![Una mujer sonriente sostiene un libro titulado "La Gran Fractura Americana" en una sala con una bandera de Estados Unidos al fondo.](https://elcierredigital.com/filesedc/uploads/image/post/foto1-1733771974151_1200_800.webp)
Cristina Olea revela en su nuevo libro la 'cara más dura' de EE.UU, desde dentro
La periodista, con acceso al presidente de Estados Unidos, presenta este martes en Madrid 'La gran fractura americana'
Cristina Olea concede la primera entrevista sobre su libro La gran fractura americana. Trump, Harris y las crónicas de un país convulso. Lo presenta este martes en Madrid en La Central del Museo Reina Sofía.
Cristina Olea (Vigo, 1982) entró en TVE en 2004, apenas dos años después de licenciarse en Periodismo. Tras su paso como cronista parlamentaria, redactora en Informe Semanal y En Portada, y enviada especial para informar de la elección del Papa Francisco o las matanzas en El Cairo tras el golpe de estado de 2013, entre otros acontecimientos, llegó a la corresponsalía de Washington DC en 2018.
Lleva a sus espaldas dos elecciones presidenciales, Trump-Biden y ahora, Trump-Harris. Pero también ha estado en primera línea con el movimiento Black lives Matter. Además del asalto al Capitolio, la pandemia del siglo y la caída de Biden. Es una buscadora de historias, que es lo que hacen los buenos reporteros y le sirve para recorrer un país tan diverso. Aunque también pertenece al “pool” de la Casa Blanca, el grupo de periodistas que tienen acceso diario al presidente de Estados Unidos. Ahora publica La gran fractura americana. Trump, Harris y las crónicas de un país convulso (La Esfera de los Libros), que presenta este martes en Madrid.
- El título del libro ¿es la descripción del estado real de la sociedad estadounidense?
Este país vivió una guerra civil. La división está en su historia, no ha salido de la nada. Pero es cierto que yo me he encontrado aquí con una sociedad en la que, cuando llega la cena de Acción de Gracias y las familias se reúnen en torno a la mesa, evitan hablar de política. Hay amigos que han dejado de hablarse porque unos apoyan a Donald Trump, otros a los demócratas, y sienten que sus diferencias son irreconciliables. No solo detestan al candidato rival, si no que creen que es un desastre para el país. Durante la campaña electoral, los demócratas alertaban de que Trump era un peligro para la democracia y los republicanos auguraban que si ganaba Kamala Harris llevaría Estados Unidos a la ruina. Al final, las urnas han dibujado un país partido por la mitad: el resultado es uno de los más ajustados de los últimos tiempos. El libro es un viaje por las fracturas y las contradicciones de este país, que son muchas. Y cada parada del viaje, cada capítulo, es una persona. Son historias en carne y hueso.
![Un hombre de traje oscuro y corbata azul gesticula mientras habla en un podio con una bandera de fondo. Un hombre de traje oscuro y corbata azul gesticula mientras habla en un podio con una bandera de fondo.](/filesedc/uploads/image/post/donald-trump-eeuu_1200_800.webp)
- Las historias que recoge en el libro muestran un país dispar cuya población ha votado mayoritariamente a Trump. ¿A qué atribuye su victoria?
Hay muchos estadounidenses que adoran a Donald Trump y que se sienten parte de un movimiento. Les gusta su promesa de que va a sacudir el sistema, aunque no esté muy claro hacia dónde. En 2016, en su primera campaña electoral, él supo conectar con los agravios de muchos ciudadanos. Estaban enfadados porque se perdían puestos de trabajo en las fábricas, frustrados porque el país estaba empantanado en costosas guerras en Irak y Afganistán. Conectó con los miedos de parte de la América conservadora blanca, descontenta con Obama. También recelosa de la diversidad, de los migrantes, temerosa de la globalización y de la modernidad, de que se perdiesen sus valores tradicionales. Esos temores y esa conexión siguen ahí. Siguen las guerras culturales y las guerras físicas (ahora en Europa y Oriente Medio). Los votantes de Trump son muy fieles. Ni lo abandonaron después del asalto al Capitolio ni lo abandonaron al conocer todas las imputaciones y juicios en su contra. Son casos que van desde fraude empresarial hasta alentar una insurrección. Es más, cada vez que la justicia imputaba a Donald Trump, él lo utilizaba para hacer campaña, para decir que era víctima de una caza de brujas, de una persecución política. Eso le sirvió para movilizar a sus bases y para recaudar más donaciones. En estas elecciones, también ha jugado un papel crucial la inflación. Los estadounidenses de clase media y trabajadora están alarmados porque la vida es cada vez más cara y eso ha desgastado a los demócratas.
-¿Qué tiempo le da de vida al próximo Gabinete de Trump?
