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CULTURA

Duque de Cádiz, último Borbón decapitado, historia treinta años después.

Tras tres décadas, teoría de asesinato político en accidente fatal esquiando en Estados Unidos.

Hace un día espléndido en Beaver Creek Resort en el estado americano de Colorado, donde en 24 horas empezará el Campeonato Mundial de Esquí Alpino. Ese día, 30 de enero de 1989, una figura de porte atlético saluda en solitario desde lo alto de una pista. Se trata de Tony Sailer, el esquiador austriaco campeón mundial de este deporte. Posteriormente, desciende con toda naturalidad la pendiente. Para él esquiar es como andar. Al final de su descenso en lo alto se vislumbra otra figura, menos atlética, pero de un porte elegante. Es Alfonso de Borbón y Dampierre quien sigue los pasos de su íntimo amigo. Este, al llegar al final, se ha percatado de que un empleado de la pista, Daniel Conway, del que nunca más se volvería a saber nada, tensa un cable de acero a 1,75 metros de altura y con un grosor de 5 milímetros. Tony grita en alemán, idioma que Alfonso entendía a la perfección, para advertir del peligro a su amigo. Pero sus esfuerzos son en vano. El Duque de Anjou, un título concedido por destino histórico, y Duque de Cádiz, por voluntad de Franco, acaba parando su cuerpo con el cable. Éste le cercena la carótida y el cuello en 180 grados.

Sailer llega a la altura de su amigo. A pesar de la brutalidad del accidente su corazón sigue latiendo. Muy pronto la pista solitaria se llena de gente. Se avisan a los servicios de emergencia. A pesar de que al día siguiente se celebrará un acontecimiento deportivo de élite tardan bastante en llegar. Durante 45 minutos el nieto mayor de Alfonso XIII agoniza tendido en la nieve. Los que sí llegan con celeridad son los fotógrafos que desde hace décadas han seguido todos y cada uno de sus pasos. La foto puede ser la exclusiva de la década, pero no les servirá de nada. La policía estadounidense les requisó las cámaras y destruyó los negativos. Sólo una de esas imágenes verá la luz un mes después en la revista ¡Hola!. Es la más inocua de la dantesca escena: la nieve teñida con la sangre del Duque.

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Boda de Alfonso de Borbón-Dampierre con la nieta de Franco, Carmen Martínez-Bordiú en 1972. | El Cierre Digital

La noticia llega pronto a España y sorprende a todo el país. Junto con el aristócrata ha viajado un equipo de Televisión Española que se encargará de la cobertura del Mundial de Esquí Alpino. Matías Prats conectará con la cadena pública y comunicará urbi et orbi la tragedia. Junto a él está otro ídolo de este deporte, el español Paco Fernández-Ochoa, que no puede evitar un rasgo de brutalidad castiza al ver el estado de su amigo: “Lo han desconejado”.

Mirta Miller, la mujer que compartió los últimos años del Duque de Cádiz, aterriza en esos momentos en Barajas. Casi se ha cruzado en el aire con su prometido. Mientras él viajaba hacía América ella lo hacía desde su Argentina natal hasta España. A su llegada un trabajador de Iberia le da la mala noticia. Entra en shock. Años después, recordaría que  Alfonso había tenido una pesadilla en la que moría guillotinado. No era su primera premonición. Cuatro años antes, en 1985, le confesó a la periodista Pilar Urbano en una entrevista: “De haber vivido en el siglo XVI no habría llegado vivo a los 49 años. Habría acabado en el cadalso”. Además, al inicio de su relación, Mirta acudió a una echadora de cartas que le aseguró que el hombre del que estaba enamorada moriría en un accidente.

Cuando el cadáver llegó a España fue enterrado en las Descalzas Reales. Al responso acudieron los Reyes de España, primos del fallecido que obviaron los largos enfrentamientos dinásticos que habían protagonizado con él. También estaban sus exsuegros, los Marqueses de Villaverde, hija y yerno de Franco, su madre, la hierática Emanuela Dampierre, su hermano Gonzalo y su hijo Luis Alfonso, de 14 años.  Su ex mujer Carmen Martinez-Bordiú también asistió al entierro a pesar de que nadie quiso saludarla y, menos, arroparla. Las cámaras de televisión registraron como al intentar dar el pésame a su ex suegra ésta le retira la cara, luego se gira hacia su padre que también la desprecia. Son unos segundos de desconcierto para la nieta de Franco, una situación complicada de la que la Duquesa de Alba la saca llevándosela con un abrazo.

