19 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

Asesinaba a sus víctimas utilizando la ropa íntima de estas, por el método de estrangulamiento

Joaquín Ferrándiz, el violador de Castellón que mató a cinco mujeres mientras vivía con su madre

Joaquín Ferrándiz.
Joaquín Ferrándiz.
Joaquín Ferrándiz fue un asesino y violador que operó en la Comunidad Valenciana desde 1995 a 1996. Violó y asesinó a cinco mujeres mientras vivía con su madre y llevaba la vida normal de un joven trabajador. A pesar de esta fachada de correción moral, antes de iniciar su carrera como asesino ya había cumplido parte de una condena por violación a una joven, pero la presión de amigos y familiares hizo que le concedieran la condicional y tan solo cumplió seis años de una condena de 14.

Joaquín Ferrándiz marcó la historia de España durante los años 90. Algunos lo categorizan como el asesino en serie más inteligente en la historia del país. Durante el año que llevó a cabo sus crímenes, desde 1995 hasta 1996, asesinó a cinco mujeres y atacó a otras dos.

Su primer crimen fue la violación de una mujer que conducía una motocicleta. Ferrándiz embistió el vehículo de la mujer y ofreció llevarla hasta el hospital ya que esta se había roto el tobillo. Una vez la joven estuvo dentro del vehículo del futuro criminal, este la llevó a un descampado donde procedió a violarla. Después de haber saciado su apetito sexual con la joven la abandonó delante de un centro médico.

Joaquín Ferrándiz durante su juicio.

Lo que el violador no sabía es que había sido identificado por otro conductor que había presenciado la colisión y rápidamente fue apresado por las autoridades y condenado a catorce años de prisión.

El nacimiento de un criminal

Mientras estuvo en prisión por el abuso sexual compartió celda con un sujeto que había matado a su esposa. Este hombre se jactó del crimen numerosas veces durante su estancia en la prisión, las descripciones le servirían a Joaquín para construir su faceta como criminal, imitando el modus operandi de su compañero.

En 1995 fue liberado gracias a la presión ejercida por amigos y familiares convencidos de su inocencia. Se le otorgó la libertad condicional gracias además a su buen comportamiento y su participación en el boletín de la prisión.

Sonia Rubio.

Tras salir de prisión, el ex convicto decidió trasladarse a la ciudad de Castellón de la Plana, en la provincia. Vivió con su madre y empezó a trabajar en una compañía de seguros de coches. Como a todo asesino en cubierto, al conocerse sus crímenes sus compañeros de trabajo lo describieron como una persona normal, sin saber que durante los fines de semana de fiesta Joaquín Ferrández se convertía en una persona totalmente distinta, un depredador sexual sediento de sangre.

Sonia Rubio era una estudiante de filología que acababa de volver de un intercambio en Inglaterra. Sus padres la esperaban en casa, en Castellón, después de mucho tiempo sin haber visto a su hija. No obstante, la joven estudiante deseaba disfrutar del ambiente nocturno que solo la Comunidad Valenciana podía ofrecer. Así que esa fatídica noche del 1 de julo de 1995 decidió salir.

Estuvo acompañada por su amiga Consuelo, con quien compartió una cena en una pizzería local antes de empezar a recorrerse algunos pubs para, finalmente, acabar en la discoteca del hotel Orange. Fue una noche divertida para las jóvenes que poco sabían que aquella madrugada la muerte acechaba desde muy cerca.

A las cinco de la mañana las dos jóvenes se despidieron. La noche pasó a ser la única compañía de Sonia durante su caminata por la Gran Avenida de Benicassim, al menos lo fue así hasta que un sujeto muy atractivo al que la joven conocía de vista se acercó a ella en su coche ofreciéndole llevarla.

Fue entonces cuando Ferrándiz conduciría a un sendero cerca de la urbanización Les Platgetes, donde estranguló a la joven con sus propias bragas. Al terminar volvió a casa con su madre como si nada hubiese pasado. El lunes se incorporó al trabajo como de costumbre.

Un Jack el Destripador valenciano

Después del asesinato no resuelto de Sonia, la presencia en los medios del hecho fue constante, lo que hizo que el asesino se plantease no ir a por objetivos que pudiesen llamar la atención mediática. Decidió que lo mejor sería apuntar a víctimas a las que nadie echaría de menos. Eso saciaría su sed de sangre y le evitaría las visitas indeseables.

