americana con la clave P624, según el reportaje que publicó en su día la revista Tiempo. En una referencia, fechada el 7 de marzo de 1985, dentro del archivo de datos del Federal Bureau of Investigation se puede leer: “Orden de arresto contra Carlos Preysler Arrastia, nacido en Manila el 17 de marzo de 1954 por quebrantamiento de condena, atraco a mano armada y violación de una mujer”. En las anotaciones marginales del documento, el juez responsable del caso escribió: “distribuida su fotografía y sus huellas, interesa su búsqueda y captura. Individuo muy peligroso, suele ir armado”.

Isabel Preysler en sus tiempos de colegio en Filipinas / Archivo

Después ingresó en la prisión de Muntinlupa donde estuvo cerca de cinco años, de 1999 a 2004, por un delito de estafa. Murió en Filipinas el 15 de abril de 2013 víctima de un cáncer de pulmón, una enfermedad que también produjo la muerte de su hermana pequeña Beatriz en octubre de 2011. “Lo que tengo claro es que él jamás violó a nadie ni tuvo un arma en sus manos. Se rodeó, eso sí, de muy malas compañías. Mi hermano estaba enganchado a las drogas. Algunos desalmados las vendían a la puerta de los colegios de Filipinas. Hay una generación perdida en aquel país por esta cuestión. Yo, por suerte, me libré, porque me casé a los 20 años y me fui. Mi hermano Carlos, sin embargo, que era menor, cayó. Mis padres se percataron cuando tenía 16 años de que estaba metido hasta dentro. No llevaba mucho tiempo en ese mundo, pero ya era demasiado tarde”, afirmó Isabel Preysler tras su muerte.

Otro de sus hermanos, Enrique, el mayor, conocido como Ricky, murió en extrañas circunstancias en Hong Kong ahogado en la bañera de un hotel donde vivió un apasionado romance con una ilustre dama filipina. Según algunas fuentes, en la habitación donde apareció muerto se encontraron restos de heroína y los instrumentos adecuados para inyectarse el denominado polvo de la muerte. Isabel lo niega: “No, no es cierto. Enrique Preysler falleció en la habitación de un hotel de Hong Kong en el año 1971, como consecuencia de la inhalación accidental de monóxido de carbono accidentalmente, por la mala combustión de un termo de agua caliente instalado en el cuarto de baño. Jamás ha tenido relación con el mundo de las drogas ni se encontró heroína en su habitación, habiendo sido un hombre sano y deportista durante toda su vida”. Su hermano pequeño Joaquín, el mellizo de Beatriz, también tuvo una mala experiencia en su juventud con las drogas y por ello se marchó a vivir a Vancouver (Canadá) donde rehizo su vida casándose con Helen Torres y teniendo dos hijos (Miguel y Emilio), sin apenas mantener contacto con su hermana en España. Una de las cosas que más sorprendió en su día a la sociedad madrileña era lo poco que Isabel hablaba sobre su familia. Era una de sus máximas: que sólo se conozca aquello que la interesada quiere mostrar.

También es destacable la detención de su tía Estella en el verano de 1990 por pertenecer presuntamente a una red de narcotraficantes. La tía de Isabelita pasó una temporada en la prisión militar de Manila, Camp Karingal, acusada de tráfico de drogas y de tenencia ilícita de armas, al ser detenida cuando actuaba de intermediaria en la venta de 10 kilos de heroína con un grado de pureza del 86 por ciento. Durante la acción policial resultaron muertos al intentar fugarse dos de los traficantes amigos de Estella Arrastia, quien salvó su vida pero ingresó en prisión.  A su vez, uno de los primos de Isabelita, con residencia en España, Fausto Preysler, estuvo implicado en el conocido “crimen de Velate”, ocurrido en 1973 en los estertores del franquismo en un recodo del alto de Velate, a 25 kilómetros de Pamplona cuando fue asesinada la dama de la burguesía aragonesa, Pilar Cano, que regresaba junto a su marido del Casino de Biarritz. El asunto se convirtió en un comentadísimo caso policial que dio incluso tema para un episodio televisivo de la serie "La huella del crimen". Y aunque el juez dejó en libertad al primo de Isabel y le mantuvo al margen de cualquier responsabilidad en este suceso, su nombre sí figura en el sumario más extenso de la historia judicial española.