La imagen muestra una lápida de mármol negro con bordes de mármol marrón, en la que se lee en letras doradas:
Tumba de Alfonso de Borbón y su hijo Fran en las Descalzas Reales de Madrid. | El Cierre Digital

La ausencia más sonada fue la de Mirta Miller. Todo el mundo sabía que era la pareja del fallecido pero su madre, Emanuela, no soportaba su pasado como actriz del destape. En su lugar acudió una princesa austrohúngara de la que nadie había oído nunca hablar a la que se presentó como prometida del finado, pero nadie se lo creyó. El mejor epitafio lo puso otro vetado a la ceremonia. El historiador Juan Balansó que tantas polémicas protagonizó con el Duque: “Ha muerto un hombre al que nadie ha podido envidiar nunca”.

Una vida de frustraciones

Balansó tenía razón en su lapidaria cita. Las desgracias y frustraciones que le impidieron ser feliz empezaron incluso antes de nacer. En 1935, su padre don Jaime es obligado a abdicar como Príncipe de Asturias por su abuelo el Rey Alfonso XIII. En España la noticia tiene poco eco porque desde cuatro años antes la Familia Real está en el exilio tras proclamarse la II República. Don Jaime es sordomudo y esto le impide comunicarse, pero no, como buen Borbón, disfrutar de las mejores casas de fiestas de la Roma de Mussolini donde vive. El político Gil Robles comentó con cruel ironía: “Un Rey sordo y mudo. ¡Sería un Rey perfecto!”.

Para compensar, el Rey casó a su hijo con una aristócrata italiana: Emananuela Dampierre. Le otorgó el título de Duque de Segovia sin tratamiento de Alteza Real, solo de Excelentísimo Señor. Como si predijera el futuro, este Rey de España le hizo especificar que renunciaba a sus derechos para él “y para mis futuros descendientes”. A partir de ese momento todos los derechos recaían en su hermano Juan iniciador de la rama borbónica que actualmente reina en España.

El matrimonio de Jaime y Emanuela no fue bien desde el principio. Ella se mostraba espantada por la aparente voracidad sexual de su esposo. Tendrían dos hijos, Alfonso (1936) y Gonzalo (1937), entre episodios de sordidez extrema. Emanuela no ahorraría ningún detalle en las memorias que le dictó a Begoña Aranguren en 2004. Llegaría a contar que en una ocasión se infectó de un venérea por culpa de la afición de su marido a las prostitutas. Un detalle que no contó fue que acabó por abandonar a su marido en 1946 para casarse con Tonino Sozanni, un supuesto corredor de bolsa igual de infiel que su primer esposo. Jaime acabó casándose con una artista de cabaret alemana, Carlota Tienedman, aunque luego dirían que era cantante de ópera. Los nuevos Duques de Segovia inauguraron, junto a los Duques de Windsor. la moda de cobrar por acudir a eventos y se hicieron caras habituales de la prensa del corazón francesa.

Retrato en blanco y negro de un hombre joven con bigote, vestido con uniforme militar.
Don Jaime de Borbón y Battemberg, padre de Alfonso. | El Cierre Digital

Mientras, sus dos hijos se criaban en diversos internados en Italia y Suiza, pasando temporadas con su abuela la Reina Victoria Eugenia que vivía un plácido exilio en el país helvético. En 1954, Alfonso se trasladaría a estudiar a España. Seis años antes lo hizo su primo Juan Carlos. Ambos entraron en el país con el permiso de Franco. Siete años antes éste ha dictado una Ley de Sucesión que indicaba que España era un Reino. Sin Rey, pero Reino. También especificaba que su sucesor lo sería a título de Rey y que este podía ser cualquier príncipe “de sangre azul, católico y mayor de treinta años”. Es decir, quien él decidiera.  Y así lo hizo. Por eso, muchos historiadores mantienen que nuestra monarquía fue instaurada y no restaurada.

Durante décadas los dos primos intentaron contentar a Franco. Pilar Eyre documenta su rivalidad en el libro Dos borbones en la corte de Franco (2005). El dictador jugó con las posibilidades de los dos. La prensa se sumó al tema. Incluso en 1966 bajó el epígrafe Dos Príncipes, el diario Pueblo publicó dos entrevistas cruzadas de los primos en modo enfrentamiento. Alfonso consiguió el apoyo de ciertos sectores de la Falange y de empresarios y políticos, como Juan Antonio Samaranch o Landelino Lavilla. Todos le darían de lado cuando en 1975 accedió al trono Juan Carlos I. 

