29 de marzo de 2024
|
Buscar
FIN DE SEMANA

Dos mujeres, Teodora y Marozia, madre e hija, controlaron y dirigieron el Vaticano más de 30 años y ambas llegaron a ser amantes del Papa Juan X

Los siete Papas más libertinos de la historia de la Iglesia Católica de Roma (III): Los pontífices de la 'pornocracia'

Representación de Teodora y Marozia.
Representación de Teodora y Marozia.
El periodista Julio Merino repasa la historia de los siete Papas más depravados de la historia de la Iglesia Católica de Roma. Después del Papa Benedicto IX, uno de los más mujeriegos, y de la Papisa Juana, la mujer que dio a luz en plena calle cuando presidía una procesión, llega el turno de la conocida como 'pornocracia', un periodo de treinta años en el que dos mujeres, madre e hija, se hicieron con el control del Vaticano.

Esta serie estaba pensada para examinar y actualizar la vida de siete pontífices concretos que pasaron a la Historia por sus “fechorías erótico-sexuales-pornográficas” pero al llegar a su Santidad, el Papa Sergio III, me di cuenta que era imposible estudiar su Papado aislado de sus antecedentes y sus continuadores, ya que lo que el cardenal Baronius calificó como "pornocracia", se extendía a los siete Papas que van desde 904 a 936 y siguientes y, por tanto, no se pueden estudiar por separado, aunque en algunos casos se den hechos y circunstancias propios e independientes.

Por ello, y antes de concretar la vida de algunos de ellos, como por ejemplo Sergio III, Juan X, León VI, Juan XI, Esteban VII o Juan XII, he preferido ofrecerles a ustedes una panorámica para que vean la ramificación que abarca la "pornocracia". Es el estudio que hizo Alberto Antonio LLuva hace años y que resumo:

“Este periodo se remonta a Teodora, la madre de Marozia, a la que Liutprando, obispo de Cremona, describió en su Antapodosis como 'cierta ramera sinvergüenza'. Esta mujer dio paso a la influencia femenina en el papado instando a Sergio III a asesinar a su predecesor, Cristóbal, al que declaró antipapa. Este papa es denostado por multitud de historiadores, como Baronio, que lo describe como un monstruo.

Teodora había dado a luz a una niña en 890 a la que llamó Marozia, que se convirtió, apenas quince años más tarde, en la concubina de Sergio III. Así, madre e hija se hicieron con el control absoluto de la corte de este Papa, llenando la silla papal de 'hijos bastardos y convirtiendo su palacio en un laberinto de ladrones'. Sergio III gobernó Roma como un auténtico señor feudal, prestando poca atención a lo que deberían ser sus funciones, la administración y dirección de la Iglesia.

Representación de Marozia. 

Entre los más repugnantes actos de este papa, destaca el segundo juicio al cadáver del Papa Formoso. Éste había actuado en contra de la familia Espoleto durante su pontificado. Por ello, había sido juzgado póstumamente durante el Sínodo Cadavérico, en el que Esteban VI le desenterró, le vistió con los atributos papales y le condenó por ser Papa sin ser obispo de una diócesis italiana -lo era de Oporto-, cosa incompatible para ser consagrado. Ante tal agravio, fue restituido por el sucesor de Esteban, el Papa Romano y ratificado por Juan IX. Pero Sergio III, apoyado por los Espoleto, repitió la infamia y arrojó los restos al río Tíber.

Marozia se casó en 905 con Alberico de Espoleto, un noble toscano que había ido ganando poder y se había convertido en uno de los señores que más influencia tenían en la Ciudad Eterna. Esto no era más que una maniobra orquestada por Teodora para situarse ella y su linaje en una posición aún más privilegiada. Marozia, a pesar de estar casada con Alberico, seguía siendo la amante de Sergio III. El pontífice le engendró un hijo, que fue legitimado por su marido, el que sería el Papa Juan XI.

Fuera de los escándalos, este Papa fue utilizado por el emperador de Constantinopla, León VI, para que autorizara su cuarto casamiento con Zoé, con la que había tenido un hijo, su único heredero, el que sería Constantino VII. El patriarca de Constantinopla se negó a concederle el permiso, pues no estaba permitido contraer matrimonio cuatro veces. El emperador se valió del Papa, que, además, veía una forma de reafirmar su poder universal como cabeza de toda la Cristiandad por encima del patriarca constantinopolitano.

Anastasio III y Landón fueron impuestos por Teodora y Marozia

Sergio III murió en 911, siete años después de alcanzar el poder; siete años durante los que gobernaron, de forma efectiva, madre e hija, Teodora y Marozia. Anastasio III fue un "pelele" en manos de la nobleza romana, lo mismo que su sucesor, Landón. Entre ambos no gobernaron más que tres años. Sus nombramientos fueron inducidos por las manos de las dos mujeres más astutas del momento, al igual que su caída. Se aseguraron de que fuese nombrado obispo de Rávena el amante de Teodora, Juan. Esto lo hizo Landón. Una vez reunidos los requisitos que se habían de tener, solo Landón se interponía entre Juan y el papado. Al igual que Anastasio III, fue asesinado bajo los designios de Teodora y Marozia.

