24 de abril de 2024
|
Buscar
FIN DE SEMANA

El cineasta se ha desnudado emocionalmente en el libro 'Yo, adicto', que se ha colado en la lista de los más vendidos en el género de 'no ficción'

Drogas, sexo y alcohol: La lección vital del director de cine Javier Giner, un exadicto luchador

/ Javier Giner
Javier Giner le ha pegado una patada al tablero literario español con un sobresaliente ensayo en el que se desnuda sin sordidez. El cineasta ha mirado a su interior para poner en pie una obra magna que debiera exhibirse en todos los manuales de autoconocimiento.

¿Debería contar la primera vez que me emborraché? ¿La noche en que probé la cocaína? ¿En qué lugar y a qué hora esnifé la raya original o me tomé aquella copa? ¿Si estaba acompañado? ¿Es más hábil avanzar en el tiempo y referirme al momento en el que supe o me imaginé que tenía un problema, cuando todo había tomado un cariz extremo y alarmante y el precipicio estaba tan próximo que cualquiera (que no fuese yo) podría haberlo divisado? ¿Cómo estructurar este relato?". Con estas dudas arranca Javier Giner en 'Yo, adicto'.

Este sobresaliente ensayo debiera colarse en todos los manuales que ambicionen ayudar al autoconocimiento. Giner lo hace sin sordidez, ya que tal y como explica, no ambiciona mostrarse como alguien grotesco y trastornado.

Este afilado relato nada en el inicio de la espiral insaciable que finaliza casi siempre con anécdotas desagradables: "Cada vez que algo así ocurre y amanezco solo en mi casa, comienza a girar la rueda: juramentos que me hago a mí mismo de parar, de dejar de emborracharme y de drogarme para inmediatamente después romperlos, con la consecuente merma de autoestima y autocontrol y la aparición de la culpa, la vergüenza y la recriminación".

En su caso, explica, había "una cadena. Jamás en mi vida me he drogado sobrio. Había una cadena y por eso tuve que ir separando los eslabones para ser consciente y trabajarlos, una cadena donde estaba el alcohol, la cocaína y el sexo".

"En el libro lo escribo: si tu fetiche es acostarte con 25 personas a la vez, no tengo nada que decir. Bienvenido sea. Pero para mí no era mi fetiche. Llevo 12 años viviendo sobrio y no me he vuelto a acostar con 25 personas a la vez. No quería hacer eso", añade en La Vanguardia.

Sin paternalismos

Uno de los grandes aciertos de Giner es que no escribe con paternalismo y toma distancias con los estériles manuales antidrogas, ya que tal y como explica "decirle a la gente que las drogas son malas no sirve para nada".

Y gracias a sus diarios regresa al inicio del fin: "El 2 de enero de 2009 ingresé, por voluntad propia, en una clínica de desintoxicación. Dejaba atrás un reguero de autodestrucción y una sucesión interminable de días oscuros llenos de dolor y desamparo".

Giner entraba "en la clínica esperando encontrarme con Lou Reed y el DJ de Ibiza y descubro a gente anónima con trabajos normales: electricistas, peluqueras, camareros de bar de un pueblo de 300 habitantes… Por primera vez en mi vida me di cuenta de que, más allá de la edad, la raza o la orientación sexual, en cuanto pelas esas capas todos somos iguales. De repente, una persona con la que podría haberme cruzado de acera está diciendo exactamente lo que yo siento".

Encargo convertido en exorcismo

Giner asegura que en la editorial Paidós (Planeta) le ofrecieron realizar un libro de no ficción y él creía que no tenía voz autorizada en ningún ámbito. Por eso, miró hacia dentro: "Me siento capacitado para hablar sobre ello, no desde un punto de vista médico ni desde una atalaya, porque este libro no es una guía sobre cómo salir de la adicción, sino un testimonio en primera persona".

'Yo, adicto'. 

Se animó a ponerlo en marcha aunque "quizás no sea un libro que cure —un libro no tiene la capacidad de curar, leer un libro no va a hacer que superes una adicción, ni de lejos—, pero sí puede hacer que esas personas se sientan menos solas. Y sobre todo que lance ahí fuera una bengala de esperanza, de poder decir, oye, pide ayuda, no tengas vergüenza, a mí me pasó esto. Las vas a pasar canutas, te va a costar dios y ayuda, vas a sufrir como un perro, pero se sale. Se sale. No se sale con conjuros mágicos de si quieres puedes, no, hablamos de arremangarse y meterse en el lodo hasta la frente. Pero que sepas que, si haces eso, hay historias que terminan bien. Y una de ellas es la mía".

El autor explica en Infolibre que cree que hay enfermedades estigmatizadas porque la sociedad culpabiliza al que las sufre, VIH o toxicomanía, mientras a no demasiada gente se le ocurre señalar con desprecio a un enfermo de cáncer de pulmón que haya fumado toda su vida.

