29 de marzo de 2024
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FIN DE SEMANA

El columnista soriano, amante de la tauromaquia y enciclopédico personaje dio a la historia de la televisión programas inolvidables como 'La Noche'

España despide a Fernando Sánchez Dragó, el escritor que se puso el mundo por montera

Fernando Sánchez Dragó en el burladero de una plaza de toros.
Fernando Sánchez Dragó en el burladero de una plaza de toros. / Foto: Fundación del Toro de Lidia.
Nuestro país llora la muerte del escritor y laureado novelista Fernando Sánchez Dragó. El también comunicador soriano, amante de la tauromaquia y enciclopédico personaje dio a la historia de la televisión española programas inolvidables y de calidad como “Biblioteca nacional”, “Encuentro con las letras”, “Negro sobre blanco” o “La noche”, entre otros. Javier López-Galiacho, que tuvo el honor de presentarle en Albacete en 1998, le despide con estas líneas como homenaje en 'elcierredigital.com'.

A España se le ha muerto Fernando Sánchez Dragó. El último enciclopedista de esta patria líquida y del Tik Tok. Dragó era un Diderot, un Menéndez Pelayo de la vieja Iberia. En su cabeza le cupo toda la historia mitológica de España y vivió más vidas que un gato, quebrando a la muerte hasta que el negro toro de la parca este lunes lo corneó mortalmente.

Como un toro bravo rodó sin puntilla en su pueblo de Soria donde encontraba el refugio ante tanta estulticia urbana. Tuvo una muerte de bravo. Como a Hemingway, la imagen de Baroja postrado en la cama con larga agonía le hacía pedir al destino una muerte así: de un espadazo al corazón y sin puntilla.

Lo que pasa es que creíamos sus seguidores que Dragó era inmortal porque en su farmacopea de Shangri-La encontraba la pócima de la eternidad, la alquimia de la eterna juventud.

Fue Dragó un fascinante comunicador que dio a la historia de la televisión española programas inolvidables como “Biblioteca Nacional” (quizá su mejor espacio), “Encuentro con las letras”, “Negro sobre blanco”, “La noche”, etc. Programas de mucha calidad y contenido que hoy, o no se emitirían o serían relegados a altas horas de la madrugada.

También Fernando dominaba como pocos el arte de la radio, con un programa mítico en la desaparecida Radio Cadena Española, la vieja Radio Juventud, con un programa soberbio los sábados por la mañana como era “El mundo por montera” que obtuvo un merecido Premio Ondas, que luego llevó a TVE y donde precisamente se vivió un momento que quedará para la historia. Fue cuando Fernando Arrabal, ebrio, terminó rodando encima de la mesa llena de libros. El dramaturgo contó que alguien equivocadamente le puso un vaso de Chinchón en vez de agua. Esa es su versión.

Como también recordaremos aquel programa en Telemadrid donde, tras entrevistar a Ortega Lara, impresionado por el testimonio de supervivencia ante la tortura de ETA, pidió al realizador una cámara para acompañarlo al mismismo taxi en un ejercicio de reverencia ante ese héroe nacional.

Sánchez Dragó era un Merlín de la comunicación. Tenía todo. Una buena imagen. Un don de la palabra extraordinario, y un conocimiento enciclopédico de todo aquello que tocaba.

Como escritor abarcó todos los géneros. Desde su mitológica y monumental “Gárgoris y Habidis”, donde retrata con un conocimiento desbordante el origen mitológico de la vieja Iberia española. Pasando por el éxito que fue “El camino del corazón”, con el que obtuvo el Premio Planeta. También triunfó con el género biográfico con su polémica “Muertes paralelas”, donde investiga el asesinato de su padre en plena guerra civil por las tropas franquistas debido a una delación de un contrincante periodista. No descansó Dragó hasta ajustar cuentas con la historia y contra el delator de su padre.

Sánchez Dragó fue también una farmacopea andante con todo su botiquín para mantener el tono vital y la potencia reproductora. En su Shangri-Lá, recopiló todo su vasto conocimiento sobre pastillas y remedios para combatir una vejez que siempre portó con gran dignidad y rejuvenecimiento.

