23 de abril de 2024
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FIN DE SEMANA

El actor malagueño estuvo acompañado en sus exitosas labores de presentación por la periodista María Casado, su socia en el teatro del Soho en Málaga

Antonio Banderas arrasa y convence a crítica y público al frente de los Goya telemáticos

Antonio Banderas y María Casado.
Antonio Banderas y María Casado. / TVE
La XXXV edición de los Premios Goya ha sido una de las más extrañas de su historia, marcada por la crisis sanitaria del coronavirus. Desde su teatro del Soho en su Málaga natal, Antonio Banderas se ha convertido en el mejor anfitrión de los premios en uno de los momentos más duros para el sector cultural. El actor malagueño estuvo acompañado en las labores de presentación por la periodista María Casado, su socia en esos negocios.

Los Goya más atípicos de la historia han supuesto la confirmación de Antonio Banderas como perfecto anfitrión en tiempos de zozobra. Pocas veces el discurso de un presentador en este tipo de galas consigue el aplauso casi unánime del público. 

Su compromiso con el cine español ha permitido brindar una de las galas más internacionales de la historia de los premios. Banderas tiró de agenda y de forma telemática estuvieron nombres como Al PacinoRobert de NiroHellen MirrenSalma HayekMel GibsonCharlize Theron o Monica Belluci. 

Y fue en Málaga. Donde todo había empezado para él. La ciudad que dejó a principios de los ochenta para triunfar como actor en Madrid. En los cuarenta años que han pasado desde entonces, Málaga siempre fue su lugar de vuelta y ahora se ha instalado ahí con su proyecto más personal el Teatro del Soho, inaugurado el 15 de noviembre de 2019 con el estreno del musical A Chorus Line, que codirigió y protagonizó el propio Banderas. 

La historia de amor, como le está ocurriendo con sus últimos papeles, de Banderas con la Academia parece estar en un momento de pasión serena después de muchos años de desdén. Trabajos suyos memorables como Átame (1989) fueron ignorados, por no hablar de su turbadora creación en La ley del deseo (1987) que ni siquiera fue contemplada. 

El Banderas de Dolor y gloria (2019), el que es capaz de sorprender como Picasso en una cuidada producción televisiva, se ha convertido en el mejor emblema de una Academia que le dio un Goya de Honor antes que premiar una de sus interpretaciones. 

Precisamente, este año el Goya de Honor, tras el de Marisol de la edición de 2020, ha vuelto a tener sabor malagueño a través de Ángela Molina. Otra ilustre largamente ignorada a la hora de repartir premios. Su discurso fue uno de los puntos más sentimentales de una noche donde menos fue más, consiguiendo, a pesar de las distancias, una de las galas más emotivas de los últimos años. 

Tal vez la única pega de la gala fue el olvido en el in memoriam de Dolores Abril. La folklórica albaceteña moría a los 80 años dejando no sólo una carrera destacable en la música española sino sus interpretaciones como protagonista en varias películas en los década de los sesenta. 

Dos en la escena 

Junto a Antonio Banderas estuvo María Casado. La periodista es su mano derecha en sus proyectos culturales en Málaga. La presentadora, de amplia experiencia al frente de todo tipo de formatos televisivos, tiene una relación con el séptimo arte de cinéfila. Posiblemente la relación más personal que un no profesional del sector puede tener. 

José Luis Garci dijo una vez que es más difícil ser cinéfilo que cineasta. Casado, amante de la cultura, se complementa a la perfección con Banderas. Su sobriedad no restaba sentimiento a su intervención. Ambos hicieron una reivindicación de la cultura sin tintes políticos personales. Un verdadero homenaje al mundo del cine y el papel que este ha tenido durante el confinamiento.

"No hay mayor pesadilla para todos los que somos parte del mundo del cine que ver las salas vacías", aseguró Banderas. "No he dejado de preguntarme cuál era mi papel, el del cine, el del arte y el de la cultura frente a la cantidad de acontecimientos que hemos recibido como un tsunami", explicó. 

Además trazó un paralelismo con su teatro del Soho, donde se celebró la gala y que en su día fue el primer cine de Málaga, inaugurado a principios del siglo XX, sobre la fortaleza y a la vez los problemas que atraviesa la industria cultural española: "Fue destruido en dos ocasiones. La primera, con una bomba en 1937 y la segunda, en un incendio que hubo en 1988. Pero esta pequeña historia encierra una metáfora que nos puede dar una clave muy simple para afrontar la vida: caer y levantarnos, renacer de las cenizas y continuar hacia adelante".

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