19 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

“Mientras el resto de las mujeres de las familias más tradicionales se quedaban en casa rezando, yo no me perdía una sola corrida”, explica "Largui"

María Luisa Bienvenida: 'En casa mi padre era Antonio Mejías, pero fuera se convertía en Bienvenida'

Antonio Mejías, más conocido como Antonio Bienvenida, famoso torero español de la dinastía Bienvenida
Antonio Mejías, más conocido como Antonio Bienvenida, famoso torero español de la dinastía Bienvenida
El experto de elcierredigital.com en la sección 'Cosa de Toros', José Ignacio Herce Álvarez, logra por primera vez que María Luisa Bienvenida, la hija mayor del famoso torero Antonio Mejías Jiménez, más conocido como Antonio Bienvenida, y nieta del Papa Negro, cuente interioridades de su conocida familia taurina, que ha pasado a la historia de España. “Largui”, como la llamaba su padre, habla sobre cómo era la convivencia dentro del seno de una familia especialmente dedicada al mundo del toreo.

María Luisa Bienvenida o “Largui”, como gustaba de llamarla su padre, proviene de una de las dinastías toreras más reconocidas de nuestro país. Nieta del Papa Negro y primogénita del gran Maestro Don Antonio Bienvenida, María Luisa rebosa simpatía y una autentica admiración y pasión por su padre. Además, no tiene ningún reparo en reconocer que si hubiera nacido hombre habría sido torero y de los buenos……de lo cual no me cabe ninguna duda.

¿Quién era Don Antonio Mejías Jiménez?

Nada menos que mi padre…(Ríe) Para mí siempre ha sido una persona con unos valores que nos ha inculcado a todos sus hijos desde que nacimos, unos valores de principios, respeto y educación que yo veía que él a su vez mantenía con sus padres, sus hermanos e incluso con la gente que no conocía. El ser hija, en este caso, de un torero famoso en algún momento puede subírsete a la cabeza, pero él siempre decía que la persona que tienes enfrente, sea quien sea o lo que sea, era igual de persona que él mismo y se le debía el mismo respeto, aunque no fuera famoso, tan solo por el hecho de ser eso, persona. Para mí era la bondad personificada, lo que hizo que se le engañara muchas veces, pero, aun así, jamás le vi guardar rencor hacia nadie. 

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En la imagen, la dinastía de los Bienvenida

Pese a ser famoso, era muy humilde, con un carácter muy fuerte eso sí y discutíamos muchas veces y aunque supiera que se equivocaba, le costaba mucho reconocerlo al menos de manera directa ya que no pedía perdón como tal, pero sí que a su manera te hacia ver que algo había hecho mal…(Ríe).

¿Y Don Antonio Bienvenida?

Uffff, con Antonio Bienvenida he sufrido mucho… Yo me di cuenta de quién era Antonio Bienvenida con unos seis añitos, cuando sufrió la terrible cornada del cuello. De repente esa tarde empecé a notar nerviosismo en la gente de casa, vi al mozo de espadas con una camisa llena de sangre, llantos…y yo cogí a mi hermano Antonio de la mano y le llevé hasta mi mesilla de noche donde tenía una Virgencita y le dije, Anto, vamos a rezar que a papa le ha pasado algo. Ahí note que mi padre era algo distinto a los demás padres de mis amigos del colegio….

Como hija, entre el hombre y el torero, ¿cuál primaba de los dos en su vida normal?

En nuestra casa, sin duda primaba papá, Antonio Mejías, pero fuera enseguida salía el Bienvenida, pero no por nada en especial sino porque siempre estaba rodeado de gente. Ahora bien, te insisto, en casa era mi padre, era una casa normal como cualquier otra. Además, siempre tuvo un gran empeño en que en casa no se viviesen los toros, no hablaba de ellos ni recibía a personas de ese mundillo, salvo lo estrictamente necesario. El toreo dominaba en la casa de la “mami”, la de mi abuelo el Papa Negro, allí sí que se hablaba y se vivían los toros. Yo he escuchado conversaciones sobre toros absolutamente maravillosas en esa casa….