Según consta en dicha sentencia, el tribunal encargado de dictar el veredicto, presidido por el magistrado Pedro José Vitriain Esparza, consideraba que “los dos inculpados, Balet y Midón, se pusieron en contacto el 8 de febrero de 1973 en la cafetería Kon Tiki de Madrid, a la que acudieron también el alemán Hans Helmuth Bacht y Fausto Preysler [primo de Isabel Preysler]. Allí, en un aparte, Balet señaló a Midón que necesitaba de su colaboración y de la de Bacht, para lo cual le indicó que se pasara al día siguiente por otra cafetería, «Bronco», haciéndose pasar por Jesús Sánchez y allí le entregaría cierta cantidad de dinero…” . En octubre de 1977 la Audiencia Territorial de Pamplona condenó a muerte a Jaime Balet Herrero y a Juan Midón Leyva, el primero como autor de un delito de parricidio y el segundo como autor de un delito de asesinato. Sin embargo, ambos se beneficiaron de los indultos del 25 de noviembre de 1975 (por el que se les conmutó la pena de muerte) y de 14 de marzo de 1977 (por el que se les redujo en una cuarta parte las penas).

Este famoso primo, Fausto, que salió sin condena alguna del “crimen de Velate”, fue el mismo que años después intentó presuntamente chantajear y coaccionar a su prima Isabel, cuando estaba casada con Miguel Boyer, amenazando con contar en España toda la conflictiva historia de su familia. Pero una llamada de Boyer a su compañero de partido y entonces ministro socialista de Interior, el almeriense José Barrionuevo, quien luego pisaría la prisión de Guadalajara por su condena de diez años en el caso Marey, zanjó el asunto con verdadera rapidez . Nunca más se supo de él. Ni siquiera tras la dura guerra que mantuvo Isabel con algunos miembros de su familia por hacerse con todos los dominios de red relacionados con su nombre.

Por entonces, la filipina ya poseía casi todos los dominios relacionados con su nombre: preysler.org, preysler.net, isabelpreysler.com, isabelpreysler.net e isabelpreysler.org. Pero había dos excepciones que ella no dominaba: www.preysler.es, cuyo dueño inicial era Fausto Preysler De la Rosa, hijo de su primo Fausto con María del Carmen de la Rosa; y www.preysler.com, que estaba en poder de la empresa Ediciones Delfín SL.  Para conseguir este último dominio llegó a denunciar ante la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) a dicha empresa. Los responsables de Ediciones Delfín SL  argumentaron que pensaban destinar este sitio web a ofrecer información sobre apellidos en general, habiendo elegido Preysler, de origen austriaco, por ser representativo del tema sobre el cual iban a editar además un libro.

Los abogados de Isabel atacaron si piedad. Aparte de demostrar la condición de ésta como titular de un derecho de marca sobre el signo "Isabel Preysler", registrado en la Oficina Española de Patentes y Marcas desde 1984, alegaron que era "una persona notoriamente conocida en España, pudiéndose considerar como un personaje público o famoso". Isabel ganó la batalla. El organismo de arbitraje concluyó que "el demandado era completamente consciente de que el registro del nombre de dominio preysler.com, sobre el que no tenía derecho o interés legítimo, fue algo deliberado, no casual, hecho con el ánimo subjetivo de querer así causar un daño y perjudicar los derechos e intereses legítimos de Isabel Preysler". Desde entonces, Isabelita mantiene registrados todos los dominios principales relacionados con su nombre. Con esta maniobra dejaba claro que lo suyo era actuar con la elocuencia del silencio y la fascinación del misterio. Sus dotes de mando empezaban a surtir efecto con prontitud.

Sus introductores en España

En la capital de España residía por entonces su tía, Teresa “Tessy” Arrastia, hermana de su madre Betty, quien se había “fugado” a España, como se ha dicho, con el embajador Miguel Pérez Rubio con el fin de apartarse de la estricta sociedad de Manila, que todavía no salía de su estupor tras la decisión de ambos de romper sus respectivos matrimonios para unir sus vidas sin estar nuevamente casados. Tras el escándalo que supuso la noticia habían decidido irse a Madrid y gozaban de una buena situación económica, con inversiones en títulos estadounidenses, que les permitía cuidar “encantados” a su sobrinita. Vivían en una amplia casa del número 151 de la entonces Avenida del Generalísimo, hoy Paseo de la Castellana, con una extensión cercana a los 200 metros cuadrados y próxima al Estadio Santiago Bernabéu. Allí se instaló Isabelita tras su llegada a Madrid, con habitación y cuarto de baño propio. Y aunque en la capital de España también vivía un hermano de su padre, José María Preysler, prefirieron dejarla con su tía materna, ya que por entonces la familia no mantenía buenas relaciones con la rama paterna.

