23 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

El abogado Alberto García Cebrián explica para 'Elcierredigital.com' que una mala gestión económica puede desencadenar una ruptura de pareja

Vivir por encima de nuestras posibilidades aumenta el riesgo de divorcio en España

Una mala gestión económica puede desencadenar un divorcio.
Una mala gestión económica puede desencadenar un divorcio.
Vivir por encima de nuestras posibilidades aumenta el riesgo de que nuestro matrimonio acabe en divorcio. Lo explica para elcierredigital.com el abogado Alberto García Cebrián, que aclara que una mala gestión económica puede desencadenar una ruptura. El letrado señala que un matrimonio realista y basado en valores correctos refuerza la familia y evita divorcios, especialmente aquellos que resultan más tormentosos.

Utilizamos las tarjetas de crédito como medio de consumo ordinario en vez de adaptar nuestros gastos a nuestras posibilidades. Al vivir tan al día se entra en un estado de estrés consumista en el que si algo nos descuadra nos vemos obligados a ajustar la prioridad de nuestras necesidades. Si no compartimos nuestra vida el  problema se minimiza pero si la compartimos, surgen grandes complicaciones.

Francamente, nos preocupa no poder mantener el nivel de vida que sentimos que necesitamos o que nos merecemos pero el esfuerzo de mantenerlo es una tarea dominante que muy pocas veces merece la pena. Es cierta aquella expresión de que cuando el dinero sale por la puerta el amor sale por la ventana.

Mientras que todo va bien, los matrimonios tienen una satisfacción material que hace que les guste su vida o al menos les sea más llevadera, pero cuando hay que ajustarse el cinturón, como la esencia de la relación no es la adecuada, surgen graves conflictos.

La esencia de una relación tiene que ser el amor y la confianza entre los miembros de la pareja para quererse en las duras y en las maduras. Es mucho más fácil permanecer unidos cuando las cosas van bien, es más, nos hace feliz compartirlas con nuestra pareja, pero lo que se espera de un matrimonio firme es que en circunstancias menos favorables ambos aporten para tratar de llevarlo lo mejor posible.

En realidad, podemos ser felices sin aquello a lo que dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo y preocupaciones. Nos dedicamos poco tiempo a nosotros mismos y a nuestra familia y menos aún a nuestra pareja y a la relación de pareja en sí misma. Hablar para entender cómo se siente la otra persona, opinar, compartir, tomar decisiones buscando el beneficio común, son prácticas para mantener una relación saludable.

Cuando tenemos un matrimonio infeliz solemos tener recuerdos dulces a los que nos aferramos, pues nos dan paz y tranquilidad y nos hacen sentir bien, y esos momentos pueden ser los más sencillos: unas palabras, un paseo, una canción o un beso.

Estamos obsesionados por tener dinero para mantener cosas materiales que en su gran mayoría no necesitamos ni nos satisfacen y nos hacen descuidar lo que ya tenemos y es más valioso, como una familia feliz.

Antiguamente, padres y abuelos nos contaban historias que, por desgracia, no solemos interiorizar y en las que familias se criaban felices. En muchos casos hacinados, no había agua ni luz, los abuelos vivían en casa y eran respetados y queridos sin ningún tipo de interés. Incluso se llegó a pasar hambre, penurias y necesidades y lo deseable es que los que hemos tenido la suerte de no vivir esa situación no necesitáramos pasar por esas carencias para valorar lo que tenemos por nosotros mismos. Antes había otro sentimiento y valor de familia unida que tenemos que ir recuperando poco a poco.

Las generaciones actuales no valoran tanto el esfuerzo. 

Una parte de las generaciones actuales no valoran tanto el esfuerzo que cuesta tener las cosas que queremos porque muchos jóvenes se han criado entre algodones teniéndolo todo resuelto. En definitiva, nos hemos pasado de rosca, de un extremo a otro. Se quiere todo en el momento, condicionados por unos padres que quieren desquitarse de las dificultades que han podido pasar ellos dándoles una vida fácil a sus hijos y, en ocasiones, hacen que no se desarrollen actitudes de superación necesarias, llegando a formar personas que no alcanzan roles de utilidad para sí mismos ni para la sociedad, que ni estudian ni trabajan, al sentir que tienen la vida resuelta o por no haberles incentivado a ello. Eso sí, generalmente, sí han aprehendido la necesidad consumista, lo que constituye una verdadera combinación destinada a acabar mal.

Debemos volver a ser un poco más humildes y ser capaces de sentir la felicidad con un móvil que no sea de última generación o de una marca determinada, o unas zapatillas o un coche o casa básica, pues tal vez sea suficiente y con el coste de tiempo o dinero que nos ahorramos podemos cubrir otra necesidad más importante.