Define a tu padre con una palabra, sin pensar

Bondad, bondad y bondad.

Algo que nunca olvidarás de él

Su elegancia, pero en todo, hablando, siendo y, por supuesto, vistiendo. Y otra cosa que me marcó mucho, su optimismo y la autoridad que tenía, nunca nos levantó la mano ni nada parecido, su mirada o la manera en la que te hablaba era suficiente para saber lo que ocurría. Tal era la autoridad, que no temor, que emanaba.

¿Duro, metódico…?

Era muy duro y muy, muy disciplinado. Por ejemplo, se ponía de un humor de perros con la comida, que le perdía…pero debía controlarse y lo hacía a rajatabla porque tenía mucha tendencia a engordar. Fíjate si me marcó su “dureza” que yo no tengo miedo a casi nada solo de verle a él afrontar todos los momentos difíciles y porque siempre minimizaba lo que nos pasaba. Si nos caíamos pues decía “eso no es nada” y claro, te acabas acostumbrando y endureciendo (Ríe). Además, yo siempre intenté imitarle, hasta en eso.

¿En algún momento deseaste haber sido solo hija de Antonio Mejías?

Jamás, siempre me ha encantado ser lo que soy la hija de los “dos” Antonios.

A qué edad lo perdiste

Yo tenía 25 años.

Detras_Pepote__Rafael_Manolo._Delante_Angel_Luis_y_Papa.__Falta_Juan.

De pequeños y delante Angel Luis y Antonio Mejías

¿En alguna ocasión tuviste esa sensación de que no debería de salir a la plaza?

Nunca. 

¿Ibas a la plaza?

Siempre, al contrario que el resto de las mujeres de la familia más tradicionales, que se quedaban en casa rezando, yo no me perdía una sola corrida. Eso sí, lo pasaba de pena. No te imaginas el dolor de cabeza que tenía, antes, durante y después de la corrida….

 ¿Cómo se preparaba antes de una corrida?

Lo primero que hacía nada más levantarse, era correr la cortina y mirar el viento, que era algo que le obsesionaba, todo lo demás le daba igual, la lluvia, el calor… Luego se arreglaba, se afeitaba y no hablaba nada en absoluto. Más tarde se iba con su cuadrilla a casa del Papa Negro, mi abuelo como sabes, y no sé más porque allí en esos días no nos dejaba pisar a ninguno bajo ningún concepto. No sé cómo se vestía, ni qué hacía…nada de nada y no fue por falta de ganas te lo aseguro, pero eso no “estaba contemplado” y había una razón, los Bienvenida eran ellos solos, no había nadie más, y en tarde de toros, sobre todo, hasta que no acababa la corrida, el resto no directamente no existíamos.

¿Era un hombre religioso?

Mucho, muchísimo. Para él todo estaba en manos de Dios. Era tremendamente religioso, pero jamás intentó imponérnoslo a nosotros. Lo único que sí nos obligaba a hacer era cuando nos íbamos a una casa que teníamos en Mojácar en Semana Santa, llamarnos a todos “chicos a rezar el rosario”, él lo hacía de rodillas y nosotros sentaditos y además con la letanía en latín (Ríe). Y también nos obligaba a rezar el rosario siempre cuando conducía, fue lo único que nos imponía en materia religiosa. 

¿En alguna ocasión le viste a punto de tirar la toalla?

Jamás, era un luchador nato por todo y tenía una capacidad de superación impresionante en todas las facetas de su vida.

¿Le viste llorar alguna vez?

Creo que nunca, no lo recuerdo la verdad y fíjate que recuerdo cada uno de sus gestos.

¿Qué era lo que más le preocupaba en su vida?

Nosotros, su familia. Con todo lo duro que te he contado que era, solo en esto era blandito, éramos lo más importante de su vida sin duda.

¿En la plaza qué era lo más le importaba?

Para él lo más importante era el público y, por tanto, lo que más le preocupaba era fallarle, fracasar, pero, no te equivoques, no le preocupaba el no triunfar, sino que el público no entendiera que lo había dado todo y que había toros a los que no se le podía sacar nada. Ahora los toreros no lidian, se limitan a torear porque afortunadamente ahora los toros se torean bien, pero es que antes había toros imposibles de lidiar. Yo he visto a un torero de entonces cortar dos orejas a un toro que no tenía un pase…solo por la manera de lidiarlo, eso era maravilloso... Pues ese era su temor, que no se entendiese eso y defraudar a su público.

¿Tenía mal perder?

Fatal, malísimo, hasta en las cartas (Ríe). Como te dije teníamos muchas discusiones y al final del día, te decía: "bueno Largui, tenías razón, pero vamos a dejarlo ahí, ¿vale?” (Ríe)

¿Quién fue su gran rival en las plazas?

Él tenía un respeto absoluto por todos los toreros y no toleraba que se hablara mal de ninguno. Yo le decía, “Ordóñez es peor que tú", y me respondía, "¡Eso no te lo consiento!" No toleraba jamás que se criticara a ningún torero. Otro ejemplo lo tienes cuando se me ocurrió criticar a El Cordobés, la antítesis de mi padre en la manera de entender el toreo como sabes, y me dio una gran lección.” No te consiento que digas de un torero lo que estás diciendo…” yo insistí en su tipo de toreo que definí de una manera concreta que no quiero repetir y no veas la que tuvimos…(Ríe) y remato, “ese torero tiene más valor que yo…. lo que él hace yo no lo hago”.

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Una foto de la familia Mejías

Rival no sé…. pero la única persona a la que sí temía de verdad su crítica era a su padre, el Papa Negro. Recuerdo venir de cortar dos orejas y con un éxito arrollador, darse un abrazo y decirle Papa Negro, “Antonio, entre tú y yo sabemos que esto no ha sido así, que te han dado las orejas porque si”. Papa Negro no les perdonaba ni una…les exigía el máximo.

¿Su mejor amigo?

Para él, el mejor siempre fue el tío Ángel Luis, su hermano. Ya te digo que él por la familia mataba y lo digo literal: mataba. Luego tuvo muchos y buenos amigos que no voy a nombrar para no dejarme ninguno.

¿Su torero de referencia?

Domingo Ortega, era su locura.

¿Su plaza?

Las Ventas, sin duda.

¿Qué era lo que más le enfadaba en su vida normal y en su profesión?

La mentira y la injusticia, eso no lo toleraba bajo ningún concepto. En el toreo, como bien saben los buenos aficionados, lo que no toleraba era el fraude. Luchó contra él y lo consiguió durante un año, pero, como había tanto, al final tuvo que tragar con cosas con las que nunca lo habría hecho, pero al volverle todo el mundo la espalda no le quedó otra.

¿Qué era para él la esencia del toreo?

Siempre decía que para ser torero había que amarlo y estar enamorado de la profesión. El solía decir que “el toreo es algo que se nos va en cada pase, no hay dos pases iguales… es algo imposible de definir con palabras”.  Él amaba, adoraba su profesión, de hecho, decía que por él torearía gratis… y lo hizo muchas veces.

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Maria Luisa Bienvenida con su abuelo el Papa Torero

En cuanto a lo que me preguntas sobre la esencia del toreo y la manera de sentirla, te voy a contar que en una tienta mi padre le preguntó a El Cordobés, “Manolo, por qué haces esas cosas…” y El Cordobés le respondió, “porque Don Antonio, si torease como usted no ganaría dinero.”.

¿Qué sentías cuando le veías pisar el albero?

Eso era tremendo, muy, muy fuerte. Yo cuando llegaba a la plaza temblaba entera. Lo pasaba realmente mal, pero tenía que estar allí, viéndolo. Cuando iniciaba el paseíllo me levantaba y lloraba a lagrima viva y sentía la misma emoción que ahora mismo estoy sintiendo mientras te lo cuento…pero no sentía pena o miedo como lo entendemos habitualmente, era una sensación por lo que pudiera pasar, superada por mi admiración por él.