"La imagen que tenemos del toxicómano es el estereotipo más extremo. Que voy por la calle y veo a un señor que no tiene dientes, que viene de un poblado y que roba a alguien a punta de jeringuilla. Que me cuentan de un señor que se levanta por la mañana y antes de ir a trabajar se chuta una botella de vodka. Pero antes de todo eso hay muchísimos toxicómanos que, como yo, llevan vidas perfectamente funcionales, que están adaptados a la sociedad y que pueden pasar tres días sin consumir. Eso no les hace menos alcohólicos, porque en el momento en que yo me tomaba una copa de vino, hasta que no me tumbaba después de cuatro días sin dormir, no paraba", explica.

Y añade: "El toxicómano vive en un monumento al dolor, es un sufrimiento abismal, al que se le añade la culpa, porque sabe que lo que está haciendo es autodestruirse, pero no sabe hacer otra cosa. No conoce la salida".

Giner pide comenzar a entender que el "adicto no es el que consume, sino el que no puede dejar de consumir aun cuando esté destrozando su vida. Estar enganchado a las drogas no es la adicción, sino el síntoma de la adicción. La verdadera enfermedad es emocional".

"Malestar adictivo"

"La emocionalidad de los adictos, que se conoce con el término de malestar adictivo, no se diferencia tanto de muchas de las cosas que le ocurren a las personas funcionales que no atraviesan una adicción, como baja autoestima, baja tolerancia a la frustración, gestión emocional deficiente, no saber vincularse, creación de ideales y exigencias no realistas… Cualquier persona puede caer en la adicción", asegura.

¿El origen del autocastigo? El autor responde: "Por muchísimas cosas, es una enfermedad complejísima, reducirla a una sola razón concreta no es real. Es una especie de batidora donde entran inseguridades, ansiedades, complejos, herencias familiares, una educación de una determinada manera, los mensajes que recibimos del exterior y cómo nos hablamos a nosotros mismos, la forma que tenemos de vincularnos... Somos una sociedad de la imagen, que no se vea, que no se note, si tienes un grano te lo tapas, si tienes un mal día dices en Instagram que estás supercontento".

"Pero la ansiedad, los complejos, las inseguridades, el rechazo a uno mismo, el sentirse un imbécil, el sentirse solo, la sociedad de la soledad, eso nos pasa a todos. A todos. Hay gente que aprende a gestionarlo y no necesita pasar por el infierno que yo pasé para solucionarlo. Pero es llamativo que yo todo eso lo aprenda, lo integre o me lo enseñen porque ingreso en una clínica de desintoxicación. ¿Cómo puede ser que vivamos en una sociedad donde sepamos geografía, física, matemáticas, pero nadie, jamás, nos enseñe cómo vincularnos con nosotros y con el otro, si somos seres que no hacemos más que relacionarnos? ¿Cómo puede ser que de todo eso no se hable?", se pregunta.

Extremos

Giner explica que "lo que el mundo identifica con la adicción son sus ejemplos más extremos y devastadores. Alcohólico no es solamente la persona que se levanta por las mañanas y se mete una botella de vodka entre pecho y espalda. Antes de llegar a eso, yo he sido alcohólico y jamás he hecho eso. Es más, era alcohólico y estaba días sin beber. Pero en el momento en el que empezaba, no había fin. Hasta que no me tumbaba, no paraba. Y eso es alcoholismo también".

Y subraya que "la adicción real, a la que tienes que poner remedio, es a todo aquel barullo emocional y psicológico que te empuja a ellas. Por eso hay tantos adictos que saltan de una adicción a otra: heroinómanos que dejan la heroína y reaparecen como cocainómanos, o alcohólicos que dejan el alcohol y se vuelven ludópatas… Porque no es la sustancia, es el interior de la persona. Por eso el proceso terapéutico funciona así: te encierras, dejas de consumir y te arrebatan todos los estímulos externos (móvil, internet, relaciones, el exterior etc). No puedes hacer otra cosa más que mirar hacia dentro y enfrentarte a ti mismo, a todo aquello que has ido tapando (sentimientos, creencias, etc.) con el uso de las sustancias".

Baja tolerancia a la frustración

"El toxicómano tiene baja tolerancia a la frustración porque pensamos que la vida debería estar libre de dolor y que nosotros deberíamos poder controlar a la vida y deberíamos ser perfectos, todopoderosos y obtener siempre lo que queremos. Son creencias impresas a fuego, porque son mensajes que recibimos continuamente del afuera que no se van porque subas a un escenario y decidas dejarlo todo. El proceso de desintoxicación es un proceso de desaprendizaje. Tienes que desaprender muchas cosas para poder aprender otras nuevas", continúa.

"Lo comparo con la película 'La invasión de los ultracuerpos', que tienen tu cuerpo pero no eres tú. Coges quien eres o en quien te has convertido, lo deconstruyes y con todas esas piezas que han quedado desparramadas construyes el verdadero yo, por así decirlo, con el que la enfermedad ha arrasado. Por eso arranco el libro con la cita de T.S. Eliot que dice que hay momentos en la vida en los que te encuentras con todas las piezas sueltas y te preguntas qué va a salir de ahí. Con suerte sale tu verdadero yo, que la enfermedad ha destruido", dice Giner.