Es un verdadero despropósito que haya familias en riesgo de exclusión social que sufren día a día para atender los gastos más básicos y que la sociedad nos esté empujando a gastar por encima de lo que necesitamos, pues esa situación nos está llevando a la creación de personas con trabajo, pero con mala administración y organización, que están al borde de la pobreza y vulnerabilidad social creando familias con pautas inadecuadas.

Al incitarnos al consumismo nos empujan a adoptar una mala administración económica familiar y personal que puede llevar a conducirnos no solo a la exclusión sino también a generar conflictos dentro de la pareja que acaben con ella.

No debería ser normal pedir un préstamo para ir de vacaciones a un sitio de lujo, para tener un coche nuevo de grandes prestaciones que no necesitamos o hipotecarnos media vida con un compromiso de pago de más de la mitad de nuestro sueldo por querer mantener un estatus. En general, no podemos cambiar de coche tanto como la gente lo hace de no existir una necesidad real para ello. No podemos salir tanto a comer fuera y acostumbrarnos a necesitar cierto nivel de vida. Pagamos gimnasio, plaza de garaje, ordenadores, móvil y televisiones de última generación, ropa de marca, etc.

No tenemos estabilidad laboral y en muchos casos tenemos hijos y personas dependientes… debemos volver a hacer vidas más austeras para que las familias se encuentren más desahogadas económicamente, con capacidad de ahorro para poder afrontar contingencias, y con más tranquilidad para disfrutar de su tiempo juntos y de un tiempo individual.

Hay una frase que si se entiende bien puede cambiar la vida de una persona: “¿Cuántos momentos malos hay que pasar para tener uno bueno?”.

No hay que trabajar tantas horas para tener mayor calidad de vida, sino que hay que organizarse y priorizar más y mejor. Como se suele decir, no tiene más el que más gana sino el que menos necesita. Con el esfuerzo que cuesta ganar dinero yo personalmente no entiendo cómo podemos mantener el nivel consumista que suele tener la mayoría de las personas. Debemos de ser más previsores y ahorrativos para tener capacidad de hacer frente y superar los retos e imprevistos que puedan surgir en nuestro día a día, pues es normal endeudarse para cosas necesarias que merecen la pena, pero no para otras que no la merecen pues en ese caso nos estamos arriesgando a no poder atender otras más prioritarias.

Nadie nos explica qué es el matrimonio antes de casarnos y solo nos muestran la parte buena. Idealizamos el matrimonio y es ahí donde comienza el declive que hace que fracase la relación. La vida continúa después del divorcio pero la vida, durante un matrimonio infeliz, no es vida. Hay parejas que planean una boda hasta el más mínimo detalle: vestuario, banquete, orden de situación de los invitados, baile, viaje de novios... están meses planeando su feliz enlace. Pero no se paran a reflexionar realmente en la trascendencia de lo que están haciendo. Todo a lo grande y después algunas parejas discuten miserablemente por lo material.

Consolidar factores vitales

Nos conocemos y al principio todo es muy bonito y hay muchas mariposas aleteando entre las flores, pero lo que no se debe hacer es conocer poco a una persona y consolidar unos vínculos tan comprometidos como son, por ejemplo:

  • Una casa a medias hipotecada a treinta años con un trabajo inestable. Es que tiene muchas papeletas de salir mal, es de cajón.
  • Tener hijos con una persona que no se conoce y que tal vez como pareja es maravillosa pero que no nos hemos planteado qué padre o madre será. No solo hay que cuidar y educar a los hijos hasta los dieciocho años sino también cubrir sus necesidades hasta que la independencia económica que, en numerosas ocasiones, se alcanza cerca de los treinta años. Por responsabilidad debemos de ser diligentes al tomar la decisión de tener hijos con otra persona pues nuestros niños serán compartidos entre ambos progenitores. Además, el otro progenitor no será únicamente nuestra pareja sino una de las personas más importantes, necesarias y valiosas de la vida de nuestros hijos y debemos de elegirla bien.

Ya hemos dicho que el 60% de los matrimonios acaban en divorcio. Hay que casarse y desarrollar el proyecto de vida familiar que se quiere, pero también ser más diligente y prudente en la decisión de con quién se comparte ese proyecto, sabiendo la responsabilidad que se contrae. Debemos adecuar y modular nuestras decisiones individuales y compartidas con sentido común.

En muchos casos, asfixiamos la relación al dedicarnos a crear grandes vinculaciones con una persona que no conocemos del todo bien. Una mala coordinación o administración familiar pondrá en peligro su viabilidad por lo que si queremos bien a nuestra pareja, debemos centrarnos en ella y no en complicarnos la vida con cosas materiales que pueden acabar siendo un lastre que perjudique la relación.

No debemos obsesionarnos con la calidad de nuestra vida material sino centrarnos en la calidad de nuestra vida sentimental ya que a veces no es del todo compatible y tendemos a descuidar lo principal y especial, preocupándonos de lo accesorio y prescindible.

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