25 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

La Audiencia Nacional pide al Gobierno que levante el secreto de los documentos investigados tras el accidente de 1966 en la localidad almeriense

Papeles desclasificados: Tras más de medio siglo se podrá conocer la verdad sobre la famosa bomba de Palomares

Manuel Fraga en Palomares con el embajador americano.
Manuel Fraga en Palomares con el embajador americano.
La Audiencia Nacional ha reclamado al Gobierno que desclasifique el Plan de Rehabilitación para el área contaminada con plutonio en Palomares, en Cuevas del Almanzora (Almería), aprobado en 2010, para poder decidir si ordena o no al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) fijar plazo para la ejecución de la limpieza de las más de 40 hectáreas bajo vigilancia radiológica todavía.

El accidente nuclear de Palomares fue un caso que conmocionó a la España franquista en 1966 y ocurrió en la pedanía de Palomares, perteneciente al municipio almeriense de Cuevas del Almanzora. Fue el 17 de enero de 1966, en pleno contexto histórico de la Guerra Fría y con el franquismo todavía pujante.

Dos aeronaves de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, la famosa United States Air Force (USAF), en concreto, un avión cisterna y un bombardero estratégico B-52, colisionaron en vuelo cuando ejecutaban una maniobra de reabastecimiento de combustible en el aire. El accidente provocó el desprendimiento y la caída de las cuatro bombas termonucleares que transportaba el B-52, así como la muerte de siete de los once tripulantes de las dos aeronaves.

Ahora, más de medio siglo después de este significado accidente, la Audiencia Nacional insta al Consejo de Ministros a desclasificar parte de los documentos secretos. Se solicita que se remita a la Sala “todas las indicaciones que sean procedentes en relación al mantenimiento de la confidencialidad de su contenido" y se pide que precise “el tiempo estimado para finalizar dicho informe".

Esto se produce en el contexto de resolución del recurso contencioso-administrativo interpuesto por el movimiento Ecologistas en Acción. La Audiencia le pide al Gobierno que “aporte cuanta documentación se haya elaborado sobre la situación en la zona desde el 5 de mayo de 2010", la fecha en que se aprobó el Plan de Rehabilitación. Ecologistas en Acción llevó a la vía judicial una resolución del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) de enero de 2017 en la que este organismo rechazaba proceder a la "clausura de la instalación nuclear y del área contaminada de Palomares".

El auto, que cuenta con un voto particular, precisa la necesidad de conocer “en particular el Plan de Rehabilitación de Palomares aprobado por el CSN, con fecha 5 de mayo de 2010, con objeto de poder examinar su contenido y disponer de elementos de juicio que pudieran ser relevantes para la resolución del litigio”.

Un suceso que conmocionó al mundo

El origen de todo lo que ocurrió hay que buscarlo en los años de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Durante esos años, antes de 1966, el Comando Aéreo Estratégico de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos había estado constantemente volando con bombarderos las zonas situadas al borde del Telón de Acero dentro de la ‘Operación Cúpula de Chrome’.

Era un operativo para dar al país americano las capacidades de ataque y represalia ante un ataque nuclear de los rusos. Al menos, una docena de B-52 patrullaban ese día 17 de enero de 1966 los cielos sobre el Atlántico europeo. Cada una de esas aeronaves portaba una carga activa de bombas de hidrógeno ubicadas en su vientre.

Tipo de Bombas B-52.

Alrededor de las 10:20 de la mañana de ese día, un B-52 comandado por el Capitán Charles Wendorf, tras volar sobre la frontera turco-soviética, buscó un reabastecimiento en el aire sobre la costa del sur de España, en el Mediterráneo.

El copiloto, el Mayor Larry Messinger, se encontraba en los controles mientras el bombardero maniobraba debajo de un KC-135 Stratotanker de abastecimiento. Fue un procedimiento rutinario, pero, como Messinger le dijo más tarde a la periodista Bárbara Moran, cuando trató de colocar su avión cerca del lugar de reabastecimiento de combustible, "el infierno pareció desatarse”.

Por razones que aún no están del todo claras, y que ahora pueden saberse si se desclasificasifican los documentos por orden de la Audiencia Nacional, el B-52 entró demasiado fuerte y chocó con el KC-135 provocándose una gran explosión. Tanto el comandante Messinger, como el Mayor  Wendorf junto a otros dos hombres lograron lanzarse en paracaídas antes de la explosión, pero otros tres tripulantes resultaron muertos. Los cuatro aviadores del KC-135 también perecieron después de que su aeronave se viera envuelta en llamas.

Los restos del B-52 y el KC-135 cayeron sobre Palomares, una comunidad agrícola costera de Almería cuyos 2.000 residentes eran conocidos por cultivar tomates. A pesar de los cuantiosos restos de metal quemado que cayeron nadie resultó herido dentro de la población, y los cuatro supervivientes estadounidenses que cayeron con paracaídas fueron rescatados y llevados a un hospital cercano.

Lo que los lugareños no sabían que entre los escombros que caían, había cuatro armas termonucleares Mark 28. Se trataba de bombas de hidrógeno con un poder destructivo superior en un 70 por ciento al del dispositivo que cayó sobre la población japonesa de Hiroshima en la Segunda Guerra Mundial.

