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CULTURA

Carmen Díez de Rivera, clave en la UCD y en la legalización del PCE, llega al teatro.

La política nació en 1942 de la relación entre Ramón Serrano Suñer y Sonsoles de Icaza.

Fue una figura clave durante la Transición Española, un período político en el que el papel de las mujeres en las instituciones gubernamentales era ínfimo. No obstante, la política madrileña Carmen Díez de Rivera  fue una pieza clave en aquella España tras el final de la Dictadura franquista. Una mujer brillante, con ansias de libertad y, para muchos, de “carácter autoritario”. Una mujer que vivió atormentada por un origen que escandalizó al franquismo y cuya figura es hoy el argumento de la obra de teatro ‘Carmen, nada de nadie’, escrita por Francisco M. Justo Tallón y Miguel Pérez García, la cual se estrenó este pasado 17 de enero en el Teatro Español de Madrid. 

La actriz canaria Mónica López  se ha puesto en la piel de la que fuera jefa de gabinete del expresidente del Gobierno Adolfo Suárez. Los también intérpretes Oriol Tarrasón quien se ha puesto en la piel del exlíder de UCD, Martín Maresca  quien encarna al rey Juan Carlos I  y la actriz Ana Fernández  en la piel de la marquesa de Sonsoles de Icaza y de León, marquesa de Llanzol.

Atormentada por su pasado familiar

Carmen Díez de Rivera y de Icaza nació en plena posguerra en el seno de una familia aristocrática. Sus padres eran Francisco de Paula Díez de Rivera y Casares, V Marqués de Llanzol y María Sonsoles de Icaza y de León,  una mujer extremadamente bella y  una de las musas de del diseñador CristóbalBalenciaga. Aunque en realidad, pronto descubriría que aquel hombre por el que había mostrado devoción desde su niñez no era en realidad su padre legítimo. A los 17 años, la aristócrata inició un romance junto a Ramón Serrano Polo,  hijo de Ramón Serrano Suñer, también conocido por el ‘cuñadísimo’, y Ramona Polo, hermana de Carmen Polo.

Tres personas en blanco y negro, una mujer con vestido elegante a la izquierda, una mujer con cabello suelto y camiseta en el centro, y un hombre con traje a la derecha.
La marquesa de Llanzol, Carmen Díez de Rivera y Ramón Serrano Suñer. | El Cierre Digital

Nada hacía presagiar que, al obtener la partida de nacimiento, la política descubriría que en realidad su prometido era su hermano y que ella fue fruto de un  affaireentre el ministro de Franco y la Marquesa de Llanzol. Aquel día Carmen Díez de Rivera fue consciente de que su vida había sido una mentira. El conocimiento de su origen ilegítimo derivó en diversos problemas de salud e incluso la llevó a entrar como  monja de clausura en un convento de las carmelitas localizado en el municipio abulense de Arenas De San Pedro. Su pasado la atormentaba.

La 'musa de la Transición' 

Tras permanecer una temporada junto a las carmelitas, la aristócrata  decidió marchar a Costa de Marfil como cooperante. Allí se reinventa y regresa para comenzar a estudiar en diversos medios de comunicación como la Revista de Occidente. Su atracción por la política la llevó a licenciarse, especializándose en Relaciones Internacionales. Era una estudiante brillante.

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Carmen Díez de Rivera, clave en la UCD y en la legalización del PCE, llega al teatro. | El Cierre Digital

Su belleza y su inteligencia cautivaba a la clase política masculina, que la consideraba una "pija progre"  y el escritor  Francisco Umbral la apodó como la 'Musa de la Transición'. Entabló una estrecha amistad con el rey Juan Carlos I, que hizo de intermediario para que entrara a trabajar con el líder de UCD Adolfo Suárez  durante su época como director de RTVE, al lado de quien se mantuvo hasta la muerte del general Francisco Franco. Su ambición política la convirtió en la primera mujer directora de gabinete de un gobierno y de su llegada a la Moncloa se recuerda la frase: “no quiero ni un papel sobre la mesa, aquí hemos venido a hacer política”. Dimitió en 1977, justo cuando Suarez se estaba preparando para participar en las elecciones como UCD, y se afilió al PSP (Partido Socialista Popular) que entonces lideraba Enrique Tierno Galván.

Su labor política dejó huella, destacando su implicación en la legalización del partido comunista que fue aplaudida en los corrillos. Todo ello se fraguó en enero de ese mismo año. Adolfo Suárez recibía el Premio de Español 1977 en Barcelona, la revista Tiempo y organizaba una cena para el evento en la que estaba presente gran parte de la sociedad civil y política de la época. Las conversaciones entre Carrillo y el político abulense aún no se habían iniciado.

A través de la escritora Rosa Regás, amiga de Carmen y cercana al PSUP, la aristócrata había sido avisada de que el líder comunista acudiría a esa cena. Aunque en un principio, Carmen se sentía reticente a entablar cualquier tipo de conversación con Santiago Carrillo, la complicidad entre ambos acabó siendo mutua y fue la hija de Ramón Serrano Suñer quien apostó finlamente por la pluralidad política y allanó el camino para la posterior legalización de la formación comunista en España.

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Carmen Díez de Rivera, clave en la UCD y en la legalización del PCE, llega al teatro. | El Cierre Digital

Eduardo Regás, fotógrafo de la ceremonia e hijo de la escritora, se encargó de inmortalizar la imagen de los dos que apareció en una de las portadas de 'Diario 16'. Y los medios de la época recogieron frases tan célebres como la que le espetó Díez de Rivera a Carrillo: “A ver si nos tomamos un Chinchón”, por no saber que decir contó luego ella, ya que la política de la UCD pensaba que decir un whisky sonaba mal, y el vodka mucho peor. 

Sus retiro de la política

A mediados de los ochenta volvió junto a Suárez presentándose en la lista de las europeas, obteniendo el escaño. Sin embargo, discrepancias políticas la hicieron abandonar, ingresando en el PSOE en 1989. Con la formación socialista se presentó como candidata a eurodiputada y obtuvo el escaño que renovó en 1994. Durante aquellos años vivió a caballo entre Madrid y la ciudad de Estrasburgo.  No obstante un diagnóstico lo truncaría todo puesto que dos años después, la política comenzó a luchar contra un cáncer de mama que le obligó a retirarse de la vida política.

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La política madrileña fijó su residencia en la isla balear de Menorca y fue allí donde pasó sus últimos años hasta que sufrió complicaciones derivadas de su enfermedad que le obligaron a ingresar en el hospital madrileño de San Rafael donde falleció el 29 de noviembre de 1999 a los 57 años de edad. La herencia de la política es amplia y han sido muchos los que han querido honrar su figura como Catalina Garrigues  quien la definió como “un personaje arrebatador, maravilloso, peculiar.[...]Su ser, su cuerpo, su alma están dedicados a una vocación intensa. La suya, de siempre, fue la de cambiar el mundo”. 

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