La amada tauromaquia de Dragó

Con su repentino fallecimiento, también Dragó a su amada tauromaquia le ha hecho un roto. Un tremendo costurón. Era Sanchez Dragó un defensor implacable y apasionado de la tauromaquia y, además, con razonamientos muy sólidos, filosóficos e históricos sobre sus fundamentos. Para Fernando el torero era el último héroe homérico. A la renqueante tauromaquia le va a resultar muy difícil, por no decir imposible, encontrarle recambio.

Hace unos meses, la Asociación Taurina Parlamentaria le entregaba en el Senado una de sus distinciones por ese enciclopédico quite que Dragó le hacía a la tauromaquia en la sociedad actual. No veo a nadie capaz de sustituirle, no encuentro a nadie que pueda ocupar su sitio. Para ello se necesitan una serie de dones, tanto de conocimiento taurino como de comunicación, que hoy por desgracia no lo tiene nadie. Quizá un Boadella, pero ya desde otro sitio.

Dragó, que escribió mucho de toros en Diario 16 y lo recogió en su libro “Tauromagia”, anunció hace meses que estaba escribiendo un libro sobre el toreo. Como le ocurrió a Ortega, que también lo anunció y murió meses después, nunca lo sabremos. Pero hubiera sido, seguro, “La divina comedia” del toreo.

Sánchez Dragó también forma parte de mi propia biografía. Corría el año 1988, yo venía de acabar mi servicio militar universitario en Sevilla y el organizador de la semana taurina de Albacete, uno de los mejores críticos locales, “Pacote”, me pidió que presentara a mi admirado Fernando Sánchez Dragó.

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Javier López-Galiacho presenta a Fernando Sánchez Dragó, acompañados por el crítico taurino 'Pacote'.

Días antes, un periodista de Albacete, profesor de literatura y buen cronista taurino, José Sánchez Robles, hizo pública en la ciudad manchega una serie de artículos de Dragó en contra del popular torero albacetense, icono de la ciudad: mi admirado, mi amigo, Dámaso González. Aquello se entendió como un ataque, no solamente al torero más popular sino también a la ciudad misma. Los ánimos estaban caldeados. Cómo estarían, que aquella tarde de febrero de 1988 y en el Auditorio municipal de Albacete, la mismísima Policía Local nos acompañó hasta la mesa presidencial por si había algún incidente o algún espontáneo saltaba al ruedo escénico y le agredía.

Sánchez Dragó pidió a la policía que se retirara para a continuación realizar una “faena” dialéctica antológica que convirtió las lanzas en cañas y terminó con el público ovacionándolo. Pero la provocación de este mago de la palabra no quedó ahí. Acabada la charla, Pacote, acompañado de su señora, nos invitó a Sánchez Dragó y a su mujer y a mí a cenar en un restaurante, “El asador”, próximo al Auditorio. Todo transcurrió durante la cena en la más absoluta cordialidad y pudimos comprobar su preocupación constante por la salud, al evitar, por ejemplo, tomar una mínima coca-cola.

Pero cuando llegaron los postres apareció el Dragó provocador. Poniéndose en pie, se despidió a la torera diciéndonos que debíamos disculparlos porque su mujer y él iban a hacer el amor y que debían “ponerse” a tono antes. Nos quedamos el resto de comensales completamente absortos.

Cuando me acerqué a su caseta de la Feria del Libro de Madrid para que me firmara su biografía “Muertes paralelas”, le recordé quién era, acordándose al detalle de aquella conferencia de Albacete con la Policía protegiéndole y hasta de la anécdota de la cena.

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Ramón Tamames, Santiago Abascal y Fernando Sánchez Dragó.

Ese fue Sánchez Dragó. Genio y figura. Enciclopédico comunicador y fascinante. Luego evolucionó ideológicamente desde el comunismo militante hasta posiciones más propias del partido Vox. Pero no tanto porque le gustara Vox, sino porque como él confesó un día, porque la historia de un país tiene cinco ejes innegociables y España para él estaba en venta con los dirigentes actuales. Me da pena que los reduccionistas de la España de hoy jibaricen la figura de Dragó y escriban su epitafio solo como aquel que sugirió a Santiago Abascal el nombre de Ramón Tamames, su compañero del antifranquismo de los años 50, para la moción de censura.

Dragó fue mucho más. Uno de esos hombres que muy de vez en cuando da esta vieja Iberia. Se nos ha ido un absoluto genio, un Diderot de la España contemporánea. Este Sánchez Dragó al que ahora despedimos, quien se puso el mundo por montera.

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