
Juan Ribó, a los 50 años de 'Equus' o encarnar a Raphael: 'El teatro es pura magia'
El actor catalán, con una extensa trayectoria escénica, desafió a la censura franquista con 'Equus' hace 50 años
Este año se cumple medio siglo del estreno en España de 'Equus'. Se trata de una obra de Peter Shaffer que marcó un antes y un después en el teatro de la Transición y catapultó a la fama a un joven Juan Ribó.
Su interpretación bajo la dirección de Manuel Collado Sillero, no solo supuso un reto actoral, sino que generó gran controversia. La causa era el desnudo que compartía en escena con María José Goyanes. Aquel montaje desafió a la censura de la época y se convirtió en un todo un fenómeno cultural.
Desde entonces, Ribó ha construido una sólida carrera en la interpretación, abarcando teatro, televisión y cine. Se ha formado en el Liceo Francés y en Nueva York —bajo la tutela de Uta Hagen—. Y ha trabajado con grandes nombres de la escena como Ana Diosdado, José Luis López Vázquez o Fernando Guillén.
En su trayectoria ha abordado una diversidad de textos. Desde los más clásicos hasta otros más contemporáneos, como los de Antonio Gala o Christopher Hampton. Otra de sus grandes obras en teatro ha sido el musical 'Godspell'
En televisión ha participado en series icónicas como 'El pícaro', 'El jardín de Venus', 'Velvet' o 'Seis hermanas'. En cine destacó en el filme 'Solo o en compañía de otros', donde interpretó un personaje inspirado en el caso de los marqueses de Urquijo.
Además, sorprendió al público dando vida al artista Raphael en la miniserie biopic sobre el cantante.
Elcierredigital.com ha entrevistado a Juan Ribó, que reflexiona sobre su trayectoria y la importancia del teatro. Especialmente, sobre el legado de una obra que marcó su carrera y que está a punto de cumplir cinco décadas.
- Este 2025 se cumplen 50 años del estreno de 'Equus' en España. ¿Qué recuerda de la obra y su impacto en la sociedad de entonces?
Fue como una revolución social. En principio la censura lo aceptó, pero a última hora se emitió una orden para que no se estrenase, lo cual creó una enorme expectación.
El público estaba un poquito revolucionado, porque eran momentos distintos. Aquello venía a cambiar ciertas estructuras, no solo por el desnudo, sino también por cómo era en sí la puesta en escena. El protagonista era López Vázquez en su momento más alto del cine, y había una expectación extraordinaria.
Al final se estrenó, pero eso no evitó que hubiese amenazas de bomba cada semana. Había que vaciar el teatro y volver a empezar. Siempre había tensión, que luego poco a poco se fue calmando porque el éxito fue clamoroso.

Se hizo la obra reestructurando el patio de butacas y haciendo un escenario circular. Había público por todos los lados y eso era nuevo. También el tratamiento de la luz como elemento dramático.
Fue una producción extraordinaria de Manuel Collado. Luego, la gira fue espectacular y duró mucho tiempo. Por eso me sustituyeron en varias ocasiones.
Recuerdo que fue un trabajo enorme, porque en esa época se hacían dos funciones. Yo tenía 21 años y la preparación física que había que tener para hacer un personaje de semejante energía era importante. Eso me produjo un agotamiento fuera de lo corriente.
Esa obra siempre me ha acompañado, porque consiguió un éxito no conocido hasta entonces, con dos funciones diarias. Yo venía de hacer el año anterior el musical de 'Godspell', también con dos funciones diarias. Agradezco haber tenido la salud suficiente para hacer dos personajes tan límites con esa exigencia de energía.
- En la obra compartía escenario con otros actores de renombre como José Luis López Vázquez o Ana Diosdado. ¿Qué aprendió de trabajar con ellos?
Siempre me he fijado en los mayores, porque ellos traen la tradición, aunque tú vengas de una escuela completamente distinta. Yo venía del método de hacer personajes más vivenciales que representativos.
Sobre todo, aprendí una ética en el trabajo, una gran generosidad. Porque cuanto más grande es el actor, más generoso es. He tenido la suerte de tener maestros excepcionales. Que, de alguna manera, enriquecen tu propio bagaje.
Creo que cada actor tiene que ser único y debe absorber todo lo que conoce y transformarlo para él.
- Si tuviera que interpretar 'Equus' hoy en día o cuando se reestrenó en 2022, ¿qué aspectos cree que serían diferentes?
Es que la del 75, la que yo hice, era una superproducción. No he visto la de 2022, pero el montaje de Collado era excepcional.
- Sobre su actuación en 'Godspell', ¿cómo cree que le enriqueció profesionalmente haber trabajado en un musical?
Yo nunca había cantado. Canté y luego tuve la suerte de que me contratase la CBS para hacer un single.
Lo que más me gustó era esa energía nueva que se veía en el escenario. Ese colorido, gente joven por primera vez, juntas ahí, haciendo una obra, un musical en directo, con la música en directo. Aquello fue también una producción extraordinaria, porque fue un mes solo de coreografía y música, otro mes de interpretación.
Se preparó a conciencia y vino a dirigirlo el creador de la obra, John-Michael Tebelak. Fue una experiencia extraordinaria. Insisto, en el color y la energía que salía desde el escenario, eso fue lo maravilloso.
- ¿Se había imaginado a sí mismo haciendo algún musical o grabando un tema?
No, para mí era todo nuevo. Además, lo viví en soledad, porque mis padres eran diplomáticos y vivían fuera de España. Yo entonces apenas conocía la sociedad española, tal y como era en ese momento.

Para mí todo fue como un sueño extraño, una cosa extraordinaria. Creo que fue un privilegio. No quise seguir la carrera de cantante, porque mi objetivo era ser actor, actor dramático.
Tuve la suerte, después de haber hecho una comedia musical de tanto éxito, de hacer un drama psicológico, casi una tragedia. Era una oportunidad hacer ese arco, del musical al drama, donde ya permanecí para siempre. Nunca más he vuelto a hacer un musical, jamás.
- Sobre las tablas ha interpretado textos de Lorca, Calderón de la Barca o Antonio Gala. ¿Diría que siente una conexión especial con el teatro clásico?
He tenido la suerte de hacer personajes que exigen mucha energía y mucho trabajo, pero que son realmente estimulantes. Creo que me gusta el teatro que dice algo. Eso no puede ser contrastado con textos contemporáneos, pero sí me gusta un teatro donde haya un mensaje, una poesía, algo que comunique. Algo más que una risa.
Me gustan los textos y en el clásico todo es bueno. Cualquier clásico. Desde Tennessee Williams a, en España, Buero Vallejo, que también es un clásico contemporáneo. He hecho un montón de personajes grandes, personajes que exigen una importante preparación actoral.
- A lo largo de su trayectoria ha trabajado con grandes directores como Miguel Narros, José Luis Alonso y José Luis Gómez. ¿Hay alguno que haya marcado especialmente su manera de entender el teatro?
José Luis Alonso era un grandísimo director. Precisamente, con él estrenamos "Cándida", de Bernard Shaw, en el teatro Lara de Madrid. Con esta obra volvió al escenario María Dolores Pradera. Fue todo un hito su vuelta.
Todos me han marcado, unos por una cosa y otros por otra. A veces, un supuesto director "mediocre" puede darte un éxito. En el teatro, que es mágico, lo importante es el personaje y lo llenas con la experiencia de grandes directores.
Lo importante es la relación del actor con el director, la comunicación y el personaje que tienes que defender. Un buen personaje es lo que es más importante para un actor. Hay directores que pueden no estar de acuerdo con tu manera, pero eso se va acoplando con los días.
- ¿Cree que ha evolucionado su manera de actuar?
Muchísimo, sobre todo con la beca que me ofrecieron, una Fullbright. Estuve en Nueva York dos años, donde tuve la oportunidad de trabajar con Uta Hagen, que es una de las grandes profesoras de profesionales.
Esa experiencia fue increíble, porque cambié completamente. Había un momento en que, sin querer, llegas a imitarte a ti mismo, te mantienes en esa zona de confort. Yo quería ir más adelante.
Junto a Ana Marzoa hice 'El castigo sin venganza', de Lope de Vega. Me di cuenta de que estaba vacío y pedí una beca que me concedieron. Estuve esos dos años en Nueva York aprendiendo y viendo otra manera de encarar los personajes, fue un cambio copérnico.
- Además de actor, creó su propia compañía. ¿Cómo vivió la experiencia de producir una obra teatral?
Lo hice con un texto que había traído de Nueva York, de un autor muy de moda, Stephen King. Era 'Eclipse Total', donde pude enseñar todo lo que había aprendido. Había entrado en otra fórmula, en una manera más verdadera, más realista, de conectar contigo mismo.