Teodora cede el testigo a Marozia

Así, fue como, en 914, Juan X, amante de Teodora, se convirtió en el cabeza de la Iglesia católica. Al contrario de lo que sus promotores pudieron pensar, Juan X demostró no ser una marioneta. Consciente del enorme poder que estaba adquiriendo la nobleza romana, decidió apoyar al trono imperial de Carlomagno a Berengario I. Esto le valió el favor del emperador, que se unió al papado, a los nobles romanos y a los legados de Constantinopla en su lucha contra los musulmanes, a quienes derrotaron en la batalla del Garellano, en 915, expulsándoles de la península italiana. Juan X se convirtió, así, en el primer Papa de la historia en ponerse al frente un ejército. 'Fue el último destello del pontificado antes del largo eclipse que padeció durante cerca de siglo y medio', según Rodolfo Vargas Rubio.

Juan X, el primer papa en dirigir un ejército

El emperador fue asesinado en 924 y el papa perdió su principal apoyo y aliado contra la nobleza, capitaneada por Marozia y Alberico. Teodora, su principal valedora, había muerto en 916, así que a Juan X no le quedó otra que pasar a un segundo plano debido al poder que había cobrado Alberico, que se había convertido en un tirano y en el dueño absoluto de Roma, siendo nombrado en 917 “cónsul de los romanos”. El pueblo se cansó de su tiranía y se levantó en armas apoyado por el Papa, teniendo que huir Alberico de Roma.

Representación de Marozia. 

La situación quiso ser aprovechada por Juan X para intentar reforzar su posición promocionando a Hugo de Arlés para el cetro imperial, pues Berengario I había sido asesinado en 924. Mientras, Alberico fue asesinado por los húngaros, con quienes había entablado relaciones para que le ayudaran a dar un golpe que destituyera a Juan X para hacerse con el pleno control de la Ciudad Eterna. El papa obligó a Marozia a presenciar el cadáver mutilado de su marido, craso error.

Alberico murió y Marozia quedó enfrentada a Juan X

Marozia había quedado viuda y enfrentada a Juan X, así que vio una oportunidad más para controlar el papado si apoyaba a un candidato rival. El elegido fue Guido de Toscana, hermanastro de Hugo y candidato al Imperio, con el que se casó en segundas nupcias. Este le proporcionó la fuerza militar necesaria para recuperar el control de Roma, apresando al papa. Juan murió en el Mausoleo de Adriano, la fortaleza del ángel, cuatro años después, en 928.

Juan X había llegado a la silla de Pedro de la mano de Teodora y lo abandonó muerto por orden de su hija, Marozia.

El sucesor de Juan X fue León VI, del que poco se puede decir, dado que murió asesinado siete meses después de su elección, en diciembre de 928. El sucesor fue Esteban VII, cuyo pontificado fue algo más largo, pues murió en 931. Los dos, León y Esteban, fueron elegidos gracias a Marozia, quien no dudó en asesinarlos, demostrando, una vez más, quién era la que mandaba.

Aparece el hijo de Marozia y Sergio III

Marozia se encargó de promocionar, ahora, al hijo que había engendrado con el papa Sergio III, que se convirtió en Juan XI. Al tiempo, falleció Guido de Toscana y la hija de Teodora no dudó en contraer matrimonio con su hermanastro, Hugo de Arlés, aquel a quien Juan X había apoyado en su candidatura al Imperio. Marozia demostraba, de nuevo, su habilidad. Esta relación podría haber sido tumbada por incesto, habiendo, además, repudiado Hugo a su anterior mujer. Aun así, necesitaría de una bula papal por razón de parentesco. Evidentemente, le fue concedida por su hijo. La boda se habría de celebrar en la primavera de 932, y Marozia se convertiría en reina consorte de Italia.

Representación de Marozia. 

Y hasta aquí pudo señorear Marozia a su antojo. El día que había de contraer matrimonio con Hugo de Arlés, el hijo que tuvo con su primer marido, también llamado Alberico, se apoderó de Roma, expulsó a Hugo y encarceló a su madre de por vida. Este fue el fin de la hacedora de papas, pero su influencia no moriría aquí. Alberico, su hijo, se convirtió en el hacedor de papas. A su vez, encerró a su hermanastro, el papa Juan XI en el palacio de Letrán, donde murió cuatro años después, en 936.

Alberico, hijo de Marozia, derrocó a su madre 

Algunos historiadores sitúan el fin de la "pornocracia" en 936, con la caída en desgracia de Marozia, pero lo cierto es que, a partir de esta fecha, quien se convierte en el hacedor de papas es su hijo Alberico. Dicho lo cual, muchos otros alargan este periodo de la historia de la Iglesia hasta Juan XII, hijo de Alberico y nieto de Marozia.”

Quizás de todos los Papas de la "pornocracia" el más depravado fuese Juan X porque fue al mismo tiempo amante de Teodora, la madre, y de Marozia, la hija,  y un hijo de esta con el Papa fue también Papa. Con dos acontecimientos trágicos. Primero el Papa obligó a Marozia a presenciar el cadáver mutilado de su marido y luego fue descabalgado de la silla de Pedro y muerto por orden de su hija, Marozia. 

COMPARTIR: