41 años de la muerte del actor Paco Martínez Soria, el obrero que hizo reír a Franco
El intérprete zaragozano falleció el 26 de febrero de 1982 a los 79 años víctima de una angina de pecho
“La elegancia involuntaria de Martínez Soria fue sintonizar perfectamente con los desvelos de la España de la posguerra. Vivió en la Gràcia rumbera, tuvo el carnet de la CNT y representó a Shakespeare y Molière. El rústico que miraba los muslos de las suecas programaba en su teatro- el Talía que compró en 1960- La Casa de Bernarda Alba, con Ismael Merlo haciendo de Bernarda. Era un maniático del orden y la dicción, escrupuloso con las deudas. Un hombre de pocas palabras, muy serio, muy aragonés”.
Con estas palabras habla la escritora catalana Marta de Riezu del actor zaragozano Paco Martínez Soria en su novela ‘Agua y Jabón’. El intérprete ha pasado a la historia como uno de los rostros cinematográficos que forma parte de la cultura humorística nacional y cuya cómica ha conectado con del público sin importar las generaciones que hayan pasado.
El 26 de febrero de 1982 el protagonista de ‘La ciudad no es para mí’ fallecía a los 79 años víctima de una angina de pecho. Martínez Soria se encontraba en una habitación del Hotel Colón preparando la obra ¡Guárdame el secreto, Lucas!. Dos días después de su fallecimiento, fue enterrado en el cementerio de Cabrera del Mar, localidad donde residía junto a su esposa Consuelo Ramos quien murió seis años después. El matrimonio dejó cuatro hijos: Consuelo, Natividad, Eugenia y Francisco, monje del Monasterio del Poblet quien falleció el pasado mes de enero.
El rey de la comedia de posguerra
Nacido en 1902 en el municipio zaragozano de Tarazona donde junto a su familia tuvo que hacer frente a las penurias de la época. Su padre, Luis Martínez Casabona regentaba una ferretería que finalmente quebró y tras aprobar las oposiciones para Policía logró una plaza en la Ciudad Condal. Hasta Barcelona se desplazó junto a su familia.
Fue en la ciudad catalana donde despertó a la afición por el arte de la interpretación y en el Barrio de Gràcia comenzó a juntarse con chavales de su edad para representar obras de la época a otros jóvenes a los que cobraban en ‘cromos’. Con esa picaresca sútil que le caracterizaba fue entrometiéndose cada vez más en el mundillo y de hecho se afilió al sindicato anarquista CNT que por aquel entonces tenía el control de la industria del cine.
El zaragozano comenzó con el cargo de apuntador y paulatinamente conseguía papeles cómicos. Fue en una de esas representaciones donde conoció a la mujer que se convertiría en su esposa y madre de sus cuatro hijos Consuelo Ramos. El matrimonio fijó su residencia en Barcelona y fue allí donde asistieron al estallido de la Guerra Civil, un hecho que obligó al actor zaragozano a trabajar en la empresa de maquinaria Faust & Kammann, aunque quedó en el paro poco tiempo después.
Con el fin de mantener a su familia, el intérprete aceptaba papeles en películas de bajo presupuesto producidas por el director de cine Ignacio F. Iquino –como Paquete, el fotógrafo público número uno en la que Martínez Soria defendió el rol protagonista. A principios de la década de los cuarenta, fundó su propia compañía instalándose en el Teatro Fontalba de Madrid e incluso fue titular del Teatro de la Zarzuela, junto a María Francés y Ricardo Fuentes. Inició entonces un repertorio de obras cómicas que empezó con Tu mujer no es cosa mía, de Iquino y Prades.
A lo largo de la década Martínez Soria recorrió España junto a su compañía y representaban comedias que en un principio no gozaban de mucho público. “Cuando comencé, para ganarme al público, hice muchas concesiones; exageraba los gestos hasta llegar a la caricatura; después comprendí que bastaba la naturalidad”, afirmó el intérprete en una ocasión.
Su aventura empresarial en el ámbito teatral resultó más dura de lo esperada ya que España se encontraba en plena posguerra y tanto el hambre como la miseria estaban a la orden del día. No obstante, su tesón provocó que los espectadores fueran conociendo la compañía que tanto trabajo le había costado sacar adelante. Fueron años complicados aunque también satisfactorios. En 1945 Martínez Soria era uno de los actores cómicos más aclamados de la industria cinematográfica nacional.
El obrero que hizo reír a Franco
Durante la década de los sesenta España vivía la segunda etapa del Régimen Franquista o más conocida como franquismo desarrollista en el que la cultura fue uno de los sectores más explotados por el régimen aunque sujeta a la censura impuesta. El actor Paco Martínez Soria fue uno de los muchos actores más relevantes de la generación junto compañeros como Jose Luis López Vázquez, Alfredo Landa, Isabel Garcés, Rafaela Aparicio, José Sacristán o Gracita Morales.
A los 63 años protagonizó ‘La Ciudad no es para mí’ la cinta dirigida por Pedro Lazaga que le convirtió en todo un ídolo de masas para el público quien se vió bastante reflejado con Agustín Valverde, un hombre rural que viaja para visitar a su hijo quien ejerce como médico en la capital española. Aquella película abordó la figura del ‘españolito medio’ que se desplazaba desde el pueblo a las grandes ciudades.
Además de aquella película,’Don Paco’ encabezó el cartel de algunos de los éxitos cinematográficos de la época como ‘¿Qué hacemos con los hijos?’, ‘Abuelo Made in Spain’, ‘El alegre divorciado’, ‘Don erre que erre’ , ‘Estoy hecho un chaval’ o ‘El turismo es un gran invento’, película que reflejó el boom turístico de la España aperturista donde junto a López Vázquez se quedaba prendado de las mujeres suecas que acostumbraban a disfrutar del sol en el Mediterráneo.
A pesar de que los papeles que interpretaba eran mayoritariamente ligados a la comedia y con los que Francisco Franco se reía a carcajadas, el intérprete sostuvo días antes de morir que sus personajes “no tenían nada que ver con él”. Ellos hacen reír” y el tenía un "genio muy serio”. El actor alcanzó el éxito y la popularidad de la cual renegaba. Los que le conocían afirmaban que era un hombre bastante austero aunque trabajador nato.
Martinez Soria ha pasado a la posteridad como una de las figuras clave del cine patrio y del imaginario colectivo español pues los espectadores siguen admirando a aquel actor que se ponía en la piel del abuelo bonachón que en una ocasión llegó a conquistar la capital española con boina y cesta de mimbre.
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