Lo que ahora se llama el método. Como tenía la experiencia vívida, pude juntarlo todo y sentirme otro actor, completamente renovado.

Escogí como director a Roberto Villanueva, que entendió mi cambio y lo celebró. Quería un director que tampoco tuviese referencias mías, porque si no, era volver un poco a lo mismo. Necesitaba que todo fuese nuevo, porque yo me sentía nuevo.
- Entre cine, teatro o televisión, ¿dónde diría que se siente más cómodo?
Es lo mismo, solo que con técnicas diferentes. La televisión está a mitad camino entre el teatro y el cine. El cine es una técnica completamente distinta al teatro.
Pero en el fondo es igual. Es igual desde el actor. Solo que hay que saber cuáles son las técnicas aplicadas al teatro, al cine y a la televisión, que son completamente diferentes.
- En televisión ha participado en series populares como 'El Pícaro', 'Velvet' o 'Seis Hermanas'. ¿Cuál diría que ha sido su personaje más desafiante?
Creo que, sin dudas, 'Seis hermanas'. El tío Ricardo, que era un malo, malo. Los personajes de malo son los mejores. El villano es el que crea el conflicto y la acción dramática sin conflicto no avanza. Siempre tiene más jugo que el protagonista, que es más bueno o más galán.
Ser villano te convertía en ser más recto como actor. Y eso me gusta. Ahora los galanes son los que tienen 20 años.
- Incluso dio vida al gran Raphael en la miniserie sobre su vida. ¿Cómo se preparó para encarnar a un artista tan reconocido? ¿Le fue difícil?
Nada difícil. Conecté inmediatamente con su personalidad. Además le admiraba.
Raphael es una persona que le encanta el teatro y es un gran actor. Conecté enseguida con esa cosa interior de él. Me documenté viendo entrevistas suyas para interiorizar matices más personales.
Tuve una conexión inmediata, no me tomó ningún esfuerzo. Y el director me facilitó muchísimo esa cuestión. Me identifiqué muy rápido con Raphael.
- Con tantos años de trayectoria, ¿sigue estando nervioso antes de salir al escenario o ponerse delante de una cámara?
Mucho más, porque la responsabilidad es cada vez mayor. No es un nervio que te paraliza o te hace olvidarte. Es otro tipo, es como una excitación, que todavía el corazón te palpita.
Eso quiere decir que estás vivo como actor. Creo que todos los actores que se lo toman verdaderamente en serio, el día del estreno es el día del estreno. Luego ya entras en la costumbre de hacerlo, aunque cada día es diferente porque el público es diferente.
- Ha vivido momentos de gran exposición mediática por su ámbito personal. ¿Cómo ha gestionado la fama y la privacidad en su vida?
Yo soy un hombre muy tímido y muy inseguro en el mundo mediático. Desde joven lo pasaba mal.
Y, además, como estaba todo el día trabajando, las entrevistas y todo eso no me gustaban, no me daba tiempo. Era demasiado el esfuerzo del escenario como para estar también con eso. Ahora ha sido diferente.
Yo creo que hay que ser educado. Hay gente también en la profesión de periodista, que si tienes un trato amable y educado todo puede ser mucho más llevadero. Luego deja de interesar.
- Si pudiera darle un consejo al Juan Ribó que empezaba en teatro en los años 70, ¿qué le diría? ¿Y a los jóvenes actores que empiezan ahora la profesión?
Le diría, "te has metido en una profesión muy complicada, Juan".
Es fácil triunfar cuando tienes 20. Pero lo importante es mantenerse. Lo importante es hacer una vista atrás y decir, "empezaste con 19 años, tienes los que tengo y estoy todavía ahí, ilusionado. Y muy contento de poder sentir un buen texto y de tener la ilusión de subirme al escenario".
A los jóvenes, que no se afanen, que no quieran tanto éxito. Creo que lo que más desean es ser conocidos, más que tener una buena escuela o un buen aprendizaje.
El teatro es fundamental, que no dejen de hacer teatro. Lo que te entrena es el teatro, es un rigor diario, ese es el entrenamiento. Sin ese entrenamiento es difícil.
Y luego, la cultura, porque el teatro te cultiva, sobre todo el teatro clásico. Los actores deben de prepararse más, tener una cultura dramática más extensa, ir más a los museos.
Eso es lo que recomendaría. Demasiado gimnasio y poco libro. Hay que armarse de mucha paciencia porque el teléfono a veces no vuelve a sonar.
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