Y así fue. En enero de 1969, Isabel Preysler aterrizaba por fin en España, un país donde se había decretado el estado de excepción por tres meses tras la creciente agitación estudiantil y donde por fin se autorizaron las clases mixtas en la enseñanza primaria. Acababa de cumplir dieciocho años y sus sueños de juventud todavía estaban en el archipiélago oriental. Madrid era, de entrada, un destino no deseado. Aquí, además del frío clima invernal, no era más que una reina destronada. No conocía a nadie y no hablaba apenas palabra de español. Su formación académica había sido en inglés que es, junto al tagalo, la lengua oficial en Filipinas. No tenía más remedio que utilizar otra vez sus encantos para que la alta sociedad le abriera las puertas y le permitiera entrar en los prestigiosos clubes como en los que había triunfado en Manila. Lo primero era, por tanto, que la joven filipina conociera a mucha gente.

Beatriz Arrastia, madre de Isabel Preysler / Archivo

La matricularon en el Colegio de las Madres Irlandesas, situado en la calle Velázquez esquina con López de Hoyos, con el fin de que aprendiera alguna materia (secretariado), aparte del cuidado de su atractivo físico. Pero Isabel no quería estudiar y no terminaría nunca el curso de secretariado que empezó. Jamás fue una buena estudiante y hacía ya hacía tiempo que había decidido dar por finalizado cualquier tipo de carrera académica. Cuentan que por entonces no deseaba otra cosa que volver a Manila. Durante sus primeros meses en España nadie la llamaba, no tenia fiestas a las que acudir y su poder de seducción, que tan hábilmente desarrolló en Filipinas, iba en decremento. Animada por su madre, llegó incluso a visitar al hermano de su padre, José María Preysler, cuyos negocios no parecían ser muy boyantes, para que intentara a través de sus hijos (Maria Carmen, Elvira, Fausto, Jaime, Marilén, Teresa y Jaime) introducirla en la sociedad madrileña. No lo logró. La mayor de las hijas de José María Preysler tenía una gran diferencia de edad con Isabelita y las otras dos hijas no tardaron en casarse, marchándose a vivir a Suiza. Y con su célebre primo Fausto, menos relación tenía y menos que tuvo con el paso de los años, como se ha indicado. Pero desde entonces, el trato entre ella y su tío José María fue siempre de cariño y cordialidad sincera, tanto que llegó a ser su padrino de boda en su unión con el cantante Julio Iglesias.

Sin embargo, esta inicial tristeza no duró demasiado tiempo. El destino quiso que su padrino de bautismo en España fuera precisamente un tío materno de Miguel Boyer, quien con el paso de los años se convertiría en su tercer marido. Se trataba de un miembro de la adinerada familia Sainz de Vicuña, Eduardo Teddy Sainz de Vicuña, descendiente del marqués de Alhucemas. Los miembros de esta rama de los Sainz de Vicuña nunca ocultaron su adscripción en su día al régimen franquista, como el patriarca Pascual Sáenz de Vicuña y Camino, caballero de la Legión de Honor, quien sería nombrado por el General Franco cónsul en Hendaya. Éste, un conocido abogado, contrajo matrimonio con Margarita Tina Soriano Roxas, integrante de la familia filipina de los Roxas, con la que tuvo cinco hijos: dos niñas (María del Pilar y María del Juncal) y tres chicos (Juan Manuel Johnny, Eduardo Teddy, y José Antonio Jose).  Todos tenían un poder considerable gracias a sus cuantiosas fortunas y puestos de mando en la España franquista.

Los hermanos Sainz de Vicuña Soriano, primos hermanos de la madre de Miguel Boyer, Carlota Salvador, se convirtieron así en los grandes protectores y valedores de Isabelita tras su llegada a España en 1969. Le abrieron las puertas de la jet set madrileña, que ellos frecuentaban. De los tres hermanos varones Eduardo Sainz de Vicuña fue la persona que más introdujo en sociedad a Isabel. Conocía los gustos y las características de su “ahijada”. Tío Teddy, como ella le llamaba, era muy buen amigo de la madre de Isabel, Beatriz Arrastia, de sus tiempos en Filipinas, ya que frecuentaba este país además de por su descendencia materna, por sus negocios de bebidas en todo el mundo, como uno de los principales accionistas del grupo empresarial Bemberg ya que estaba casado con Inés Bemberg y García Mansilla, una argentina de origen judío, rica heredera del emporio cervecero Quilmes, con oficinas en Argentina y en Luxemburgo principalmente. Eduardo Sainz de Vicuña repartía sus días entre España y sus reuniones empresariales por todo el mundo. Para Isabel era su salvación, ya que por aquellos años las familias de origen filipino escaseaban en la capital de España, salvo los hermanos Zobel también amigos de los Preysler-Arrastia.

Pero a su vez, la tía de Isabel, Teresa Arrastia, y su compañero el diplomático Miguel Pérez Rubio, también mantenían una vieja amistad con los Sainz de Vicuña, con los que compartían veladas en las mansiones de las más poderosas estirpes madrileñas. Incluso veraneaban en el mismo lugar, en la localidad francesa de San Juan de Luz, localidad donde ambas familias tenían residencia de verano y donde Miguel Boyer había nacido. De este modo, la amistad de Isabel Preysler, que por entonces no conocía ni había oído hablar de su futuro marido, con los Sainz de Vicuña fue creciendo día a día, integrándose perfectamente en su estructura . Pero si  tío Teddy se ocupaba de su protección y de buscarle cuanto necesitara, otro de los hermanos Juan Manuel, al que todos conocían por Johnny, un destacado economista que introdujo la Coca Cola en España y en las colonias africanas, era su abrelatas en los más selectos ambientes de la rancia derecha española, ya que era muy amigo de la familia del general Franco. Estaba casado con Fernanda Primo de Rivera y Urquijo y era presidente del Club de la Moraleja y de la Real Federación Española de Golf, un deporte que por esos años setenta sólo practicaba en nuestro país la elitista  jet set de la capital. Isabelita le solía pedir consejo y siempre que podía le ofrecía su asesoramiento y apoyo. Era como su hermano mayor.

Paso a paso, Isabel acabó siendo habitual en los grupos sociales más importantes de Madrid. Pronto conoció al entonces príncipe Juan Carlos de Borbón en un acto benéfico, adquiriendo prestancia en los círculos más acaudalados. La joven filipina empezaba a moverse con soltura en todas las fiestas capitalinas, donde ella era, sin duda, la novedad por su elegancia y su exótica figura. Poco importaban las barreras del idioma, ya que entonces eran muy pocos los españoles que hablaban fluidamente inglés, y menos el tagalo su idioma de cuna, la lengua oficial de Filipinas desde 1937, e Isabelita de español sabía lo mínimo, como casi hoy en día. Cuentan que, a pesar de su supuesta timidez ocasionada por el idioma, le halagaba saberse el centro de atención de una colectividad muy cerrada y monótona en la que nunca pasaba desapercibida. “Su poder de seducción parecía que volvía a ponerse en marcha y hasta tal punto fue así que aquel verano de 1969 le disgustó tener que volver a Manila y lo hizo con la firme promesa por parte de sus padres de que, acabadas las vacaciones, la dejarían volver de nuevo a España. No encontró oposición. Sus padres se convencieron de la conveniencia de su vuelta”, afirma el historiador José Luis Vila San-Juan.

El perfecto anfitrión de Isabel en las noches madrileñas fue el hermano pequeño de la familia Sainz de Vicuña, José Antonio, catorce años más joven que tío Teddy. Un conocido y atractivo productor de cine, dueño de la productora Impala, una compañía que creó a finales de los años sesenta y que ha producido más de cien películas dirigidas por los directores más importantes de España (Pedro Masó, José Luis Cuerda, Luis García Berlanga, José Luis Garci, etc.). Jose, como le conocían, se convirtió en el perfecto dandy, acompañante de Isabel en saraos y otros menesteres, incluso después de que la filipina rompiera con su primer marido Julio Iglesias. Precisamente en la sala cinematográfica que José Antonio Sainz de Vicuña, casado luego con Barbara Lapetra Olano, tenía para los pases privados de exhibición de sus películas se fraguaron algunos de los más sonados romances de la jet madrileña, como el de Isabel Preysler con el marqués de Griñón, Carlos Falcó y Fernández de Cordoba, durante el pase privado de la película “Fiebre del Sábado Noche”, antes de que llegara a las pantallas comerciales. Así, sin saberlo, las vidas familiares de Isabel Preysler y Miguel Boyer se habían entrecruzado mucho antes de conocerse y casarse.

(Mañana: Julio Iglesias, el primer gran amor de Isabelita en España)

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