28 de marzo de 2024
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FIN DE SEMANA

Un vino madrileño con clase y honores

Vinos de Madrid: Tinto Licinia 2015, 8,75 sobre 10

Morata de Tajuña, municipio en el sureste madrileño, es Villa tranquila y ribereña, de vega regada por acequias y caceras de un río lánguido pero solemne y aposentado. Licinia, toponimia Romana de Morata de Tajuña y que da nombre al vino en cuestión, así como a un prestigioso restaurante de la localidad.

Allí llegué al rumor de la elaboración de uno de los vinos que está dando que hablar en el panorama enológico español. Y digo que hablar, pero en esos círculos más íntimos, donde confías de verdad en las opiniones, por ser paladares desinteresados, que aún pululan por el mundo del vino. Ustedes ya me entienden.

Gracias a mi buen amigo Juan Pablo Lopez Heras, uno de los socios de esta bodega, colchonero de pro, cerré la visita a Licinia, toponimia Romana de Morata de Tajuña y que da nombre al vino en cuestión, así como a un prestigioso restaurante de la localidad, del que nos encargaremos en un próximo artículo.

Un vino madrileño de postín

La verdad es que con la riberitis de moda hoy en día, cual pandemia vírica, me parecía un atrevimiento que pueda hacer un vino de Madrid que llegue a emocionar al consumidor, tanto que llama la atención de esos “súper Dionisios” del Olimpo vinícola. Pero este periódico es impenitente y allí que, acompañado del director de El Cierre DigitalJuan Luis Galiacho como testigo, aparecimos a la búsqueda de uno de los secretos mejor guardados de la todavía denostada denominación de origen “Vinos de Madrid”. Todo ello gracias a una mentalidad de región urbanita y a una tradicional falta de apoyo de los responsables públicos al frente de la misma, algo que parece cambiar desde la llegada del gobierno de la Sra. Ayuso, que incluso ha reconocido ayudas económicas al sector vitícola, tan marcado por esta terrible pandemia.

La insistencia de Victor Algora

¿Y quién es el creador del milagro Licinia? Pues un grupo de profesionales comandados por el ínclito y polifacético Víctor Algora y el enólogo José Ramón Lisarrague, siempre enamorados de estas tierras. Conozco a la familia Algora desde mis tiempos de estudiante en el CEU, a manos del inolvidable Abelardo Algora.

Presidenta Ayuso en las Bodegas Licinia junto a la Consejera de Medio Ambiente.

Víctor siempre tuvo compromiso con su pueblo, llegando a ser alcalde de Morata de Tajuña en los años 90, bajo las siglas de la extinta Alianza Popular. Más tarde, en 2007, fundó su pequeña bodega, buscando conseguir “su vino”, más especial.

Los comienzos fueron muy difíciles, nadie creía en él y menos en una región alejada espiritualmente de la viticultura. Con poco más de 29 Ha de viñedos y una selección manual durante la vendimia casi prosaica, ha ido, poco a poco tejiendo el alma de este vino, a base de mezcla casi pocímica de vides marcadas por el terruño argandeño.

De Izq a dcha.: Lopez Heras, Algora y Lisarrague

El resultado es un vino maravilloso, casi artesanal, lleno de matices y expresividad. Este extraordinario Licinia 2015, cuya producción no supera las 60.000 botellas, me ha dejado asombrado por su moderno desparpajo, su equilibrada acidez y su expresividad. Con un coupage de tempranillo (45%), syrah (25%), cabernet Sauvignon (25%), y Merlot (5%), el vino recoge las características de esta zona argandeña, de climas extremos, que dan esa peculiaridad a la maduración de las uvas y que Algora tan bien sabe aprovechar, transformándose en un vino de color picota intenso y de reflejos violáceos oscuros. En nariz destaca los aromas propios de la fruta madura con toques especiados, que, al rotar en la copa, expresan tonos balsámicos y florales.

La fiesta en la boca

Pero la fiesta suprema del Licinia llega en su ataque en boca por su entrada tan amplia y alegre. Es fascinante. Realmente su paso de boca es un placer largo, carnoso e intenso, con taninos elegantes, casi melosos y balsámicos. Por fin la fruta se mantiene tras la crianza en una evolución muy pareja.

Descubrir, gracias a su crianza media entre 15/18 meses, todas las sutilezas que otorgan las diferentes variedades de las que se compone, es un espectáculo para los sentidos.

Barricas de roble francés para la crianza de Licinia.

Es de esos vinos donde su primer sorbo ya está incitando al siguiente. La bodega comercializa otros vinos como un correcto Muss tinto 2018, de remontados que utilizan nuevas tecnologías por aire comprimido guiados por ordenador, muy comercial, con buena relación calidad precio y de gran tirada en los súper, un Muss rosado poco convincente y las nuevas líneas de monovarietales dirigidos a la exportación. A nuestro director, garnachero impenitente, y a un servidor, nos sorprendió su garnacha potente y plena, con retrogusto botánico e ideal para platos de caza y quesos azules.

Tras la visita a la bodega, nos fuimos a comer al Mesón Licinia (coincide el nombre, pero no el propietario) donde nos encontramos uno de los mejores restaurantes de la región y al que le dedicaremos un espacio propio por la calidad de su comida.

Víctor Algora. 

Ya volviendo a Madrid, no sin antes comprar unas palmeritas de chocolate en La Duquesita, templo morateño donde acuden miles de fieles entusiastas del hojaldre, fuimos comentando el esfuerzo de estos empresarios y la satisfacción de haber conseguido con este Licinia 2015, un vino a la altura de Madrid.

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