¿Llegaste a ver en alguna ocasión el miedo en sus ojos?

Jamás. Preocupación si, miedo no.

Cómo afrontaba el miedo

Con Dios. Él llevaba sus estampas y demás, pero no era el típico beatito, él confiaba directamente en Dios. En ese aspecto era tan “soberbio”, por decirlo así, que pensaba “Dios está conmigo y ya está”. Yo le pregunté, papá, ¿Tú no tienes miedo? Y me respondió” ¡Claro que tengo miedo! Pero ¿sabes cuándo tengo más miedo? A que me coja no, en el patio de cuadrillas, el no saber qué va a salir, cómo va a salir y cómo va a terminar…eso sí me da miedo”, pero “una vez que abro el capote y se abre la “puerta de los miedos” se me pasa de cuajo, porque luego ya quedábamos el toro y yo solos”.

¿Tenía alguna manía especial?

Todos los días que tenía corrida por la mañana iba a misa, pero siempre solo. Pero su verdadera manía la tenía con el color amarillo, eso era algo horroroso, pobre de aquel que llevase algo amarillo delante de él, se lo tenía que quitar. Pero aquí también tuvo su anécdota que también te servirá para conocerle, un día le dio una ventolera y nada menos que en Sevilla se hizo un traje ¡amarillo y oro! pegó un petardazo borroso y además le dio un revolcón el toro y a la pregunta de porque lo había hecho su respuesta fue “para demostrar que trae mal fario".

Crees que dejó algún sueño sin cumplir

Justo antes de morir dijo una barbaridad (Ríe), le preguntaron sobre si le operaban o estaba seis meses de recuperación en silla, a lo que respondió que los “seis meses en silla no lo paso bajo ningún concepto pase lo que pase con la operación”, pero eso sí, que lo que quería hacer en cuanto se pusiera en pie era… ¡Torear un búfalo a ver si embestía! Imagínate, la mayor barbaridad que oí mi padre en mi vida (Ríe).

¿Qué era lo que más valoraba en un torero y en la persona?

La integridad en todos los sentidos. Lo mismo levantaba pasiones que críticas, como llevaba una cosa y la otra. La pasión bien, claro…(Ríe) A veces si se le subía a la cabeza, pero era porque siempre llevaba una corte alrededor que a mí me ponía mala y siempre se lo criticaba porque se encargaban de pelotearle convenientemente.

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Una foto de la boda de su padre Antonio y su madre María Luisa

En cuanto a las críticas te comento que en una ocasión Alfonso Navalón le pegó una crítica de órdago y mi padre de rabia, porque orgullo y amor propio le sobraban, al poco tiempo cortó las orejas a un toro y se las llevó a su puesto en la plaza y se las dejó allí sin decirle ni una palabra, luego se hicieron amigos.

Su comida favorita...

Para él comer era un placer, le perdía todo…era un peligro sacarlo a comer y sobre todo lo que más le engordaba…(Ríe) Fíjate que en una ocasión trajo de Perú un bote de hormigas, que hoy día no es algo extraño, pero entonces, no te digo y me hizo probarlas, estaban horribles (Ríe).

Sufrió varias importantes cogidas, ¿cómo seguía al día siguiente de cada una de ellas?

Como todos los toreros, que son unos cafres, están hechos de otra pasta o como quieras decirlo. A mí me admiraba mucho su reacción y ese ejemplo como creo que ya te he dicho antes, me ha servido siempre en la vida para sobreponerme a todo. He pasado por procesos de enfermedad muy graves y jamás me oyeron un decir ni un ¡Ay!, y eso lo aprendí de él, que jamás le oí una queja, ni le vi un bajón, nada.

Antonio Mejías o Antonio Bienvenida, siempre un gran hombre, un gran torero. Y una mención especial a mi buen amigo Carlos de San Lázaro que me puso en el camino para esta entrañable y exclusiva entrevista.

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