No era la primera vez que Ferrándiz acudía a la zona de La Ralla. Un coto de caza donde el asesino acabaría con la vida de algunas prostitutas enganchadas a las drogas que llevaban una vida solitaria debido su adicción y otros problemas personales. El asesino pensó que era su mejor opción y que nadie interpondría una denuncia por aquellas personas.

Natalia Archelós.

Las siguientes víctimas fueron Natalia Archelós, Mercedes Vélez y Francisca Salas. Las tres estaban enganchadas a las drogas y eran explotadas por un proxeneta que se hacía llamar El Lisones. Francisca murió entre agosto y octubre de 1995. Las pruebas forenses no pudieron precisar más allá. Ferrándiz tenía razón en sus pensamientos con respecto a los medios. Todas murieron con el mismo modus operandi: asfixiadas con su propia ropa íntima. Como lo hizo el asesino londinense, Jack el Destripador, Joaquín había elegido un perfil para sus víctimas que no le traería muchos problemas.

Los cuerpos de las prostitutas fueron encontrados a finales de enero y principios de febrero de 1996. Nadie conectó los asesinatos de las prostitutas con el de la joven Sonia. Los perfiles de las víctimas eran muy distintos. Seguramente achacaron las muertes de las prostitutas a desacuerdos con clientes agresivos. El culpable había puesto gran esmero en variar lo más posible las escenas del crimen.

Una vida exitosa y recaída

Las autoridades habían encontrado los cadáveres de tres prostitutas y habían encaminado la investigación al mundo de la noche, las drogas, los chulos y todos aquellos que frecuentaran las zonas de proxenetismo de la ciudad. Paralelamente Ferrándiz vivía una vida tranquila junto a su madre mientras cambiaba de trabajo. Tuvo una entrevista con la compañía de seguros Winterthur, de la que salió airoso y consiguió el trabajo. Cuando sus jefes fueron interrogados respecto a su empleado solo tenían elogios para él. Era un trabajador dedicado.

A pesar de haber estado en prisión por violación, muchos creyeron en la inocencia de aquel sujeto que aportaba al economato de la prisión y se sacó la selectividad en su cautiverio. Solo elogios de aquellos que habían entablado algún tipo de contacto con él.

Amelia Sandra García.

Durante algunos meses posteriores a los asesinatos inició una relación con una chica llamada Maite y su carácter pareció apaciguarse, un rasgo que parece compartir con el asesino Albert Fish, quien después de contraer matrimonio con una mujer nueve años menor, sus comportamientos conflictivos empezaron a remitir. No obstante, Maite cortaría con su pareja durante el verano del 96 y eso volvió a despertar a la bestia que dormitaba en el fondo de la psique de Joaquín.

El asesino decidió volver a las andadas al final de ese verano. Nuevamente recorría las calles de Castellón en busca de una víctima que saciase sus instintos criminales. Su próximo objetivo sería Amelia Sandra García, de 22 años a la que, como a Sonia, conocía de vista gracias a su paso por los bares locales. Ambos “coincidieron” en una discoteca el 14 de septiembre de 1996. Nuevamente su coche sería la herramienta utilizada para atraer a la joven. Salió antes que ella y se dedicó a dar vueltas hasta que esta salió. Se ofreció a llevarla a casa y repitió la misma forma de ejecución. La estranguló con sus bragas y abandonó el cadáver en el municipio de Onda, en la Comunidad Valenciana. Un dato curioso sobre este último crimen es que, después de abusar sexualmente de la joven, Ferrándiz recordó haber visto en los medios de comunicación que las prostitutas habían sido identificadas gracias a sus huellas dactilares, por lo que decidió machacar los dedos de la joven con un objeto contundente para borrar sus huellas.

Su inteligencia no le permitió escapar por siempre

Se dice que Joaquín tenía un cociente intelectual de 120, la media se sitúa entre los 90 y 110, sin duda una inteligencia fuera de lo común que el ayudó a mantenerse lejos de la justicia. Cuando arrestaron a un camionero de nombre Claudio Alba por el asesinato de las prostitutas, dejó nuevamente de matar para convencer a las autoridades de que muerto el perro se había acabado la rabia. La captura se produjo en 1997.

