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Dos hombres están de pie en una calle, uno de ellos sostiene un cómic mientras el otro mira hacia la cámara.
CULTURA

Alfredo Puig, el jornalero del celuloide, ha fallecido.

Alfredo Puig, una enciclopedia del cine, regentaba la única tienda 'Gilda', llena de carteles, revistas y cromos.

Este fin de semana, concretamente el sábado, fallecía víctima de un infarto a los 65 años el vendedor de coleccionismo de cine e impulsor del mercadillo de Malasaña, Alfredo Puig. Convivía con el séptimo arte desde hacía 35 años.

Con su muerte, deja viuda a 'Gilda', la última tienda donde los amantes del séptimo arte podían comprar programas de mano originales de películas de hace décadas, guías de estreno de películas, fotos de rodajes, libros o incluso claquetas. También álbumes de cromos, revistas y postales de época de Marlon Brando, uno de sus actores preferidos. Puig afirmaba que contaba con más de 20.000 referencias en su local. Gilda era la última referencia para los amantes del cine en el barrio. El nombre del establecimiento, 'Gilda', rememora uno de los filmes más polémicos de la historia del cine.

Con la muerte de Puig desparece un mítico punto de reunión para los aficionados al séptimo arte. Este apasionado del cine, hace ya muchas décadas, abrió local en el número 16 de la calle de la Palma, en el madrileño barrio de Malasaña.

Un mercado al aire libre con varios carteles colgados y personas conversando frente a mesas con artículos en venta.
Alfredo Puig en su puesto del mercadillo de Malasaña. | El Cierre Digital

Lentamente, el negocio alrededor de aquellas películas míticas se fue apagando. En la capital de España había varios locales dedicados a este tipo de coleccionismo, que lentamente agonizaba. Cerró Cinemaspop en 2018. En la calle Bailén estaba Casablanca, pero bajó la persiana cuando los dueños se jubilaron. Solo queda en Barcelona la mítica tienda Groucho y yo, la ultima donde los mates del celuloide pueden comprar artículos del cine del siglo pasado para el recuerdo.

La pasión de Alfredo Puig por el cine le nació desde muy pequeño e hizo de ella una profesión. El gusanillo por el séptimo arte le entró gracias a sus padres, con los que compartía sesión continua los jueves, y con la que empezó a atesorar carátulas o pósteres que al principio eran objetos fetiche y que se acabaron convirtiendo en su modo de vida.

Puig fue el principal impulsor y organizador del Mercado del Coleccionismo del Dos de Mayo, cuando hace dos décadas empezó a trasladar su material a la principal plaza de su barrio todos los jueves, viernes y sábados. Multitud de curiosos, seguidores de estrellas de cine del pasado o incluso los propios directores de las películas de sus materiales se acercaban para charlar un rato sobre el mundo del celuloide con el que estaba considerado como una enciclopedia andante del cine. Y los domingos se desplazaba al Rastro para seguir vendiendo objetos de cine.

En la plaza del Dos de Mayo, Alfredo colgaba los carteles de películas míticas con pinzas, una práctica que se convirtió en seña de identidad. Puig, además de  vender objetos de cine, era un gran coleccionista.

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