Adiós a Paquita Rocamora, la rejoneadora pionera que debutó en el toreo con 12 años
En 2020, la valenciana concedía una entrevista a 'elcierredigital.com' con la que ahora la recordamos
El mundo del toreo despide a la rejoneadora Francisca Rocamora Andreu, más conocida como 'Paquita Rocamora', que ha fallecido este viernes a la edad de 84 años en su Valencia natal. Pionera del toreo a caballo, empezó a montar con seis años y con solo 12 debutó el 2 de septiembre de 1952 en el coso taurino de Almansa (Albacete), falsificando la documentación para poder participar.
Rocamora se inició como profesional en 1959 y un par de años más tarde ya actuaba conjuntamente con otras mujeres toreras como Amelia Gabor, Amina Asís y Gina María en varios festejos. Su presentación tuvo lugar en la Monumental de Las Ventas el13 de octubre de 1968. Compartía cartel con Francisco Mancebo, Curro Bedoya, Lolita Muñoz y Antoñita Linares.
En su despedida, rescatamos la entrevista que concedió a José Ignacio Herce para elcierredigital.com en el año 2020. La vida de esta valenciana, ligada al toreo incluso después de su retirada en la temporada de 1976, guarda una historia dura, casi novelesca, llena de percances taurinos y no taurinos, de envidias, apoderados estafadores, sabotajes…
- Doña Paquita, ¿se podía rejonear con 12 años?
- Que va, me hicieron una documentación en la que ponía que tenía 16…debuté con un taconcito pequeñito y calcetines. (Ríe)
- ¿Cómo fueron esos comienzos?
- Mi papá era muy aficionado y amigo del empresario de la plaza de toros de Valencia y cuando me llevaba por allí yo no paraba de decirle “papá, quiero montar” …y fue tanta mi insistencia que al final acabó haciéndolo y el empresario viendo como montaba le recomendó que me llevara a la escuela de equitación que había en Valencia. Un día me llevó a Requena donde rejoneaba Conchita Cintrón precisamente en su despedida de España y después de verla le dije a mi padre, “Papá, lo que hace esa señorita lo hago yo” y a los 12 años me puse en manos de un apoderado que me arregló la documentación y el 2 de septiembre de 1952 debuté con un caballito que me había regalado mi papá y otro alquilado.
- Cuénteme algo sobre sus caballos.
- Comencé como te digo con el caballito que me regaló mi papá y otros que alquilaba por 250 pesetas por corrida, alguno venía de los coches de caballos, otro era de picar… y los iba alternando. Así estuve un año hasta que pude conseguir uno buenecito que costaba 4.000 pesetas de la época que no teníamos y que nos facilitó el que era entonces mi primer banderillero. Era un caballo de 29 años que había picado toda la campaña del Litri y que se llamaba Sultán. Ese fue el que me enseñó…porque yo era solo pasar y clavar no había visto un toro de frente en mi vida, (Ríe) tan solo alguna vaquilla. Fíjate que yo aprendí sola sobre un taburete que me volcaba, clavaba allí y hacía como que clavaba y…esa fue mi enseñanza.
Después de Sultán vinieron los primeros caballos que pagaba a plazos con cada corrida y que me costaba cada uno 15 o 16.000 pesetas. Eran caballos resabiados que me hacían darme unas palizas terribles para dominarlos y que me tuvieran más miedo a mí que al toro…(Ríe) Fue muy duro, porque algunos me duraban dos o tres corridas, otros se negaban a entrar a la plaza al segundo día…ya te digo que fue muy duro y hasta 1930 más o menos no tuve una cuadra de caballos buena para mí, que ójala fueran como los de ahora….¡Madre mía, lo que daría yo montar un caballo de los que hay ahora,…!, ¡daría lo que fuera por hacerlo!, ¡no me importaría vender mi alma al diablo con tal de torear! Y soy católica practicante (Ríe).
- ¿Fue muy duro torear en esas condiciones?
- Mucho, yo he toreado con las costillas rotas, las cervicales hechas polvo, con una pierna rota, con el brazo escayolado…jamás en toda mi vida he perdido una corrida, estuviera como estuviese.
- ¿Cuántas veces habrá salido a la plaza Doña Paquita?
