'El Brujo' vuelve a triunfar y borda la obra de 'El viaje del monstruo fiero'
Javier López-Galiacho, presidente de Amigos de los Teatros Históricos de España (AMIThE), trae la crónica de teatro.
Volvimos al Teatro Bellas Artes, ese templo del buen teatro, gestionado por Jesús Cimarro, para asistir al último montaje teatral de ese trovador de los escenarios, representante final de aquellos cómicos de la lengua, que es el cordobés de Lucena, Rafael Álvarez “El Brujo”. Desde 1986 que lo vi en el Auditorio Municipal de Albacete con su montaje mítico de El lazarillo de Tormes, con texto de Fernán Gómez, muy pocos montajes suyos nos hemos perdido.
Ahora toca El viaje del monstruo fiero y como no podía esperarse de otra forma, a teatro lleno de un público fiel que le sigue allá por donde vaya y con el repertorio que sea. Se trata de “El Brujo” y punto. Un fenómeno entre lo teatral y lo sociológico, digno de ser analizado, porque plantee lo que plantee, Rafael llena el teatro. Y su público, ese ilustre senado popular como lo llamaba Lope de Vega, lo admira y venera. Y el público pasa por taquilla para verle, pero también para oír qué le cuenta de nuevo. Porque Rafael es teatro, pero también un fiel notario y relator de la actualidad de su país.
Ahora nos llega Rafael “El Brujo” con su nuevo montaje de El viaje del monstruo fiero. Un monstruo que, en palabras del mismísimo Lope de Vega, no es sino el actor que desde tiempo inmemoriales se sube encima de una tarima para plantearnos algo, encarnando la pena, la alegría, la tristeza, la riqueza y todas esas contradicciones del ser humano.
Y este montaje de Rafael Álvarez no es sino un homenaje a sí mismo, a su viejo oficio de actor, cosido con textos habituales en otras obras que le hemos visto; versos y prosa que “El Brujo” desea compartir con su público para homenajear a su oficio. Un tributo a la función y a la vocación de ser actor. Una elevación al Partenón humano de aquellos farsantes, comediantes, faranduleros y recitantes, todos convocados por este actor que sigue emocionándonos y sin que, por otra parte, el paso de los años se le note.
'El viaje del monstruo fiero' en la piel de "El Brujo"
Durante una hora y media justa, “El Brujo”, bregado en mil lances de la profesión de actor, cosido a las cornadas de estar delante del público, aunque últimamente se arropa en el escenario con la compañía discreta del músico Javier Alejano, se envuelve en este “monstruo fiero” con la palabra hecha la plena prosa o la poesía vigorosa del propio Lope de Vega, Quevedo, Cervantes, Shakespeare, Calderón, Santa Teresa o San Juan, a los que invoca representando diversos pasajes que el público conoce o, al menos, le suena.
Pero “El Brujo” no sería él, ni tendría el éxito de que disfruta, si entre verso y verso, no introduce sus chascarrillos de actualidad con personajes y tipos de este tiempo. Por este su “monstruo fiero” pasan los Puigdemont, Esperanza Aguirre, Isabel Díaz Ayuso, Emiliano Page, Fernán Gómez, López Vázquez, Aznar y hasta los Cabify. Y los espectadores, que lo esperan, se doblan de risa, porque en este arte del monologo serio y elevado, “El Brujo” lo clava; es único.
Incluso Rafael, que está de vuelta de muchas cosas, se permite el lujo de pasar por la quilla a viejos críticos de teatro con los que ajusta cuentas muchos años después. Y, al confesarnos que ese crítico de su diana está jubilado y escribía en su día en El Mundo, uno recuerda a aquel magnífico escritor palentino, muy teatral y más taurino, y del mismo nombre del que esto les escribe. Hacia él van los dardos del actor de Lucena.
Por esta hora y media, de risas y emociones, “El Brujo” gira también los tornillos de la crítica política y sabe que juega con ventaja, pues el pueblo, que, en palabras de Lope de Vega, recordemos, es el ilustre senado, aplaude a rabiar cuando se mofa de indultos, amnistías o del nivel de nuestros políticos. Pues este “Brujo”, como un Merlín de las tablas, sabe parar, mandar y templar el texto literario, para detener la faena y meter sus chascarrillos sociales y políticos, enganchando al público. Y eso es un arte.
Por la palabra y la recitación de “El Brujo”, pasan en este viaje con el “monstruo fiero”, excelentes textos de la mejor literatura castellana, principalmente del Siglo de Oro español. Pero también como “El Brujo” sigue siendo mucho de Shakespeare, cuando necesita elevar el nivel, tira de emociones con las reflexiones de don William. Sobre todo, en la parte final de este montaje, donde Rafael se abraza enteramente al texto universal de Romeo y Julieta.
Y llegado este punto de la crónica, uno se pregunta cómo puede “El Brujo” sobrevivir más de 90 minutos en escena con un texto fijo, cogido solo con sus alfileres de memoria. También uno se cuestiona cómo puede Rafael Álvarez hacer una tarde en Soria su versión de “El Lazarillo” y la noche siguiente, en Logroño, Autobiografía de un yogui. Acaso alguien entiende que este genio, con más de 70 años, pase una noche de Dos tablas y una pasión a representar al día siguiente El alma de Valle Inclán y además sin pestañear. Ahora mismo, “El Brujo” tiene en cartel ni más ni menos que siete montajes.
El secreto de "El Brujo"
El secreto de “El Brujo” es como el de la “Coca-Cola”. Solo él lo sabe. Si acaso alguien lo conoce son Javier Alejano, que lo acompaña estos años, o sus fieles Herminia y Oscar, ese técnico de luces que, según Rafael, “estudió en los jesuitas y va por libre”. Es Rafael un verso suelto en el panorama teatral español. Un tipo de cuerpo enjuto, enfundados sus pies en unas zapatillas ergonómicas, con fisonomía entre Einstein y Eduard Punset, con una asombrosa capacidad gestual, quien encarna toda la sangre picara y parlanchina de España.
Un contador de historias pasadas traídas como un chamán a la actualidad. Un actor que domina el ritmo prodigioso de voz, gesto y movimiento. Absolutamente necesarios en el teatro. Y ahí radica el éxito. Saber contar con gracia. Conocer el ritmo necesario del escenario. Pues tantos otros, si lo intentaran, se pegarían un patinazo mental y de público.
Además, por mucho que nos haga parecer que está un tanto para allá más que para acá, por mucho que nos diga en mitad de su tormenta dialéctica eso de que “hoy estad tranquilos que estoy bien”, “El Brujo” se cuida y está en plena forma.
Además, como dice Pino, mi mujer, fiel seguidora de Rafael “El Brujo”, el de Lucena está conectado con Dios. Su verdad reside en donde hace el planteamiento escénico y desde donde lo representa. No es ego; es Verdad.
Hace escasas semanas, “El Brujo” triunfaba en el mismo escenario del Bellas Artes de Jesús Cimarro con otro montaje, Los Dioses y Dios, que ya comentamos en este diario digital. Y ahora, Rafael nos plantea El viaje del monstruo fiero, ese trayecto vital de ser actor.
Lope de Vega, en una loa de 1607, planteaba al "ilustre senado" que es el público, el siguiente enigma: “¿Cuál es aquel monstruo fiero que nació de nobles padres y parió una madre sola y de muchas madres nace?”. Y la respuesta está clara, no es otro que el actor. Como este inmenso “El Brujo” al que su madre lo parió actor y así morirá.
Pasen y vean en directo, en el Bellas Artes, la función de este nómada actor, último representante del viejo oficio del cómico de la lengua, variante ibérica de aquella comedia all´improviso italiana. Es Rafael Álvarez “El Brujo”. Desnudo de escena, palabra pura y luz que encandila.
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