En su primer mandato, muchos cargos le duraron poco. Ahora está escogiendo a personas cercanas, muy leales. Su primer reto es que el Senado las confirme. Los republicanos tienen una mayoría ajustadísima y algunos de los candidatos de Trump van a poner a prueba la lealtad de sus propios senadores. Su primer elegido para fiscal general, Matt Gaetz, ya se ha retirado, al comprobar que no conseguiría los votos suficientes. En el Capitolio lo estaban investigando por abusos a menores y por consumo de drogas. Hay otros nombres en la lista de Trump a los que también acechan los escándalos y la polémica.
- De las historias de usted recoge en su libro, muchas no trascienden al telediario ni programas informativos de TV, sin embargo, tienen mucho potencial. ¿Es posible que falte algún registro en la televisión pública como sí la hay en otras de países cercanos a España, en donde se ven este tipo de historias humanas como que las que usted se centra en su libro?
En realidad, las historias que recojo en mi libro sí han pasado por Televisión Española. Todas esas personas han sido protagonistas de reportajes del Telediario o de Informe Semanal. Pero yo quería presentarlas con un poco más de calma, no siempre encapsuladas en crónicas de pocos minutos para los informativos. Yo aquí paso mucho tiempo en la Casa Blanca, informando sobre las decisiones de los líderes de Estados Unidos, que afectan al resto del mundo. Pero creo que un corresponsal debe ir más allá. Cuentas las promesas de los gobernantes, pero luego sales a la calle, ves la realidad y documentas cómo las rompen. Escuchas a Joe Biden prometer un trato más humano en la frontera. Y días después compruebas allí mismo que está expulsando a familias amenazadas de muerte por las maras, sin darles oportunidad de pedir asilo. Escuchas a Donald Trump burlarse de las mascarillas en plena pandemia de COVID-19. Y días después, en el centro conservador del país, un niño de apenas ocho años te llama cobarde a gritos por llevar una. No solo cubres un discurso político, también ves el efecto que esas palabras tienen en la calle. Para contar un país, hay que contar a sus ciudadanos: los que adoran y los que detestan a Trump, los que cruzan la frontera y los que quieren levantar el muro. Supremacistas blancos y familias negras que han perdido a los suyos a manos de policías blancos. Los que prosperan y los que no tienen dónde caerse muertos en el país más rico del mundo…
![Una mujer sonriente lee un libro en una sala de prensa con una bandera de Estados Unidos y un podio al fondo. Una mujer sonriente lee un libro en una sala de prensa con una bandera de Estados Unidos y un podio al fondo.](/filesedc/uploads/image/post/foto2_1200_800.webp)
-¿Cómo selecciona estas historias y descarta otras?
Intento hablar con los ciudadanos que inspiran las decisiones políticas y con los que las sufren. Para contar el muro en la frontera, he hablado con un miliciano que patrulla él mismo en busca de migrantes sin papeles, una de las personas que estaba pidiendo ese muro. Y he hablado también con un abuelo de Honduras que venía en busca de refugio, huyendo de una muerte segura, después de que las pandillas degollasen a su hijo, y se topó con ese muro. Para contar las guerras, he hablado con un veterano de Irak y Afganistán que se siente como un personaje de Shakespeare. Igual que Lady Macbeth, él tampoco consigue limpiarse la sangre de las manos. Y he hablado con uno de los cargos del gobierno de Bush que le ayudó a montar la cárcel de Guantánamo. Los protagonistas del libro me han ayudado a entender y contar el país: una madre que encontró a su hijo muerto sobre la cama por una sobredosis de fentanilo. Un padre al que llamaron del colegio para decirle que acababan de disparar al suyo con un fusil de asalto. Una mujer que asaltó el Capitolio. Una doctora que tiene que decir a sus pacientes que la ley ha cambiado y que ahora ya no pueden abortar. Cada uno pone cara a uno de los temas más candentes en estas elecciones. Ellos dan vida a este país de esclavos, migrantes, desamparados, adictos y veteranos de guerra. Este país del muro y los tiroteos, el país del culto y del rechazo a Donald Trump, el país de las contradicciones.
-¿Qué es lo que más le gusta y disgusta de ser corresponsal?
Este es un país inmenso. Para una periodista, es un lugar fascinante. Nunca se acaban las historias que contar. Cuando me ofrecieron venir a Washington, confieso que pensé: “¿No será un destino demasiado civilizado para mí?”. Hay quien dice que los periodistas de internacional somos de barro o de moqueta. Yo he trabajado las dos superficies, pero lo que me fascina de mi trabajo, el motivo por el que quise ser periodista, es meter los pies en un buen barro. Contar las revoluciones, conflictos y desastres. Cuando llegué a Estados Unidos, me di cuenta de que sabía del país mucho menos de lo que creía. Y de que hay muchas historias que contar más allá de la moqueta: la epidemia de los opioides, la desprotección social (aquí la gente evita ir al médico por miedo a la factura), la frontera, las armas de fuego. Pero todas esas historias que dan sentido a mi trabajo como periodista son también la cara más dura de este país. Como europea, aquí a veces es fácil sentir vértigo, si piensas, por ejemplo, que alguien puede entrar con un fusil en el colegio de tus hijos y ponerse a pegar tiros.
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