- Ufff, más de ochocientas y mil cien toros en mis veinticinco años de profesión.
- ¿Cómo le fue con los apoderados?
- Esa es una triste historia, mis cuatro primeros apoderados me robaron todo, trabajaba para ellos, fíjate que en 1963, con 23 años, me fui a Sevilla con dos caballos acompañada de mi mamá con 35.000 pesetas de entonces, que era un dinero, compré caballos, toreé cuarenta corridas y conseguí estar la segunda en la clasificación y logré pagar los caballos, el coche…y aún calculé que me quedaba un millón de pesetas pero, cuando fui a ajustar cuentas con mi apoderado resultó que ¡¡se los debía yo a él!!, me quitaron los caballos…todo y al día siguiente no teníamos ni para comer y me tuvo que mandar dinero mi padre para sobrevivir y volver a empezar de nuevo……Tuve otro representante que me quitaba el dinero a mí para dárselo a otra compañera a la que a su vez le robo todo lo que gano toreando durante 17 años…..en fin y así podría seguir.
- Y ¿cómo logra salir una mujer con 23 años y en aquella época de esa situación?
- Pues mira, me decían que me volviera a Valencia, a mi casa…y yo les decía “Salí de Valencia con caballos y dinero y solo volveré a Valencia con lo mismo, caballos y dinero”, jamás volvería a mi tierra arruinada…y así lo hice, volví a torear y cuando acabó la temporada pude volver a Valencia que era mi sitio. Y entonces cogí un apoderado que no sabía nada de toros, que no había visto una corrida en su vida y que se tuvo que aprender el reglamento…pero que me ayudó muchísimo, hacía de todo…bueno fíjate si me ayudó que al final me casé con él (Ríe). La única persona honrada que se ha cruzado en mi camino.
Retirada por amor
- Usted suele decir que se retiró por amor.
- Sí verás, él sufría muchísimo viéndome torear e incluso llegó a tener un amago de infarto y claro si no me sacaba corridas, a parte de mis sentimientos que yo nunca demostraba, pues no podía torear y lo que no quería era caer en otras manos, así que con 37 años lo dejé…Además 1.976 fue un año muy malo, murieron mis padres, me rompí el brazo y acabé con una gran depresión y claro, en esa situación me podía matar un toro en cualquier momento, por eso no me dejó torear y lo acabé dejando definitivamente.
- ¿Nunca pensó en torear a pie?
- Claro, si hubiera sido hombre habría sido torero, sin duda. Además, decían que toreaba muy bien a pie, de hecho, cuando toreaba en Francia o aquí levantada la prohibición, si yo no mataba el toro con el rejón de muerte, me bajaba y lo descabellaba yo. O sea que sí, toreaba a pie y me gustaba mucho…
- ¿A quién admiraba como torero?
- A D. Antonio Bienvenida y a D. Antonio Ordoñez. Jamás olvidaré una corrida con los tres Bienvenida en la que D. Antonio vino a verme y me dijo “Señorita, buenas tardes y mucha suerte”, lo más emocionante que me había ocurrido en mi vida por la admiración tan grande que le tenía. (Se le saltan las lágrimas).
- Y dentro de las rejoneadoras actuales, ¿a quién admira?
- Yo veo muchos videos de rejoneadoras, pero la que más me gusta es Lea Vicens, es extraordinaria, da gusto verla con el amor que lo hace, la colocación de la mano, cómo lleva las riendas, cómo lleva a sus caballos…pequeños detalles que los que entendemos sabemos valorar. Pero también hay que reconocer que tenemos muy buenos caballos y muy buenos jinetes.
- Ha sufrido muchos percances, cogidas… ¿Recuerda alguna en especial?
- Con 15 y 16 años he toreado toros con 6 y 7 años y con más de seiscientos kilos y en plaza portátil…y sigo aquí, aunque uno en Belvís de la Jara me dio una paliza que no sé cómo no me mató, me rompió tres costillas, la pierna, me deformó la cara. Aunque yo sabía ya que iba a torear ganado grande y viejo, no fue un engaño. Había llovido, pero no se suspendió la corrida y ya cuando hacía el paseíllo y en la exhibición el caballo se resbalaba y ¿qué paso? pues que en cuanto salió el toro, se quedó en el centro me vio, me controló y en la primera arrancada el caballo perdió las manos, dio la voltereta por encima de mi cuerpo, me cogió y no había forma humana que me lo pudiera quitar de encima…me dio una paliza enorme que me hizo hasta perder el conhocimiento. Como curiosidad te diré que el empresario después me preguntó ¿Qué, que la ha parecido? Y yo le pregunte a él, ¿Estará usted a gusto, ¿no?” porque no vea lo que me ha hecho…(Ríe).