Su último cartucho fue su boda con Carmen Martínez-Bordiú en 1972. Muchos pensaron que posiblemente el dictador se decantaría por Alfonso con tal de ver a su nieta mayor convertida en Reina. Carmen Polo y el Marqués de Villaverde se mostraron entusiastas con la idea, pero no fue así. Carmen tenía quince años menos que su esposo y venía de una juventud rebelde, con una escapada con un hombre casado (Fernando de Baviera) incluida.  Años después declararía que se casó para poder salir del yugo paterno. A pesar del nacimiento de dos hijos, Francisco en 1972 y Luis Alfonso en 1974, pronto se aburrió de su papel de Alteza Real en la ficticia corte de El Pardo. En el verano de 1975 conoció al anticuario francés Jean Marie-Rossi, con el que cuatro años más tarde se marcharía a vivir a París, dejando a Alfonso con sus dos hijos. Era 1979 y la España de su abuelo comenzaba a estar ya lejana.

Desde entonces, Alfonso se centró en revalidar su papel como candidato legitimista al inexistente trono francés haciendo valer su título de Duque de Anjou y de descendiente de mayor edad de Hugo Capeto. En esos años se vinculó a la ultraderecha francesa, mientras en España se intercambiaba duras declaraciones con su ex mujer, de la que se anuló eclesiásticamente su matrimonio en 1987.

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Boda de Alfonso de Borbón-Dampierre con la nieta de Franco, Carmen Martínez-Bordiú en 1972. | El Cierre Digital

El punto álgido del enfrentamiento se produjo  en febrero de 1984 cuando sufrió un accidente de tráfico en Navarra en el que moriría su hijo mayor Fran. En ese momento Carmen pidió la custodia de su hijo pequeño. El Duque concedió una entrevista al programa Informe Semanal donde mostró todo su rencor hacia Carmen. Semanas después, la abogada de su ex mujer, Concha Sierra, le dio la réplica en el programa de Mercedes Milá Buenas noches. Finalmente, Luis Alfonso siguió en Madrid son su padre hasta la muerte de su progenitor cinco años después. Hoy 30 años después Luis Alfonso ha sido padre de nuevo, justo cuando se conmemoran estas tres décadas su mujer, Margarita Vargas, ha dado a luz a su cuarto hijo que le han puesto de nombre Enrique.

En ese momento ya había entrado en la vida de Alfonso de Borbón su última pareja: la actriz Mirta Miller, una de las musas del destape de la Transición. Se conocieron en 1980 y durante años mantuvieron su relación en secreto. No era la primera vez que el Duque salía con una actriz. En los años 60 vivió romances con las italianas Mariú Tolo y Elena Rossi Drago.  También salió con Marujita Díaz. La folclórica haría años más tarde una curiosa confidencia a José Luis de Villalonga: “¿Lo ves tan serio y taciturno? Pues en la cama igual”.

Las dudas sobre su muerte

Tres décadas después de la muerte del aristócrata todavía muchos piensan que no se trató de un mero accidente. Por un lado, está la desaparición del supuesto trabajador de la pista de esquí llamado Daniel Conway del que nunca más se supo. Además, muchos señalan la extrañeza de que la ambulancia tardase 45 minutos en llegar, sobre todo, cuando al día siguiente de los hechos arrancaba un Mundial de Esquí. Por si no fueran suficientes estos puntos oscuros, además, Toni Sailer se quejó públicamente de que su declaración ante la policía no fue respetada. La policía también tomó la decisión de contradecir su informe inicial en el que se apuntaba como causa de la muerte un homicidio.

Una mujer con cabello castaño y lacio, vestida con un suéter rojo, está sentada en un sofá con un cojín blanco detrás de ella.
La actriz Mirta Miller, el último gran amor de Alfonso de Borbón. | El Cierre Digital

Para acabar de enmarañar el asunto, en marzo de 1991  una estudiante portuguesa denunció ante la Interpol una conversación captada a través del teléfono. Un hombre en francés y otro en español hablaban sobre la muerte del Duque y auguraban el mismo final para el hijo que pretendía seguir los pasos de su padre en el legitimismo francés. Esta era la obsesión de Alfonso, un hombre que soñó con vivir como Rey de España o de Francia y sólo consiguió morir como un monarca, es decir, como los últimos borbones franceses: decapitado.

 
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