Pepe Mora, 'el torero del porvenir', triunfó en Hollywood desde la nada
El torero 'Roberto Constantino' fue fichado por MGM tras un escándalo en Costa Rica por matar un toro prohibido.
Son muchos los hilos invisibles que unen los mundos del cine y del toro. Y son numerosos los toreros que probaron, con desigual suerte, en el séptimo de los artes. Algunos, muy populares, como Mario Cabré, Sebastián Palomo Linares, Manuel Benítez 'El Cordobés'... Pero hubo más, muchos más, que incluso se convirtieron en estrellas fugaces en la meca del cine, en Hollywood.
Ese fue el caso de Pepe Mora, novillero con ambiciones que fracasó en el intento de ser figura, por lo que, tras una tribulada y folletinesca trayectoria, cambió capotes y estoques por platós y focos, renunciando a la gloria de las plazas de toros a cambio del glamour cinematográfico. Y lo hizo cuando el cine no hablaba, pero ya era un negocio floreciente que necesitaba mucha materia prima, guiones, actores, actrices o directores. Así lo cuenta el periodista José Fidel López en su blog de Cuentos de Cine.
Nacido en los albores del siglo XX, José Mora era un estudiante prometedor. Con el título de Bachiller en el bolsillo, y con poco más de 15 años, logró una plaza en el Cuerpo de Correos. Todo parecía indicar que ya tenía un empleo para toda la vida. Y tras dar sus primeros pasos en este servicio público en Madrid, donde nació, solicitó el traslado a Valencia, donde en esa época residían sus padres.
En la capital del Turia comenzó a cultivar una afición imparable por los toros y así, entre cartas y giros postales se empleaba en becerradas y capeas, aunque su familia no estaba por la labor de que el chiquillo, de apuesta apariencia y exquisita educación -ya presentaba aspecto de torero- se dedicara a los toros. La muerte de su madre, que era la más reacia a que Pepe buscara en la tauromaquia su futuro, cambió las cosas.
De plaza en plaza
Comenzó a curtirse en eventos taurinos de todo tipo y condición. Decían que tenía maneras y mientras, seguía preparándose para lo que pudiera venir, incluso para emplearse en la prensa taurina. En 1917 se le atribuye la publicación de 'Monitor Taurino', un compendio del arte de la tauromaquia en el que, en 48 páginas, resumía la historia del toreo, el origen de las corridas de toros, las fechas de las ferias de toda España y América y sus plazas de toros, las cornamentas y el pelaje de los astados. La acogida de la publicación fue excelente, "Pepe Mora, de quien dicen los que le han visto que va a ser un gran torero, es ya por lo menos un publicista", señalaba 'La Lidia Taurina', sentenciando: "Enhorabuena, y que al torear tenga usted el mismo éxito que en el libro ha tenido".
Lejos de la estafeta, Pepe Mora toreaba una tarde sí y otra también con el fin de forjarse una preparación a la altura de las grandes plazas. Las fiestas de los pueblos de La Mancha y de otros lares de todo el territorio nacional siguieron las evoluciones del novillero en esas temporadas en las que despuntaban compañeros como Carnicerito, Carralafuente, Hipólito, De la Rosa, Saleri III o Venturita.
Tras presentarse en 1918 en Barcelona, el 29 de junio, alternando con Andaluz y Calvache -que curiosamente también se dedicó al cine-, Madrid era el gran reto. Y el momento de Las Ventas llegó el 24 de agosto de 1919, en un cartel compartido con Francisco Peralta 'Facultades', de Antequera (Málaga); Gregorio Taravillo, 'Platerito', de Córdoba, y el albaceteño Juan González Martínez 'Almanseño II', hijo de Pascual González Sáuz, 'Almanseño I', y hermano de Quiliano González Martínez, 'Almanseño III'. Los novillos -"desecho de tienta y defectuosos", según el cartel del festejo- pertenecían a las ganaderías portuguesas de Benjumea, con dos astados, y Fróes, con seis.