- ¿Qué sentía cuando se ponía en la puerta de arrastre?
- (Se emociona) Ahí yo me transformaba, era la mujer más feliz del mundo…No me habría cambiado por nadie (se le rompe la voz de emoción) Un día mi marido me preguntó, si volvieras a nacer ¿Qué serias?, mi respuesta fue clara y rotunda, rejoneadora, así naciera mil veces.
- ¿Qué diferencia hay entre los caballos de antes y los de ahora?
- Muchísima, los caballos de ahora ya lo llevan en la sangre, en su genética…yo tenía que torear con caballos resabiados que ya iban al matadero y me costó darme muchas palizas para domarlos y que, como te dije, me tuvieran más miedo a mí que al toro. También tuve alguno que se comía al toro, pero eso era porque le nacía, porque se ve el caballo torero a la primera.
- ¿Qué les pedía a sus caballos?
- Nobleza y que se compenetraran conmigo.
- ¿Muchas desventuras?
- Sí, por desgracia, me han envenenado los caballos más de una vez, ir a torear y encontrarme el caballo entre retortijones y morirse al rato, caballos que se cayeron del camión al bajarlos antes de la corrida, cuando me quité del toreo monté una escuela de equitación y me envenenaron a mis caballos, no a los de los clientes…en fin mi vida ha sido un tobogán. Fíjate que de tantos golpes y para soportar los dolores, me recetaron morfina durante 14 años, pero en tal cantidad que tuve que ingresarme voluntariamente para desintoxicarme y hoy en día aún necesito los parches, aunque ya en las dosis justas claro. Me quemaron la casa…Siempre me persiguió la envidia, de hecho, en una ocasión me “diagnosticaron” un terrible” mal de ojo” …no te digo más.
- ¿Qué tal con toreros?
- Jamás ningún problema, siempre me respetaron. De hecho, pretendían que como señorita eligiera primero y siempre me negué, allí éramos todos iguales. Los problemas los tenía con las de mi sexo.
- ¿Qué es para usted el caballo?
- (Suspira profundamente) El amor de mi vida, mi otra mitad, el caballo y el toro.
- ¿Se arrepiente de algo?
- De nada, he sufrido mucho, he padecido muchos golpes, fracturas, desdichas…pero no lo cambiaría por nada del mundo, eso sí, lo único que me hace sufrir es que el mundo de toro es muy desagradecido, si triunfas tienes a todo el mundo a tu alrededor, pero como la cosa no vaya bien, te quedas sola en la habitación. Hay demasiados intereses que no respetan nada.
- Paquita, ¿usted tiene alguna idea para paliar de alguna manera el desastre que se avecina en las ganaderías con el sacrificio de toros?
- Sí, todos sabemos que los toros para las corridas tienen una edad, pero lo que es una verdadera ruina es llevarlos al matadero y yo tengo una idea que, seguro que, si la dijera un hombre, a lo mejor tendría más repercusión porque no nos engañemos, en este mundo del toro aún impera cierto machismo. Mira yo no doy un consejo si no lo he experimentado antes y te digo que el toro tiene una dignidad y merece morir para lo que ha nacido, en la plaza y aunque ahora no se puedan torear los de más de cinco años, deberían dejarlos para los rejoneadores, que hay muchos y, además, hay que tener en cuenta que al público le gusta mucho el caballo. De esa manera se podrían torear la próxima temporada …pero para eso tenemos que arrimar todos los hombros. Si yo no tuviera esta edad, sería la primera que iría al empresario y le diría, “Usted organice su plaza que yo se los toreo”. Si tanto queremos la fiesta pues todos tenemos que poner de nuestra parte. ¡Pero si no lo vamos a coger en brazos…! (Ríe).
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