16 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

El líder de la formación morada, Pablo Echenique, se convierte en “hooligan” y carga contra la Fiesta que retrató Goya, pintó Picasso y glosó Lorca

Podemos utiliza el Premio Nacional de Tauromaquía para machacar al diestro Juan José Padilla y a la cultura española

Pablo Echenique
Pablo Echenique / Efe
Con motivo de la concesión del Premio Nacional de Tauromaquía a Juan José Padilla, la formación liderada por Pablo Iglesias ha puesto de manifiesto, una vez más, su opinión negativa sobre la Fiesta Nacional

No solo se han tratado de opiniones personales de algunos de sus dirigentes. Al hacer pública la concesión el partido desde su cuenta oficial de Twitter colgó el siguiente mensaje: “parece mentira que, habiendo tantos talentos en nuestro país, el Ministerio de Cultura premie a Juan José Padilla por torturar toros en una plaza pública. En una sociedad que avanza hacia el respeto y la empatía, estos espectáculos deben formar parte del pasado”.

Echó más leña al fuego el líder morado Pablo Echenique diciendo que "avergüenza, y mucho, ver al Ministerio de Cultura ¡de CULTURA! de mi país tuiteando esto. Más pronto que tarde la gente deberá votar si quiere que siga habiendo toros y comprobaremos que sólo una minoría de españoles aplaude estas cosas en 2018". 

Parecen olvidar los miembros de este partido que La Tauromaquia fue declarada en España patrimonio cultural de nuestra nación, mediante la Ley 18/2013 de 12 de noviembre, tras su votación en el Congreso de los Diputados y rúbrica de S.M. Juan Carlos I. Es, por tanto, patrimonio que debe respetarse y aun protegerse, y es algo por lo que todas las administraciones públicas deben velar.

Ruben_Pinar

Rubén Pinar. Foto de Andrew Moore

El fenómeno de la Tauromaquia, cuando menos, lleva acompañándonos durante más de un milenio, y ha soportado embates desde la política y la Iglesia, desde los ilustrados a los abolicionistas más iletrados sin que haya desaparecido, muy al contrario, los ha soportado y en ocasiones ha salido revalorizada y revitalizada de dichas contiendas. La Iglesia y la política, por más que haya opiniones contrarias, han terminado por comprender que es un fenómeno español, que singulariza su cultura y nuestra forma de ser, moralmente lícito y legalmente protegido.

La Tauromaquia, al margen de otros muchos valores humanos que encierra en los profesionales que lo practican (valor, abnegación, superación del sufrimiento, solidaridad, una amplísima trayectoria benéfica a favor de los más desfavorecidos, enfermos, víctimas de catástrofes y obras públicas y culturales), permite la existencia de un animal singular: el toro de lidia. Criado para y por el espectáculo, el toro es un tesoro genético en su biodiversidad y probablemente uno de los bovinos con más arcaica huella genética de todo el mundo. La variedad genética de los encastes lo convierte en una metarraza, una raza de razas, por cuanto hay más diferencias genéticas entre dos encastes que entre dos razas cualesquiera de bóvidos europeos. Pero esta metaraza, sólo existe en nuestro país, y en otros donde se dan los espectáculos taurinos, gracias a la tauromaquia. Criados por particulares, son, además, una de las especies que contribuyen al sostenimiento de un ecosistema tan rico y variado como el de la dehesa mediterránea (sólo en España y Portugal) que para su crianza utiliza más de medio millón de hectáreas. La dehesa, como ecosistema, es uno de los más ricos y variados del planeta, y su biodiversidad, de nuevo, un tesoro para nuestra nación.

Juna José Padilla / Efe

Diestros como Padilla son un ejemplo para la sociedad por su capacidad de sobreponerse a la adversidad, luchar contra el dolor, el sufrimiento y las limitaciones físicas, para reincorporarse a su actividad profesional. Su trayectoria le hace digno, por estas razones, de ser premiado, sin entrar en valoraciones estéticas o técnicas. Se ha enfrentado durante su larga carrera profesional a los encastes más duros y complicados, demostrando como un ser humano es capaz de dominar la condición indómita del toro de lidia, afrontando con ética y con verdad, e incluso con riesgo de propia vida, a la misma naturaleza tantas veces contraria al ser humano (basta ver lo indefensos que estamos todavía, en pleno siglo XXI, frente a tantísimas catástrofes naturales, terremotos, inundaciones, lluvias torrenciales, movimientos de tierra, aludes, etc.). 

Juan José Padilla, como tantos otros matadores, son parte fundamental de la Tauromaquia, patrimonio cultural de todos los españoles, por más que les guste o deje de gustar. Un hombre con valores, probablemente superiores, a los que muchos de los que le critican poseen. Ha dado su sangre, y casi su vida, por mantener viva una tradición cultural que nos hace diferentes en este mundo globalizado que se rige a golpe de los deseos de las multinacionales. Por cierto, muchas de las cuales, están detrás de las asociaciones animalistas, vendiendo sus productos y aprovechándose del desconocimiento y de las buenas intenciones de mucho incauto. Y si junto a ellas se posicionan los totalitarios que desean privarnos de la libre elección, contemplaremos cuán importante es la existencia de hombres que, como el propio Juan José Padilla, luchan por fomentar una tradición, una cultura y una historia en la que el hombre es exaltado a lo más elevado.

El hecho de que el ser humano de los países desarrollados no tenga que enfrentarse ya a una naturaleza habitualmente ingobernable, no obsta para que poblaciones en África, Asia, Oceanía o Sudamérica. Tengan que hacerlo a diario, a veces enfrentándose con animales que causan miles de muertos anualmente. La tauromaquia nos acerca a esa situación ancestral y nos hace comprender la lucha por la supervivencia, la revive en forma de rito, con una liturgia y una estética, plenamente acordes al siglo actual. Y en ella sale triunfante el hombre gracias a sus innegables cualidades, valor, inteligencia, dominio de la técnica, sacrificio. Al matar al toro, en las corridas formales, el hombre se acerca a la muerte para salir victorioso del encuentro y festejar la vida propia y la de sus semejantes; es una exaltación de la vida del ser humano, en suma. La parte cruenta del sacrificio es consustancial al rito, no se busca como tal, y el aficionado o el espada no se regocijan con ella, más bien al contrario, se critica severamente su exageración o cuando es innecesaria.

 La negación del espectáculo taurino es algo personal. También entre los votantes de Podemos hay defensores del espectáculo o aficionados, sin duda. A nadie obliga a su existencia. Como ante cualquier otro espectáculo, uno puede libremente acudir o dejar de hacerlo, manifestarse a favor, en contra o indiferente (los más). Las imposiciones totalitarias de los que nos obligan, casi por la fuerza, desde luego a base de insultos o descalificaciones, sordas ante los argumentos en contrario, nos producen el más absoluto de los rechazos. Somos defensores de la LIBERTAD, empezando por la propia libertad del ser humano a elegir lo que le gusta y lo que no, a quién vota o a quién no.

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