Fracaso en Madrid
Según la crónica de la novillada, publicada el 25 de agosto en 'La Lidia', Pepe Mora se mostró valiente ante un toro bronco y difícil, pero en uno de los muletazos salió "prendido y zarandeado", por lo que acabó con sus huesos en la enfermería y no pudo dar muerte a ninguno de los astados que le tocaron en suerte, pero "no sin dejar en el público una gratísima impresión por valiente y digno". "Hemos de ver -apuntaba la crónica firmada por Gabriel- a Mora otro día con menos ansias que las de ayer, con tranquilidad para aplaudir todo lo que sabe y que adorna con un gran valor".
Ese fracaso marcó un antes y después, puesto que decidió poner un océano de por medio, el Atlántico, y se marchó a 'hacer las américas'. Venezuela fue uno de los países en los que hizo parada y fonda y, de hecho, tomó la alternativa en la plaza de Caracas el 25 de diciembre de 1920, doctorándose de la mano de Chiquito de Begoña. La tarde no fue coser y cantar, ya que salió mal parado de un enganchón que le causó una grave herida en la axila derecha. Parecía que no terminaría la tarde como mandan los cánones de la tauromaquia, pero sí, cumplió y el éxito le fue reconocido, lo que determinó el inicio de una trayectoria por diversas plazas que le sirvió para hacerse un nombre en el complicado mundo de los toros en Hispanoamérica. Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, Chile, Argentina, Brasil, Guatemala, Honduras, El Salvador… El torero recorrió en esos años más kilómetros que el baúl de Raquel Meller.
Publicaciones especializadas como 'La Pantalla' o 'El Cine' recogían en sus páginas, con el paso de los años, amplios reportajes dando cuenta de la azarosa vida de Pepe Mora, convirtiendo sus noticias en prácticamente actas notariales, ya que los periodistas presumían de haber visto con sus propios ojos los documentos de todo tipo que certificaban las andanzas del torero. Por ejemplo, se aseguraba que Pepe Mora actuó desde el Cabo de Hornos a Canadá, "toreando búfalos, cebús y toda clase de toros salvajes en las pampas y haciendo construir circos en ciudades donde no se conocía el espectáculo taurino".
Estamos en 1923, y al futuro actor le arrebató el corazón una bailarina de nombre Grace, que actuaba en la empresa operística de Adolfo Bracale, en aquellos momentos, en Colombia. El idilio quedó truncado por la marcha de la compañía musical a San José, en Costa Rica. Y hasta allí que se marchó Mora en busca de su amada, aunque una vez en tierras costarricenses, de nuevo Grace emprendió la marcha dentro de la tourné que la compañía de Bracale estaba realizando en esa temporada americana.
La aventura de Costa Rica
Esta especie de guion cinematográfico que fue la vida narrada por el propio protagonista tiene su siguiente capítulo en un accidente de tráfico. Asentado en la sociedad maragata, Pepe conoció a un acaudalado muchacho de apellido Giustiniani que, como el resto de su nueva pandilla, desconocía su pasado -reciente- en el mundo de los toros.
Durante una excursión, el automóvil en el que viajaban volcó y el diestro acabó con serias contusiones y heridas, al igual que el resto de pasajeros, lo que les llevó al hospital. Allí, su pasaporte le delató y su entorno de amistades pudo conocer que Pepe era torero, arrancando otro importante epígrafe en su devenir vital porque, según las hemerotecas, en San José se construyó una plaza de toros efímera para que el diestro español demostrara sus habilidades, programándose hasta cuatro corridas de toros.
Con sus dimes y diretes, logró un éxito incontestable en su primera corrida, en una tierra en la que la tauromaquia apenas la conocían de oídas. Mientras tanto, no perdió el tiempo en términos amorosos y echó el ojo a otra joven para olvidar a Grace. De nombre Josefina, no estuvo muy acertado, ya que la muchacha también era pretendida por un ministro del Gobierno del estado centroamericano, lo que abrió una disputa que acabó mal para el diestro. En su segunda corrida, y como consecuencia de su festiva e intensa vida, salió al ruedo agotado, y el toro se lo llevó por delante. Y, ¡qué casualidad!, la enfermera que se encargó de cuidarle era Josefina. Así, tras una procelosa recuperación, ya estaba listo para un tercer festejo que, a la postre, marcaría su futuro. Animado por un numeroso grupo de aficionados, Mora dio muerte a uno de los toros, a pesar de que en Costa Rica estaba completamente prohibido. ¿Quién estaba detrás de ese exacerbado público? El ministro enamorado de Josefina la enfermera… una estratagema que provocó que el torero acabara en el calabozo del cuartelillo correspondiente.
Según confesó el otrora funcionario de Correos, su encarcelamiento llegó en forma de noticia sensacionalista a la calle, y la ciudadanía se levantó contra los gobernantes. Huelgas, tiros y hasta dimisiones siguieron a tan fallida corrida, un escándalo que no le ayudo a salir de la oscura celda en la que pasaba los días. Afortunadamente para él, sus amigos, con los que se había corrido una y mil juergas, le organizaron una fuga propia del conde de Montecristo, y el citado Giustiniani le facilitó dinero y los pasajes, dos, para embarcar con destino a Ecuador. Y eran dos billetes porque el torero se marchó de la mano de Josefina
La leyenda llega a Hollywood
Estos hechos elevaron la popularidad del torero a la enésima potencia y sus aventuras y desventuras llegaron incluso a un emergente Hollywood, donde un manager del negocio del cine, míster Harry Hardy, le contrató una vez que el diestro se había cortado la coleta, literalmente, y le hizo debutar en '¡Maldición!'. La película estaba producida por el cómico y director de cine Mark Sennett, el canadiense conocido como el 'Rey de la Comedia', que terminó fundando su propia compañía, 'Mack Sennett Comedies Corporation', con la que alcanzó un notable éxito con sus cortos cómicos.
En '¡Maldición!', Pepe Mora compartía cartel con Madeline Hurlock, la actriz norteamericana que se convirtió en toda una estrella de los cortometrajes en la década de los años veinte, y el primer director bajo cuyas órdenes trabajó el diestro español fue Earle Rodney, a la sazón, guionista y actor canadiense tremendamente activo en la época del cine silente y en la nómina de Mark Sennett.
En la segunda mitad de los años veinte del pasado siglo, en sus primeros pasos en la industria del cine también figura en los títulos de crédito del corto 'The Bull Fighter', 'El Torero', pero con el nombre de José Mora.
El diestro ya era conocido en los círculos cinematográficos de Los Ángeles. Su leyenda le perseguía y era preciso pasar al siguiente capítulo. Su nombre, Pepe Mora, no era lo suficientemente comercial, y quien le hizo debutar, Mark Sennett, decidió que a partir de ese momento pasaría a llamarse Roberto Constantino, algo así como la versión hispana del italiano Rodolfo Valentino. Además, fue fichado por la 'Metro-Goldwyn-Mayer', una de las 'majors' del negocio.
La reaparición en Barcelona
El siguiente paso en su carrera fue el rodaje de 'El gato montés', con Nita Naldi, según la prensa especializada, película que marcó un parón en su carrera americana para regresar a España. Una vez de vuelta en Madrid, se entregó en cuerpo y alma a atender el interés de los medios de comunicación e, incluso, a entablar las primeras conversaciones con el insigne Pío Baroja, dispuesto -según se publicó entonces- a ponerlo como cabeza de cartel para la película basada en su obra 'Zalacaín, el aventurero'. Pero esta cinta terminó rodándose años después, en 1955, con Virgilio Teixeira en el papel estelar.
Y de la misma manera, en esos días de 1929 se daba por hecho que Roberto Constantino iba a protagonizar 'La mujer, el toro y el torero', basada en un guion de Alberto Insúa y que, con el paso de los años -en concreto, en 1950- rodó Mario Cabré bajo las órdenes de Fernando Butragueño.
Cuando Constantino avanzó su participación en esta película, basada supuestamente en su propia vida, el título previsto era 'Sangre de la raza', y algunos planos sí que se rodaron. De hecho, regresó a los toros de forma puntual, una única tarde, en la Monumental de Barcelona, una intervención que fue más que criticada. Fue en octubre de 1929, y según la reseña que del festejo apareció en medios como 'La Fiesta Brava', "Pepe Mora, que venía aureolado de una leyenda folletinesca, se nos presentó espléndidamente ataviado, vistiendo un torerísimo terno azul y oro, como no lo viste mejor el más esclarecido matador de toros, pero como el hábito no hace el monje, Pepe Mora nos demostró que de torero no había en él más que la fachada".
"Dicen las malas lenguas que en su actuación no tenía otra finalidad que la de impresionar unas escenas para una película que está filmando y en la que se presenta como protagonista", añadía el texto de la crónica, apuntando que "a menos que en el rol encomendado a Pepe Mora figure el torerillo fachendoso y medroso, vergonzosamente ridículo que ve castigada su osadía por el fracaso más rotundo, que todo podría ser", concluía la reseña de 'La Fiesta Brava'.
Tras escudriñar las hemerotecas, de la película -que según confesó el propio Pepe Mora, se iba a rodar en Hollywood, pero con la intención de no dejar muy bien al mundo del toro- no aparece ni su conclusión, ni su estreno.
También se ligó su nombre a otra película de corte taurino, 'El Don Juan de las arenas', que en principio iba a protagonizar bajo la dirección de Luis Felipe Usabal, pintor valenciano de éxito en Hollywood que ilustraba con sus pinceles las películas en boga en las pantallas de medio mundo.
Cine sonoro y regreso a España
La cuestión es que la trayectoria fílmica de Roberto Constantino se diluye con la llegada del cine sonoro y su presencia en tierras españolas -residía en la calle Preciados de Madrid- era una constante, según la prensa. Personaje popular donde los hubiera, seguía protagonizando titulares por sus intervenciones en actos sociales y culturales, o por sus amistades, como Jack Castello, nombre del actor cántabro Jesús Movellán Varela, que participó en varias producciones de Hollywood y que fue uno de los cuatro protagonistas de 'El misterio de la Puerta del Sol', la primera película sonora rodada en España, en 1929.
Pero la huella de Pepe Mora y su alter ego, Roberto Constantino, traspasaría la frontera del tiempo, y años después de que se dejara de hablar del diestro metido a actor, su nombre apareció de nuevo en la prensa española. El diario 'Pueblo', el 4 de mayo de 1950, a propósito del amor en ciernes entre la actriz Ava Gardner, conocida como 'El animal más bello del mundo', y el torero Mario Cabré, durante el rodaje de 'Pandora y el holandés errante' en tierras catalanas, se barajaba la posibilidad de que el diestro, quebradero de cabeza para el celoso Frank Sinatra, se marchara a Hollywood junto a su amada. "Mario viviría en California. Y el cine americano le abriría las puertas, como a otro torero español, Roberto Constantino -que no es otro que Pepe Mora, matador de toros en América-, que en los tiempos del bello Rodolfo (Valentino) filmó vestido de luces en la meca del cine".
Una vida de novela, no sin cierta carga creativa, conformaron la biografía de Pepe Mora ,ligada a la tauromaquia y al cine, a ambas cosas a la vez, pero sin que triunfara definitivamente en ninguna de ellas. La suerte suprema no la ejecutó acertadamente ni ante los toros, ni ante las cámaras.
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