La culpa judeocristiana

El escritor reflexiona sobre la culpa: "Todos nadamos en culpa, vivimos en la sociedad de la culpa, porque has dicho no sé qué o hecho no sé cuánto. Cuando no nos la instauran los padres, lo hacen los educadores, o los jefes, o los amigos. Ciertas personas somos muy sensibles a eso y hace que nos consideremos culpables. Hay que ir rompiendo esas ataduras. Yo cometo un error ahora y digo 'me he equivocado, tienes razón, lo siento', pero elimino la parte de la culpa porque no me sirve de nada. Yo soy homosexual, fui educado en un colegio y una universidad religiosos, en una familia de cierta manera y he nadado en culpa toda mi vida...".

Javier GIner. 

"De repente descubro que tengo una homofobia interiorizada que me lleva a sentirme de menos, sentir complejos. Vivo mi homosexualidad de manera libre, pero emocionalmente hay cosas de las que no me estoy haciendo cargo. Que son los millones de mensajes con los que he crecido hablando del homosexual como un ser inferior, un ser, como dice la religión, que no merece casarse en iglesias, porque son enfermos, y con esta masculinidad hegemónica que te pide ser un macho porque mostrarte vulnerable te hace una nenaza", explica.

El autor afirma que "el problema no son las drogas, sino todo lo que escondes y de lo que huyes al usarlas. El adicto no puede tolerar la frustración. Y en la vida hay dolor. Nuestra forma de salir por patas es drogarnos, y cuanto más huyes, peor".

Más prejuicios

Giner explica que "jamás" las adicciones afectaron a su trabajo: "Ese es otro prejuicio que incluso a mí, siendo adicto, me costó entender. Yo era alcohólico y podía estar perfectamente cuatro días sin beber. Ahora, en el momento en que comenzaba no había fin. De la misma manera que cuando eres homosexual llevas el radar gay, ahora llevo el radar yonqui. Soprende la cantidad de adicción que nos rodea y no somos capaces de identificar".

"Hay un libro escrito por médicos que es la 'biblia' de la adicción, 'Querer no es poder'. Cuenta que cualquier cosa que utilices para alterar tu estado de ánimo puede convertirse en una adicción", asegura sobre la afición, por ejemplo, a automedicarse con lexatines para evitar momentos de ansiedad.

"Ojalá yo hubiera podido identificar que lo que me estaba pasando era una adicción, porque me hubiese ahorrado tres años de sufrimiento. Te decían que tenías mal beber o que anoche se te fue la pinza. Pero no que estabas camino de una enfermedad. Es como esas mujeres maltratadas que se dan cuenta del maltrato de las otras pero no del suyo. Yo fui a Alcohólicos Anónimos dos veces y no volví, porque pensaba que esa gente no tenía nada que ver conmigo", explica.

Sobre las drogas, afirma: "Se habla en susurros, sigue siendo un tabú. Decirle a la gente que las drogas son malas no sirve de nada. Yo no me drogaba porque pensara que fueran buenas. Falta que se hable más de salud mental y gestión emocional. De ansiedad, angustia y dolor. Tenemos que empezar a hablar con naturalidad de lo que nos pasa. Yo he recibido una educación exquisita. Y solo cuando ingreso en una clínica de desintoxicación empiezo a escuchar el lenguaje de la gestión emocional. ¿Cómo puedo saber de física y economía pero nadie me ha hablado de las emociones?".

Tocando fondo

El diario Sur le pregunta sobre la vez que comenzó a cobrar conciencia de su problema: "Toca fondo en una habitación de hostal con tres prostitutos tan drogados como usted, llamando a su madre para que pague la deuda de 800 euros".

Y Giner responde: "Se dice que en la vida de todo adicto hay uno o dos momentos de lucidez, un sopapo en medio de la oscuridad. Para mí fue la imagen de mi madre acudiendo al rescate. Entendí que no solo se me llevaba a mí por delante, sino a lo que más quiero: mi madre. Experimenté la epifanía de saber que necesitaba ayuda. Y tiré por el camino correcto. Si no reaccionaba, me esperaba un ataúd".

En resumen: "El proceso de superar la adicción es el de aprender a quererse a uno mismo. Y al aprender a quererte a ti mismo, aprender a querer a los demás. Y aprender a perdonarte a ti mismo y, por reflejo, aprender a perdonar a los demás. Y aprender a aceptarte, con las luces y con las sombras. Me pasan todas estas cosas y no pasa nada. No soy un bicho raro, no soy un alien. Es el camino de aprender a despojarte de todos esos personajes que todos nos creamos, eso de no pasa nada, estoy bien, y aprender a ser sincero, real, me está pasando esto. Y estoy jodido. No pasa nada. Necesito ayuda. Pídela".

COMPARTIR: