Alicia Alonso recibe el último adiós en el Gran Teatro García Lorca de La Habana.
Alicia Alonso, símbolo de superación y de la Cuba de Castro, fue despedida en el Gran Teatro García Lorca.
Alicia Ernestina de la Caridad Martínez del Hoyo, su nombre original, nacida el 21 de diciembre de 1920, en La Habana, hija de padres españoles, fue la menor de cuatro hermanos y dio sus primeros pasos en el terreno del baile a la edad de nueve años. Con una definida vocación por la danza, sus estudios de ballet comenzaron en la escuela de la Sociedad Pro-Arte Musical, de la mano del profesor Nikolai Yavorsky.
Pronto la niña se rebeló como una bailarina excelente y con apenas 11 años se subió por primera vez a un escenario interpretando un papel en La bella durmiente de Tchaikovsky. Para Alicia Alonso supuso una revelación encontrarse en un teatro bailando. “Todo era yo, no veía nada. Todo lo sentía como una parte de mí: la música, la respiración del público, el resto de bailarines…” comentó en una entrevista sobre su debut.
Al final de la década, en 1938, su progresión había sido tal que obtuvo una beca para estudiar en Estados Unidos. La joven cubana no viajó sola. Ya le acompañaba Fernando Alonso, su marido del que tomaría el apellido para presentarse profesionalmente.
En 1940 se unió a la compañía American Ballet Theatre en Nueva York participando en ballets modernos como Great Lady o Stars in your eyes. Fue en 1943 cuando encontró el personaje de su vida, que siempre irá unido a su recuerdo, el de Giselle. Para la crítica la cubana interpretó como nadie la historia de una campesina que resulta engañada.
En la década de los 40 entró en contacto con algunas de las personalidades que renovaron la danza del siglo XX como Anthony Tudor o Agnes de Mille. En América la danza se estaba fusionando con nuevas formas de entender la misma, subiendo los ritmos del pueblo a escena, en mezcla con las creaciones más clásicas.
Alicia Alonso - Giselle
En una Europa recién salida de la II Guerra Mundial el mundo del ballet seguía anclado en otras épocas. Alonso fue reclamada por el Ballet Ruso de Montecarlo para sorprender al viejo continente. En dicha compañía tuvo como pareja a otro gran bailarín del pasado siglo, Igor Yushkévich.
Símbolo cultural de la Cuba de Fidel Castro
En 1948 volvió a su país para montar su propia compañía, el Ballet Alicia Alonso, con la ayuda de su marido Fernando y su cuñado Alberto. Era la primera compañía de este tipo en la isla, donde no había tradición de este tipo de compañías. Durante años, Alicia siguió colaborando puntualmente con el American Ballet Theatre.
En 1957 se convirtió en la primera prima ballerinna en cruzar el ‘telón de acero’ para actuar en la Unión Soviética. Actúo con Ballet del teatro Bolshoi de Moscú y el Kirov, en Leningrado, hoy San Petersburgo. Volvió un año después. En esta visita quedó deslumbrada por cómo el régimen comunista apoyaba la música clásica y la danza. En 1959 con el triunfo de la revolución de Fidel Castro, Alicia pronto se mostró a favor de los cambios políticos y recibió apoyo gubernamental.
La política cultural del nuevo régimen se miró en la cultura soviética y Castro decidió apoyar la danza y la música. Alicia Alonso se puso al frente del Ballet Nacional de Cuba. El dictador, sabedor de que la cultura iba más allá que la política, entendía que las giras mundiales de la compañía estatal vendían un país progresista que apoyaba la creación artística y que esto tapaba los aspectos más crudos de su régimen.
Durante años, Alicia Alonso y el BNC viajaron por los cinco continentes y tuvo éxitos históricos en lugares como tan míticos como la Ópera de París o el Royal Alberto Hall de Londres.
A principios de la década de los setenta, Alicia Alonso sufrió un agresivo desprendimiento de retina. Desde la infancia había padecido problemas de visión en el ojo izquierdo, pero fue con el desprendimiento cuando casi pierde la visión del todo. En tres ocasiones llegó a pasar por quirófano para intentar paliar su defecto.
Superando los problemas de visión
En 1974, a pesar de sus problemas, consiguió volver a subirse a un escenario. Fue con su clásica Giselle. En un ejemplo de superación y capacidad de adaptación la genial bailarina recurrió a trucos que la acompañarían para siempre como contar los pasos entre el fondo de la escena y el foso o guiarse por potentes puntos de luz. “Aprendí a bailar con el cerebro y no con la vista” declaró en alguna ocasión.
Alicia Alonso Cisne Negro
Su despedida de la danza fue el 29 de noviembre de 1995 en Italia. Se despidió sin avisar. Todo el público que asistió a esa representación se sorprendió cuando al final de la misma advirtió que era la última vez que bailaba. Sin embargo, siguió dirigiendo el BNC y al inicio y final de capa representación aparecía en escena para saludar dada su popularidad. Desde enero de 2018 contaba con el apoyo, como subdirectora, de la bailarina Viengsay Valdés pero seguía primando el criterio de Alonso.
Entre los numerosos galardones y reconocimientos que Alonso recibió en Cuba constan la Orden Félix Varela del Consejo de Estado, los títulos Honoris Causa de la Universidad de La Habana y el Instituto Superior de Arte y fue proclamada Heroína nacional de Trabajo.
A ellos se sumaron distinciones internacionales como el premio “Anna Pávlova” de la Universidad de la Danza de París, el cargo de Embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO, la condecoración francesa de Oficial de la Legión de Honor y la Encomienda de la Orden Isabel la Católica, otorgada por el Rey de España Juan Carlos I.
Con España tuvo muchos vínculos al ser hija de españoles llegando a actuar varias veces en escenarios del país. Muchos bailarines mostraron siempre su admiración por la cubana. El más destacado fue Antonio Gades con quien compartió escenario en varias ocasiones. Tan estrecha fue su relación que Alicia Alonso fue la madrina de su boda con Pepa Flores (Marisol) celebrada en La Habana, ejerciendo de padrino Fidel Castro.
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