Conocido como 'El Ingeniero', tenía atuendos idénticos en su armario y afirmaba tener la solución mediante un invent para erradicar la hambruna global
Las mil vidas de Enrique Irazábal: El timador reconvertido en millonario, rodeado de lujo y mucho ingenio

La historia de España está marcada por personajes cuyos discursos les otorgaron una gran fama, la cual tornó en una absoluta mentira. Este es el caso de grandes estafadores como Enrique Irazábal. Nacido en San Sebastián, la historia de este 'timador de altos vuelos', quien cuenta con 76 años de edad, sigue suscitando la curiosidad.
Se le conoce como el 'hombre de los mil nombres' ya que hacía uso de denominaciones falsas como Henry Hughes, Luis Rivera, Luis Braun, Josef Guzman, Roberto Urrutia, Heuk Labazh, José Goicoechea, Henry Hellinger, Carlos Suárez o incluso Equirne Labazari, su nombre real, escrito al revés.
Mayor estafador de la historia de España
Nadie imaginaba que aquel individuo de aspecto impecable, podría ser uno de los principales estafadores de la historia de España. Irazábal, tenía numerosos atuendos idénticos en su armario y, construyó la reputación de ser una persona frugal, generosa, ejemplar como ciudadano y un exitoso empresario.
Y todo ello, bajo una discreción que eludía la atención de las autoridades policiales, mediante una habilidad empresarial encantadora capaz de engañar a empresarios, gobiernos e incluso a grandes compañías constructoras.

Enrique Irazabal.
Enrique Irazábal figura como uno de los estafadores más destacados en la historia de España. El "Ingeniero", como se le conocía, afirmaba poseer un enfoque empresarial infalible para erradicar la hambruna mundial: unas miniplantas capaces de generar cualquier artículo esencial en cualquier rincón del planeta. Con esta supuesta fórmula, Irazabal consiguió obtener más de cuatro millones de euros de industriales españoles, llegando a darle dinero el propio notario.
Su último golpe
Antes de la crisis de 2008, 'El Ingeniero' aseguraba haber descubierto el elixir de la vida. Se trataba de un negocio perfecto que erradicaría la pobreza mundial, salvando millones de vidas. Su compañía, Scinet Corporation, planeaba establecer fábricas para producir mini-plantas del tamaño de contenedores marítimos, transportables a países en desarrollo, con la capacidad de generar pan, purificar agua o funcionar como un centro médico provisional, todo a un precio altamente competitivo.
“Las Mini-plantas de producción en contenedores móviles son el único sistema del mundo que puede proporcionar hasta seis productos de primera necesidad, por un dólar al día, a un segmento de población entre 850 y 4.000 millones de personas. Sirva de ejemplo el hecho de que el precio de un kilogramo de pan en España oscila entre tres y cuatro euros y el producido en una Mini-planta de panadería (en cualquier lugar del mundo) es inferior a 0,10 euros/kg. Otro caso significativo es el agua: el litro de agua potabilizada en una Mini-planta resulta de 40 a 50 veces más barata que la producida por los procedimientos convencionales”, era algunas de las explicaciones que daba a los investigadores.
Daba la impresión de que Irazábal Serrano contaba con un capital social de 300 millones de euros, respaldado por documentos y presentaciones impactantes en múltiples idiomas. Se autodefinía como el legítimo heredero de una próspera dinastía industrial vasca con inversiones en México, aunque aquellos que fueron víctimas de su estafa todavía se preguntan si había algún destello de veracidad en tales afirmaciones.
Realizaba sus actividades desde su ostentosa residencia en Madrid. En la sala de estar, exhibía sus presentaciones acerca de los 13 corredores que planeaba establecer en África, con el propósito de llevar las miniplantas a cada rincón del continente. Dejaba perplejos a los interesados al mostrar fotografías de uno de sus hijos junto a Bill Clinton o de su hija en compañía de la realeza.
Una piscina convertida en búnker
Irazábal estudiaba sus negocios desde un chalé de lujo cerca del distrito madrileño de Arturo Soria. Simuló tener un búnker y a través de un proyector en el salón trataba de impresionar a los inversores. La mansión, de 336 metros cuadrados, estaba completamente equipada.
Irazábal Serrano había vaciado la piscina y la había cubierto con un techo, creando su propio búnker, al cual se accedía desde el garaje a través de dos puertas consecutivas con una pequeña ventana circular y una contraseña, como si el área de la piscina fuera una fortaleza inexpugnable. Lo denominaba Modular Data Center Operations (MDCO), aunque apenas mostraba actividad.
También decía tener una industria en Rotterdam y un nuevo sistema que iba a reordenar el comercio mundial al que llamaba ‘The world trade system’. Ahora, costaría creerlo.
A Irazábal le gustaba enseñar siempre una fotografía en blanco y negro de una familia formada por 19 miembros posando y explicaba que era la Familia Hughes-Irazabal en 1930. Tal y como contaba, entre 1926 y 1960 tuvieron la Unión Comercial Packers, con la que se dedicaban a la fundición de hierro y a producir alimentos en el País Vasco.
Inversores influyentes de Madrid
Aquellos que experimentaron sus engaños creen que su motivación era exhibir su astucia y obtener dinero de personas influyentes, de industrias establecidas, en lugar de estafar a simples inocentes. A pesar de ser aparejador, se presentaba como arquitecto e ingeniero. Logró captar inversores entre las élites de Madrid al presentar su negocio como una oportunidad sumamente exclusiva, como si el favor se lo estuviera haciendo el propio Irazabal a los inversores.
En el año 2006, en la época previa a la crisis en España, mientras buscaba socios, Irazabal visitó diversas localidades ofreciendo oportunidades de inversión multimillonaria a alcaldes interesados en llevar industrias a sus comunidades. Gallur (Zaragoza), Villa del Río (Córdoba), Santa Elena de Jamuz (León), Guadix (Granada), Boceguillas (Segovia), Trebujena (Cádiz), Monforte de Lemos (Lugo), Puertollano (Ciudad Real) fueron visitados por Irazabal, llegando a ofrecer varios de ellos ayudas.
En este mismo año, Enrique Irazabal hizo su aparición en Gallur (Zaragoza) presentándose como un exitoso empresario con un proyecto prometedor. Utilizando su convincente habilidad de persuasión, convencería a todos de que invertiría casi 50 millones de euros en la construcción de una gran fábrica que emplearía a 350 trabajadores y brindaría ayuda a los países del Tercer Mundo. Su propuesta consistía en fabricar contenedores de gran tamaño que se equiparían como cocinas, hospitales o escuelas, para ser instalados en las áreas más necesitadas del planeta. En teoría, todos se beneficiarían de esta iniciativa.
Sin embargo, en la práctica, se descubrió que los únicos beneficiados eran el propio Irazabal y sus socios más cercanos. El proyecto resultó ser un engaño, y los fondos y recursos destinados para ayudar a los países desfavorecidos fueron desviados para beneficio personal de Irazabal y sus asociados.
En septiembre de 2017, el Tribunal de la Audiencia de Zaragoza emitió una sentencia condenatoria contra Irazábal, imponiéndole una pena de casi siete años por delitos de estafa agravada, falsedad en documento mercantil, pertenencia a un grupo criminal y blanqueo de capitales. Sin embargo, posteriormente, el Tribunal Supremo redujo la condena a cuatro años y tres meses, pero mantuvo la multa de 2.095.700 euros impuesta por la Audiencia. Además de Irazabal, también fueron condenados por su participación en la macroestafa Elsa Andrés Alzola, de 38 años, y Jesús Fernández Fernández, de 61 años, quienes se encontraban prófugos.
En cuanto a los otros dos condenados, Antonio Yoldi Gómez y Elisabeth Mamontoff Carré, no fueron enviados a prisión. La indemnización total establecida se fijó en 4,1 millones de euros.
Estafas en México, España y EEUU
El principal desafío para Irazabal fue José I. Córdoba. José, un ingeniero de profesión (a diferencia de Irazábal), trabajaba en la empresa constructora que respaldaba los proyectos de Irazábal. Aunque José se sentía fascinado por la historia, la elocuencia y el proyecto de Irazábal, algo en su interior le generaba desconfianza. Gracias a él, Irazabal entró en prisión.
Tras investigar por internet, Córdoba dio con un artículo del Sarasota Herald Tribune que decía: "Artista del timo condenado a cinco años de prisión". Esta noticia, fechada en 1994, revelaba que Irazábal había estado estafando a personas en México, España y Estados Unidos durante varios años.

Imagen de una de las páginas de un reportaje de Interviú a Enrique Irazabal.
Para su sorpresa, en este último país, Irazábal había cumplido una condena de cárcel en la década de los noventa. El sistema judicial estadounidense descubrió que había utilizado 26 identidades falsas, algunas de ellas tan peculiares como Manuel Fraga o Carmen Romero. Este hallazgo fue algo que Córdoba preferiría no haber descubierto.
Falsas identidades
Enrique Irazábal consiguió cada una de estas falsas identidades construyendo falsas historias. Dependiendo de la identidad, Irazábal podía ser arquitecto, aparejador, miembro de la nobleza catalana, un gran empresario industrial o incluso una persona que tuvo que huir de España tras ser amenazada por ETA.
Irazábal había residido en tres naciones distintas, sin embargo, en el año 2012, la Policía Nacional realizó una entrada en su lujoso chalet, el mismo lugar donde había cautivado a numerosos inversores potenciales, y donde encontraron el famoso búnker, donde aseguraba que las comunicaciones no podían ser interceptadas.
Irazábal ingresó en la prisión de Soto del Real, no obstante, desde allí continuó ideando posibles negocios junto a empresarios de diversos países. A pesar de tener que entrar en la cárcel en el año 2021, ‘El Ingeniero’ alegó estar enfermo, aunque sigue paseando campante por la capital.