28 de marzo de 2024
|
Buscar
FIN DE SEMANA

Alfonso Cuarón muestra en su obra una carta de amor a la mujer que le crio

“Roma”, la primera película de Netflix con posibilidades de ganar un Oscar

La cinta ganó el León de Oro en el Festival de Venecia y se estrenó ayer en la sección de Perlas del certamen. Esta sección está dedicada a películas que no se han estrenado en las salas pero sí en otros festivales.

Tuve la suerte de poder asistir a un pase en el gran teatro Victoria Eugenia donde tras empezar la película su director asistió a la proyección para ser aplaudido multitudinariamente una vez aparecieron los créditos.

Siempre le he tenido un cariño especial a este director, guionista y editor mexicano. Principalmente porque es responsable de filmar una de las películas que más veces he visto “Harry Potter y el prisionero de Azkaban” junto con una de las cintas de ciencia ficción más originales y realistas con “Hijos de los hombres”. Muchos también recordaréis su nombre si os digo “Gravity” la visionaria historia espacial que barrió los Oscar allí por 2013.

Una historia muy personal

Esta vez nos sorprende con su historia más personal. Aquí no hay grandes estrellas sino blanco y negro en Roma, una ciudad de México. Es una carta de amor a la mujer que trabajaba en su casa de pequeño, sus tareas eran limpiar y hacer la comida pero acabó siendo un “ángel de la guarda”. Cleo es una joven sirvienta de una familia que vive en Colonia Roma, barrio de clase media de Ciudad de México. En esta carta de amor a las mujeres que lo criaron, Cuarón se inspira propia infancia para pintar un relato realista durante la agitación política de los 70.

Sin embargo, el contexto político es solo mostrado de fondo, aquí el foco está en la protagonista, con una actriz protagonista que no parece que este interpretando. Desde el primer plano, es palpable el mimo en cada plano. Acompañado por los travellings y largos planos que nos muestran todo como un personaje más, es fácil empezar a creerse a esta familia con baches dramáticos como la familia vecina. Las paredes de su casa son tan invisibles para el espectador, gracias a la virtuosidad de las cámaras, que uno acaba conociendo cada rincón.

Esta intimidad que nos expone acaba sustituyendo los giros argumentales típicos. Uno podría decir, durante las primeras escenas, que “no está pasando nada” pero no hay rastro de aburrimiento. Sí que es verdad que uno echa de menos de vez cuando cierta estructura reconocible pero presenciar la belleza de las imágenes en una pantalla grande con esos

COMPARTIR: