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Una pareja vestida formalmente, el hombre con traje oscuro y la mujer con un vestido blanco y una flor en el cabello, en lo que parece ser una ceremonia con varias personas al fondo.
CULTURA

Natalia Figueroa, periodista y aristócrata, lleva 50 años casada con Raphael.

Natalia Figueroa, hija del Marqués de Santo Floro, fue presentadora en los 60 y 70.

Movistar, tras su éxito con  Lola Flores, ha vuelto a hacer lo mismo con Raphael. En Raphaelismo se repasa la carrera de uno de los cantantes más importantes de nuestro país. Una biografía que no se entiende sin la que es su mujer desde hace medio siglo. Cuando unió su camino a Natalia Figueroa, el 14 de julio de 1972, ya había conseguido todo lo que un cantante querría para sí: millones de discos vendidos, cinco películas que reventaron taquillas, giras por medio mundo y hasta había representado dos veces a España en Eurovisión, cuando eso todavía significaba algo de verdad.

Y luego está Natalia. Juntos han sido la pareja de raros oficiales hasta que llegaron Alaska y Mario. Al artista, durante décadas, se le han supuesto ambigüedades y ha formado con la aristócrata una de esas parejas de revista, que han hecho de su supuesta rareza su escudo frente al mundo.

Cuando su unieron, él era un ídolo del momento, luego lo sería del tiempo en sí, y ella una rara avis en el mundo de la aristocracia española. Hija del Marqués de Santo Floro y nieta del Conde de Romanones, fue feminista sin serlo. Tres años mayor que el cantante, había sido finalista del Premio Planeta con 18 años, había publicado varias novelas, traducido a Françoise Sagan (que entonces era el colmo de la provocación y hoy ha quedado en algo casi monjil) y hasta había coqueteado con el mundo cine y el teatro. Estas actividades más o menos culturales le daban un punto fuera de lo común en su clase social.

Mujer con cabello largo y oscuro, usando un suéter de cuello alto, en una imagen en blanco y negro.
Natalia Figueroa como presentadora de televisión en los 60. | RTVE

Cuando se une al cantante era la presentadora culta por excelencia gracias a Si las piedras hablasen, donde recitaba los enrevesados textos de Antonio Gala. De ella se sabía que tenía algo, fuera lo que fuera, con Antonio el bailarín y que era, puede que también sin vocación de serlo, la mariliendres oficial de Madrid como acompañante de gais célebres como Antonio D. Olano.

De Raphael, a nivel sentimental, sólo se sabía que era, aparentemente, adicto a la soltería y que las revistas le habían vinculado a la mismísima Ava Gardner. Fue una cosa más publicitaria que real. Él rodaba en México El Golfo y la americana se acercó con Sara Montiel a verle cantar. Las dos estaban de vuelta de casi todo. Ambigüedades incluidas.

Cuando en julio del 72 el cantante y la futura marquesa se dieron el sí quiero en Venecia, con persecución de paparazzis incluida, el asunto causó tanta sensación que hasta el periodista Yale le dedicó un libro al fenómeno de la boda. Él, como todos, auguraba poco recorrido a una pareja tan, según los cánones de la época, extraña. El tiempo no es que les diera la razón, es que lo hicieron suyo. Y como siempre lo han hecho, formando la pareja más estable del mundo espectáculo patrio. Escriban lo que escriban y, claro, digan lo que digan.

Cruces familiares

Natalia Figueroa está emparentada con otras sagas familiares. Como ya hemos dicho, era nieta del Conde de Romanones e hija del Marqués de Santo Floro. Precisamente, Natalia Figueroa y su hermano Agustín mantuvieron duros litigios judiciales por el título del marquesado de Santo Floro. Aunque inicialmente el título lo ostentaba Agustín Figueroa, finalmente los tribunales de Justicia dieron por dos veces la razón a su hermana Natalia, quien hoy lo ostenta. El asunto llegó a la Audiencia Nacional, y Natalia tuvo que esperar al cambio en la legislación propiciado por el Gobierno de Rodríguez Zapatero de 2006 que favorecía la igualdad en la sucesión a los títulos nobiliarios. Salvo en la corona, claro. 

Portada de una película titulada
Un libro analizaba el interés mediático que rodeó a la boda en la época. | El Cierre Digital

Mediante el matrimonio de José María Ruiz Mateos hijo con Cristina Figueroa, hija de Agustín Figueroa y Magdalena del Alcázar se unieron estas dos familias.

Precisamente, uno de los inversores que peor salió del bussiness de Nueva Rumasa, con varios millones de euros de pérdida a través del presunto fraude de los pagarés del holding, fue el suegro de José María Ruiz-Mateos Rivero, el aristócrata Agustín Figueroa. Fue su yerno, José María, quien le introdujo en la compra de los citados pagarés. Pero para evitar en su día un escándalo familiar y mediático, los hijos de Ruiz Mateos le dieron a cambio de esta nefasta inversión la cervecería de Naturbier, muy conocida, que poseían en la madrileña plaza de Santa Ana, que era uno de los negocios tapados del clan.

Otra sobrina de Natalia, Marta Chávarri vivió unos años de gran interés mediático a finales de los ochenta. Años más tarde, se la vinculó con el empresario Juan Abelló, que estaba casado con Ana Gamazo de Hohenlohe y que, en 1996, a raíz de estos rumores con Chávarri, vio como la prensa lo convirtió en uno de sus objetivos al ser esta una de las protagonistas del papel couché de los 80 y los 90. Una carta publicada en El Mundo por la tía de Marta puso fin a las especulaciones.

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