Una de las bombas se lanzó en un paracaídas al Mediterráneo, a pocas millas de la costa, mientras que las otras tres cayeron en la zona de Palomares. Pero ninguna de las bombas produjo una explosión nuclear, sin embargo sí que dos de los explosivos convencionales detonaron al impactar y dispersaron el polvo radiactivo de plutonio por el campo.

Parte de los aviones cayeron sobre el pueblo almeriense de Palomares. 

La noticia de que había flechas rotas, Broken Arrows, el término empleado por el ejército estadounidense para las armas nucleares perdidas, hizo que un grupo especial de militares estadounidenses descendiera sobre Palomares para tratar de recuperar las bombas.

En veinticuatro horas, los equipos de control de desastres habían recuperado y asegurado las bombas que cayeron en tierra, pero no se encontró la cuarta bomba en ninguna parte. Ni siquiera en los campos de tomate de Palomares, en una búsqueda desesperada.

También los grupos americanos revisaron los restos de la aeronave y recogieron tierra vegetal contaminada con plutonio. A principios del mes de febrero de ese año, la prestigiosa revista Life escribió que la costa de Palomares había llegado a parecerse a "una cabeza de playa de invasión en la Segunda Guerra Mundial".

En busca de la bomba perdida

A pesar de los primeros informes públicos que aseguraban que no se había perdido ningún dispositivo nuclear, el gobierno de Estados Unidos y el régimen del dictador Francisco Franco se mantuvieron firmes sobre las operaciones de búsqueda.

Según el periodista Tad Szulc, un agente de información de los Estados Unidos respondió al interrogarle sobre la bomba desaparecida: “No sé de ninguna bomba perdida, pero no hemos logrado identificar positivamente lo que creo que estamos buscando”.

Esta falta de datos solo sirvió para dar más morbo al asunto. Radio Moscú y el aparato del Soviet Supremo del regimen comunista transmitió que toda el área estaba empapada en “radiactividad letal”. Y hasta un periódico australiano escribió de una “lluvia mortal producida por una bomba de hidrógeno".

Por su parte, un pescador español, de nombre Francisco Simó Orts, afirmó haber visto la cuarta bomba nuclear hundirse en el Mediterráneo. Esto hizo que la Armada americana comenzara a vigilar las aguas de la costa de Palomares con varias naves y dos submarinos de última generación.

Finalmente, el 2 de marzo de 1966, sin ninguna señal sobre la bomba desaparecida, Estados Unidos admitió ante el mundo que estaba buscando una arma de hidrógeno en España. Las autoridades franquistas negaron con vehemencia las afirmaciones soviéticas de que el arma desaparecida amenazaba con contaminar el mar.

Una semana después del truco fotográfico que llevó al embajador español en Madrid y a Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, a bañarse en otra playa que no era la de Palomares para demostrar al mundo que no había peligro, el submarino Alvin finalmente localizó la cuarta bomba a varios metros de profundidad. Recuperarla resultó una tarea complicada. Un cable se rompió durante un intento de sacarla el 26 de marzo y a consecuencia de ello se perdió el rastro de la bomba. Fue el 2 de abril cuando el Alvin la encontró por segunda vez y pudo finalmente hacerse con ella.

Finalmente, el 7 de abril de 1966, casi tres meses después del accidente, la bomba nuclear anegada fue recuperada con éxito desde las profundidades y llevada a bordo del buque de la Armada USS Petrel. A los periodistas se les permitió fotografiarlo al día siguiente. Según el New York Times, era la primera vez que el Ejército de los Estados Unidos mostraba un arma nuclear al público.

La contaminación nuclear en la zona

Las tropas estadounidenses llevaron a cabo una limpieza y retiraron unas 1.400 toneladas de tierra y vegetación contaminadas, pero aún quedaba el qué hacer con los residentes que habían estado potencialmente expuestos al polvo de plutonio cancerígeno.

Se estableció un sistema de monitoreo médico anual. Durante años, los Estados Unidos y España financiaron chequeos de salud anuales para los lugareños. Un estudio, publicado por el Gobierno de Francisco Franco, encontró que las tasas de cáncer de Palomares no eran diferentes a las de otra ciudad española de tamaño similar. Para dar credibilidad a ello, el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, se bañó en aguas de Palomares, en una imagen histórica que traspasó nuestras fronteras. Pero como hemos dicho, esa imagen tenía truco.

Sin embargo, muchos años después, en 2006, el Centro Español de Investigación Energética (CIEMAT) anunció el descubrimiento de caracoles radiactivos en la región. Otros exámenes arrojaron escombros contaminados y niveles de plutonio más altos de lo esperado en el suelo, y ciertas partes de la zona de Palomares permanecieron cercadas y cerradas a la construcción hasta el día de hoy.

En octubre de 2015, después de varios meses de negociaciones, el gobierno americano firmó una declaración de intenciones para ayudar a España a terminar el proceso de limpieza nuclear en la localidad almeriense de Palomares. A día de hoy, los americanos se siguen haciendo los "suecos" en este controvertido asunto militar, cuya verdad puede saberse si por fin se desclasifican determinados papeles secretos como solicita la Audiencia Nacional.

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