Un año después, el feminicida se encuentra libre y sigue siendo, a ojos de quienes le rodean, un ciudadano ejemplar. Sin embargo, este año algo cambia. La policía de la Comunidad Valenciana decide pedir la ayuda de la Unidad Central de Madrid para intentar resolver el asesinato de Sonia Rubio. Se llamó la Operación Bola de Cristal.

Fue entonces cuando la genialidad de los investigadores salió a relucir. Un ojo experto para los detalles determinó un factor muy importante del caso. El asesino había utilizado una cinta adhesiva de 18 milímetros que no se vendía en ningún local de la Comunidad Valenciana.

Se repasaron denuncias viejas y dieron con la de una joven de 19 años llamada Lidia que había acudido a la policía en febrero de ese mismo año de 1998. Cuando volvía andando a su casa un sujeto salió de su coche e intentó forzarla a entrar en el vehículo. Nadie quiere imaginarse que habría sucedido con la mujer si uno de sus vecinos no la hubiese oído y hubiese decidido bajar a ayudarla. Lidia reconoció a su agresor en una foto de Ferrándiz.

Joaquín fue apresado y decidió contar una historia poco elaborada en el juzgado. Dijo que simplemente había ido a orinar y una joven se había escandalizado al verle bajarse la bragueta. Con sus antecedentes nadie habría creído en su defensa así que “decidió meter a la joven en su coche para intentar tranquilizarla”. De manera inverosímil vuelve a quedar en libertad, solo que ahora hay una diferencia: los investigadores están detrás de él y le han visto muchas veces quedarse a la salida de los bares en actitud vigilante.

Creación de la Unidad de Conducta de la Guardia Civil y captura

El primero en plantear la posibilidad de un asesino en serie fue Ángel Pascual, quien después de haber leído sobre las teorías de psicología criminal norteamericanas, había sugerido estudiar las similitudes en los casos. Por aquel entonces no había una unidad que realizase estas tareas. Fue este hecho el que detonó la creación de la Unidad de Conducta de la Guardia Civil española.

El caso queda en manos de un psicólogo llamado Vicente Garrido, quien después de examinar detenidamente la evidencia de los cinco casos, advirtió que la posibilidad de que Ferrándiz fuese el asesino era muy alta. Es entonces cuando la Guardia Civil empieza un trabajo de seguimiento más estricto que involucra a dos jóvenes agente que cumplirían una función de cebo. Lamentablemente la operación con las dos agentes no funcionó la primera vez. Joaquín prefería a las rubias, la joven agente era morena.

Vicente Garrido.

Finalmente, el 11 de junio de 1998 una chica de 21 años entra a la misma discoteca donde se encuentra el asesino. Es rubia y muy atractiva, se cansa del local y dice que va a irse a la discoteca Sabor. Ferrándiz sale disparado y entra en su coche, conduce rápidamente hasta el próximo destino de la chica rubia. No sabe que lo siguen dos agentes de paisano.

Al llegar al local se da cuenta de que su objetivo se encuentra dentro. Sabe que su coche es un Renault 5, así que se acerca cuidadosamente y deshincha la rueda de atrás. Se mete en su coche y decide esperar a que la joven salga. La rubia conduce hasta perder el control del coche y sufre un pequeño accidente. El violador frena detrás de ella y la saca del vehículo accidentado. Los agentes se bajan también. Joaquín declara que la llevará al hospital. Los agentes, aun de paisano se ofrecen a acompañarlos también. El asesino entonces declara el accidente después de dejar a la joven en el hospital de Castellón.

Ferrándiz es arrestado por agresión, el evento de la llanta deshinchada ha jugado en su contra. Los agentes entonces deciden registrar su vivienda y encuentran la cinta adhesiva de 18 milímetros que no se puede conseguir en la Comunidad Valenciana. Sin embargo, no es prueba suficiente, así que los agentes deciden iniciar una campaña en la que aparentan saber todo sobre la vida de Joaquín, esperando a que la presión sea demasiada y confiese. Así lo hizo en noviembre de 1998.

Fue condenado a 69 años de prisión. Nadie cree en su inocencia y permanece en la prisión de Herrera de La Mancha, en Ciudad Real. Donde espera la fecha de cumplimiento de su condena, el 23 de julio de 2023. No ha iniciado ningún programa de rehabilitación.

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