
Críticas ante la 'operación' para 'mitificar' a Morante: La afición taurina dividida
Tras salir Morante de la Puebla a hombros de Las Ventas, aficionados alegan que 'se le aplaude todo y no se le exige'
Morante de la Puebla logró lo que se le resistía desde hace casi tres décadas: salir a hombros por la puerta grande de la Plaza de Toros de Las Ventas. Fue el pasado domingo, en el cierre de la Feria de San Isidro.
El diestro cortó una oreja a cada toro de su lote. La imagen, histórica. Pero no exenta de debate. Fue su 27ª temporada como matador de toros y su 27ª actuación en la plaza madrileña.
Hasta ahora, Madrid había sido esquiva con él. Nunca había conseguido abrir su puerta grande. Ni siquiera en tardes memorables con el capote, su sello más reconocible.
El triunfo de Morante llegó, además, en el marco de una de las ediciones más cuestionadas de San Isidro en los últimos años. En la misma plaza, y después en redes sociales, algunos aficionados manifestaron su desacuerdo con la valoración de la tarde. Para ellos, la salida a hombros fue “más simbólica que justa”.

La afición también ha señalado, de forma generalizada, la "baja presentación y rendimiento de las ganaderías". Esto ha dejado un sabor agridulce a lo largo del ciclo. En ese contexto, la puerta grande del sevillano cobró aún más relevancia.
Parte de los aficionados señalan 'fanatismo' en Las Ventas
Esta vez, Morante de la Puebla sí lo logró. Pero no con una faena rotunda, sino con dos actuaciones de mérito, distintas en estilo y ejecución, que dejaron sensaciones encontradas en los tendidos.
En su primer toro, Morante templó y dibujó muletazos con clase. La estocada, baja. Aun así, el público pidió la oreja. En su segundo astado, más complicado, volvió a mostrarse por encima del animal. De nuevo, estocada defectuosa y oreja concedida. Con dos trofeos, la puerta grande se abrió.

Cientos de aficionados le acompañaron por la calle de Alcalá hasta el hotel Wellington. Una escena inédita para él. En hombros, ovacionado, escoltado por seguidores que celebraban el momento como un hito taurino.
Pero no todos compartieron esa visión.Un miembro del Término 7, conocido sector del tendido madrileño por su exigencia, lo resume así ante elcierredigital.com: “Ha hecho historia porque es la primera vez que sale por la puerta grande de Las Ventas. Pero la tarde no fue de puerta grande”.
Desde este sector se cuestiona también el tipo de toro que lidió Morante. “Siempre viene con el medio toro, muy terciado, falto de casta y de fuerza”, explica. Y añade: “Queremos ver al torero con toros más serios, con más motor”.

El debate se ha intensificado por la percepción de que parte del público: “Le aplauden todo”. “Hay una corriente de morantistas que le idolatran sin exigirle nada. Incluso cuando no está bien. Eso le perjudica más que ayudarle”, afirma.
Las cifras, sin embargo, avalan la repercusión del momento. Fue la corrida más comentada de la feria en redes sociales. Las entradas, agotadas desde días antes. Las imágenes de la salida por la puerta grande, virales en minutos.
Morante, por su parte, no hizo declaraciones públicas más allá de los saludos al público. El silencio también alimentó la interpretación simbólica del triunfo: el torero cerraba así una deuda pendiente con Madrid.
Triunfo con matices
Los más críticos sostienen que el fervor del momento fue "desproporcionado". “Se cortó la calle Alcalá. Todo por una actuación correcta, no histórica”, comentan. “El día que esté realmente bien, le dan el rabo”, aseguran.
Y es que, según estos sectores, la afición que acudió ese día a Las Ventas no era la habitual. “Solo van cuando torea Morante. Quieren decir que estuvieron allí el día que salió a hombros. Pero eso no es exigencia, es fanatismo”, apostillan.
A pesar de las críticas, el momento queda para la historia. Morante rompió por fin la barrera invisible que le separaba del templo del toreo. Sin embargo, la corrida ha reabierto viejos debates: el papel del público, el toro que se lidia y el valor de la trayectoria frente a la exigencia de cada tarde.
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